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De los colores de cada día a los frescos de la Capilla Sixtina (I): el verde.

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Tonos de verdes. Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

Tonos de verdes. Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

Verdes de junio en Gotemburgo

En Suecia el mes de junio es la madre de todos los verdes. Basta darse un paseo por los parques cercanos o sentarse en un banco y esperar a que los juegos de la luz y de la sombras cambien paulatinamente los tonos del mundo vegetal que nos rodea.

Esperando paseantes. Foto R.Puig

Esperando paseantes. Foto R.Puig

Y cuando las guarderías se invitan a la fiesta del verano principiante, el color de los gorros de los pequeños es naturalmente el verde.

El día de los gorros verdes. Foto R.Puig

El día de los gorros verdes. Foto R.Puig

Los papás y las mamas también tienen derecho a coronarse de verde.

Aunque algunos progenitores opten por vestirse conforme a preceptos y tradiciones de acentuada diversidad tonal.

Verdinegro. Foto R.Puig

Verdinegro. Foto R.Puig

El manto verde del césped invita a descansar a la sombra de las esculturas polimorfas de Tony Cragg.

Diversos tonos de verdes. Foto R.Puig

Diversos tonos de verdes. Foto R.Puig

Oro y verdes. Foto R.Puig

Oro y verdes. Foto R.Puig

Así que, motivado por la explosión de los mil distintos tonos de verde de este final de junio escandinavo, abro esta serie que iré dedicando a los colores, y comienzo hoy con el verde.

Para saber de cactus. Foto R.Puig

Para saber de cactus. Foto R.Puig

Además me viene a a la memoria una estrofa de aquella canción “paisaje de Catamarca” de Facundo Saravia, tantas veces escuchada a Los Chalchaleros:

Paisaje de Catamarca

con mil distintos tonos de verde;

un pueblito aquí, otro más allá,

y un camino largo que baja y se pierde.

Y si a ustedes le parece excesivo mi flashback, tendrán que culpar a mi gusto por la divagación, porque ahora nos vamos a Roma.

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Los colores de la bóveda de la Capilla Sixtina

Se trata de un salto hacia atrás, hacia otro paisaje que nos va a acompañar en las entradas de esta serie, el de la bóveda de la Capilla Sixtina.

Después de la extraordinaria restauración que concluyó en 1989, hemos recuperado la visión que, con luz natural, debieron de tener de ella quienes la pudieron admirar cuando Miguel Ángel concluyó esa primera parte de sus frescos en 1512.

Boveda Capilla Sixtina. Fuente  Historian Zehar.blogspot.se

Boveda Capilla Sixtina. Fuent:  Historian Zehar.blogspot.se

Antes de ilustrar los tonos de verde que plasmó en su formidable despliegue pictórico, resumiré algo que los expertos han comentado al analizar la estructura y sentido de lo colores que Miguel Ángel empleó en la bóveda.

Sixtina Oeste Boveda

Capilla Sixtina. Extremo oeste de la bóveda. Fuente: fotografía de Takashi Okamura

John Shearman ha visto en la bóveda ciertas series de combinaciones binarias de color que transitan de unas figuras a otras a medida que el artista ejecuta su obra,  comenzando por las primeras figuras y composiciones de su lado oriental, sobre la entrada de la capilla, donde el artista comenzó pintando al profeta Zacarías, hasta su conclusión occidental con la figura de Jonás, sobre el altar y sobre el fresco del Juicio Final.(John Shearman, “La funciones del color de Miguel Ángel” en La Capilla Sixtina. Una restauración histórica, Editorial Nerea, Madrid 1995, pp.80-89).

Estas series de variaciones que él califica de “alternancias e intercambios isocromáticos” aplican unas veces las variaciones de saturación del color, otras los progresivos cambios de color y, en su mayor contraste, la vecindad de colores que se complementan. Todo ello con la finalidad de destacar volúmenes y diferenciar entre lo que el crítico denomina “macroformas” y “microformas”.

En definitiva, Miguel Ángel habría buscado obtener de este modo unos equilibrios estructurales, si no definidos y planificados desde un principio para la totalidad de la obra, sí construidos a través de un uso del color, progresivamente sofisticado.

Sixtina. Boveda. Centro oeste

Capilla Sixtina. Bóveda. Zona centro-occidental. Fuente: fotografía de Takashi Okamura

El resultado es, según este reconocido especialista, un impresionante equilibrio de líneas, formas y superficies, así como de matices de color con los que el artista consigue destacar los volúmenes de sus personajes, de sus sombras y sus luces, y crear un paradigma, que aunque enlaza con el primer renacimiento, supone un decisivo paso hacia delante y una base que inspiró a los pintores manieristas y barrocos.

Sixtina. Bóveda.  El Diluvio

Capilla Sixtina. Bóveda. El Diluvio. Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Los verdes de la bóveda

El pigmento que los restauradores dicen que usó Miguel Ángel para los verdes de la Sixtina es el silicato de hierro o “tierra verde”, aunque las referencias que he encontrado lo identifican no tanto a la bóveda como en el Juicio Final, concluido treinta años más tarde.

Verde. El profeta Zacarías. Capilla Sixtina. Bóveda

Verde. El profeta Zacarías. Capilla Sixtina. Bóveda.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

En todo caso, me parece que, además de las  interpretaciones estructurales o técnicas mencionadas, hay una constante “temática” que encuentro en esos verdes en la bóveda. Por un lado están las figuras de los lunetos y de los triángulos sobrestantes, de las pechinas de los cuatro ángulos y de las figuras de los profetas y de las sibilas, donde el verde es uno de los colores principales en los ropajes.

Verde. Sibila Délfica.  Sixtina

Verdes. Sibila Délfica. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Verde. Isaías.  Sixtina

Verdes. Isaías. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Verde. Genio aprisionado. Sixtina

Verde. Genio aprisionado. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Y por otro, en la franja central de los cuadros del Génesis, donde, además de mantenerse en algunos ropajes, el verde es el color del terreno natural que soporta a los personajes y de los motivos vegetales, sobre todo el de las hojas y bellotas de los robles, símbolo de la casa Della Rovere, la del papa Sixto IV, promotor de la decoración pictórica de la capilla que lleva su nombre, quien, a pesar de sus orígenes franciscanos, no se destacó por su modestia y sí en cambio por su afán de pompas y su desbocado nepotismo.

Verde. Adán y Eva. La tentación. Sixtina

Verde. Adán y Eva. La tentación. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Verde. Ignudo junto a la Sibila Cumana. Sixtina

Verde. Ignudo junto a la Sibila Cumana. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Verde. Adán. Sixtina

Verde. La creación de Adán. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Verde. El sacrificio de Noé. Detalle. Sixtina

Verde. El sacrificio de Noé. Detalle. Sixtina.Fuente: fotografía de Takashi Okamura

Hubo quienes criticaron la restauración de la Capilla Sixtina, por ejemplo alguien que no se caracterizó precisamente como experto del periodo renacentista ni de la restauración de obras de arte, me refiero a Andy Warhol, que firmó una solicitud para que Juan Pablo II detuviese los trabajos.

Hoy todos podemos congratularnos de que no se le hiciese el menor caso.

….

Y mientras yo andaba con estas disgresiones, caigo en la cuenta de que la mamá que, el domingo pasado lidiaba con sus traviesos vástagos, encantados de calarse hasta los huesos, sigue intentando controlarlos…

Verdes mojados. Foto R.Puig

Verdes mojados. Foto R.Puig



Breverías erasmianas  (XXI): “Quid cani et balneo?” (¿Qué hace un perro en la bañera?)

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El perro en el baño. Fuente Head up for tails.blog

El perro en el baño. Foto Head up for tails.blog

Hoy he seleccionado este proverbio de la colección de los Adagios por dos motivos.

En primer lugar, en este texto me parece de actualidad la muestra de aprecio de Erasmo hacia sus maestros, a la que el estilo de panegírico de los humanistas de su época no le resta sinceridad y emoción genuinas.

Digo que es de actualidad, porque no es que predomine hoy en día el respeto, el aprecio, el apoyo y, a menudo el sostén de la Administración, que se les deben a maestros y profesores; tanto por parte de los alumnos como de sus progenitores, tan exigentes y quejosos cuando se tercia, pero tan tacaños en el reconocimiento.

En segundo lugar, porque la situación que estamos viviendo en la Unión Europea con motivo de la crisis de la economía y la gobernación griegas, así como algunos episodios poselectorales en España, demuestran de nuevo que la gestión de la política no es cosa de broma y requiere no sólo de honestidad, sino además de unos niveles de competencia y responsabilidad, que los candidatos y los electos están muy seguros de tener, aunque cuando les llega la hora de la verdad, la conducta y las intervenciones de algunos de ellos nos susciten una pregunta muy similar a la de este adagio que comenta Erasmo:

“Quid cani et balneo”

¿Qué tiene que ver un perro con un baño?

Adagio I, IV, 39.

El comentario de Erasmo a este adagio no se inicia, como es su costumbre, por las fuentes clásicas.  En este caso ellas se reducen, al final de su glosa, a dos breves citas de Luciano de Samosata:

De inmediato todos los espectadores te lanzarán el tristemente popular reproche: ¿Qué hay de común entre un perro y un baño?” (Contra un ignorante, 5)

En mi opinión un filósofo en un festín es lo mismo que un perro en una bañera (Sobre el parásito, 51)

Elogio del maestro

En realidad, Erasmo aprovechó este proverbio para hacer un elogio de dos maestros a quienes quiso y admiró:  el humanista holandés Rodolfo Agrícola (Winsum, Países Bajos 1444 – Heildelberg 1485) y el alemán Alexander Hegius (Heek, Westfalia 1433? – 1498).

De Agricola destaca Erasmo que, desde muy temprano, sus obras le abrieron los horizontes de la dialéctica, la elocuencia y la literatura clásicas. Subraya también que fue maestro de Hegius, que a su vez lo fue suyo en la escuela de Deventer. Fue allí donde nuestro humanista comenzó su formación, beneficiándose de la renovación pedagógica impulsada por aquel maestro, a quien retrata como promotor del estudio de las obras clásicas y hombre de gran dedicación y generosidad, en especial con los alumnos pobres.

No hay que olvidar que Erasmo era hijo natural de un sacerdote de Gouda y de su sirvienta Margaretha Rutgers y que estuvo en su infancia y adolescencia en manos de tutores, quienes le enviaron a los nueve años, en 1476,  a la escuela de Deventer de los Hermanos de la Vida Común, seguidores de la corriente de la devotio moderna. Hegius fue director de esa escuela durante treinta años, se calcula que desde 1468

Lo que hace aún más comprensible su gratitud hacia ambos pedagogos, como si de niño hubiera encontrado en ellos el reconocimiento y la guía que su padre no le dio:

No me han faltado motivos para extenderme en esta digresión [su elogio de Agricola y Hegius], y no ha sido por engrosar la gloria de Alemania, sino por cumplir mi deber de alumno agradecido y pagar mi deuda con la memoria de estos dos hombres, pues hacia uno me obliga el afecto de un hijo, hacia el otro el amor de un nieto

(propterea quod alteri  velut filii  debeam pietatem, alteri  tanquam  nepotis  charitatem)

El elogio de Rodolfo Agrícola ocupa una buena parte del comentario.  Fue hombre de gran fama en la Europa humanista de los siglos XV y XVI, promoviendo la síntesis de dialéctica y retórica, es decir de la filosofía y la elocuencia, de la invención y la persuasión, en los estudios de la época, podando los excesos de la lógica medieval y revalorizando  la literatura. Fue un viajero y un sabio polifacético, profesor en Alemania y en Italia.

Rodolfo Agricola por Lucas Cranach. Wkipedia

Rodolfo Agricola por Lucas Cranach. Wikipedia

Precisamente Erasmo recoge el epitafio en verso que el veneciano Ermolao Barbaro (1454-1495) compuso para su tumba:

Invida clauserunt hoc marmore fata Rodolphum

Agricolam, Frisii spem decusque soli,

Scilicet hoc vivo meruit Germania laudis

Quicquid habet Latium, Graecia quicquid habet.

….

Decretaron los hados envidiosos que bajo esta piedra Rodolfo

Agricola acabase, esperanza y ornamento de su patria Frisia,

Quien, en vida, ciertamente, ganó tal reputación para Alemania

Cuanta el Lacio y hasta la misma Grecia tienen.

De Alexander Hegius subraya las cualidades de pedagogo, su honestidad, su seriedad como maestro y su actitud modesta cuando se trataba de sus propias obras (tan es así que ni un retrato suyo he podido encontrar)

Si escribía algo, lo hacía como quien juega más que como quien se toma a sí mismo en serio. A pesar de ello, sus escritos, están compuestos de tal modo que el mundo de la cultura les reconoce un valor inmortal

De Hegius se conservan unos diálogos latinos. Lo que incita a pensar que de algún modo con ese ejemplo comenzó Erasmo a interesarse por los coloquios como medio pedagógico.

Pero concluyamos con la parte del comentario que propiamente se refiere al adagio, del que dice:

Recuerdo que, cuando me aplicaba de niño a estudiar los rudimentos de la lengua griega, supe del mismo  en una carta muy docta, con la que mi querido Rodolfo, con convicción y elocuencia, trataba de persuadir al Consejo de Amberes de que tenían que nombrar como rector de la escuela a un docente de las buenas letras y no (como se suele hacer) a un teólogo o a un naturalista que no sepa hablar, quienes tienen seguro que decir de todo un poco, pero que no tienen idea de cómo decirlo.

‘¿Qué hace alguien así en una escuela? ¡Lo mismo que -usando el proverbio griego- un perro en la bañera!’

Textos latinos de “Les Adages d’Érasme” présentés par les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), Lyon, 2010, pp.363-365. La traducción es mía.

….

Llegados a este punto, me diréis que me dejo en el tintero mi comentario al segundo motivo de este artículo. Pero, en realidad, pobre de mí ¿qué podría yo decir que no haya sido dicho?

La imagen de alguien más elocuente que yo me sacará de aprietos…

Buster Keaton buscando su voz. Bifur, n.4. Paris, 31 diciembre 1929

Buster Keaton buscando su voz. Bifur, n.4. Paris, 31 diciembre 1929


Luces del estío

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Por fiordos relucientes. Foto R.Puig

Por fiordos relucientes. Foto R.Puig

En su libro Mörkerseende (Visión nocturna) Tomas Tranströmer (Estocolmo 1931- Estocolmo 2015) publicó en 1970 un poema, dedicado al mes de julio, que acaba con la  evocación de alguien que, al anochecer, se ha dormido en su barca en medio de las islas de la costa.

Se titula Andrum juli que es como decir “julio (es la) habitación donde se respira”.

En 2012, la compositora Andrea Tarrodi (Estocolmo 1981)  le puso música para los Coros de la Radio Sueca.

La última estrofa del poema dice así:

Den som färdas hela dagen i öppen båt

över de glittrande fjärdarna

ska somna till sist inne i en blå lampa

medan öarna kryper som stora nattfjärilar över glaset.

Aquel que el día entero en una barca abierta ha navegado

por fiordos relucientes

terminará dormido en un fanal azul

entre islas que sobre el cristal resbalan como grandes mariposas de la noche.

.

(Tomas Tranströmer, Dikter och prosa 1954 – 2004, Ed.Albert Bonniers 2011, p.183.  La traducción es mía)

Un día entero.  Foto R.Puig

Un día entero. Foto R.Puig

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julio en Suecia

El mes de julio es en Suecia el mes de las vacaciones y del buen tiempo. Pero hay algo más que se intuye en la forma colectiva de vivir la llegada del verano. Las metáforas del poeta, galardonado con el Nobel de Literatura 2011, transportan al verso la mística que este mes tiene en el sentir y en el alma de este país.

La navegación veraniega, a fines de los años sesenta, se hacía en barca, sin motores de gran potencia, sin turbar la paz de los islotes e islas de la costa oeste de Suecia. Actualmente son decenas de miles los barcos de vela y también las lanchas con motor de fuera borda los que se hacen a la mar en estos días de comienzo de julio.

No hemos sido menos, pues nos han invitado a la primera salida del velero de unos familiares nuestros.

El castillo de Varberg desde el mar. Foto R.Puig

El castillo de Varberg desde el mar. Foto R.Puig

Después de navegar por la costa de Halland frente a Varberg, de regreso es preceptivo, en el muelle, sentarse a bordo y tomarse un tentempié. Luego, como no nos hemos bañado desde la escalerilla del barco en aguas profundas, decidimos darnos el primer chapuzón de la temporada desde la pasarela de la playa.

Frente a la orilla no faltan las gaviotas voraces. Con sus inquisitivos ojos amarillos vigilan a los bañistas, a la espera de lanzarse sobre los restos de un bocadillo o incluso de disputarle la salchicha a algún niño desprevenido.

Doña  Gaviota. Foto R.Puig

Doña Gaviota. Foto R.Puig

En Gotemburgo hay más gaviotas que habitantes y parecería que hubiesen perdido su instinto. ¿Qué hubiese dicho Darwin? Ya no se las ve pescar. Es más fácil vivir de los restos que dejamos, arrebatándoselos por toda la ciudad a las palomas o a otras aves menos agresivas.

De todos modos siempre resulta decorativo verlas volar en bandada por los muelles, aunque por las mañanas el coche amanezca rociado de guano en la calle.

Vecinas de Gotemburgo. Foto R.Puig

Vecinas de Gotemburgo. Foto R.Puig

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El agua a 19 grados

Pero volvamos a la costa y al baño, a la luz de julio y a sus reflejos frente a las rocas. Este es nuestro segundo chapuzón del verano. Nos anima mucho la temperatura del agua:  ¡19 tórridos grados!

Pero conviene estar atentos, no sea que alguna belleza roja se aproxime demasiado

Navegante. Foto R.Puig

Navegante. Foto R.Puig

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Veleros

¿Y qué decir de esos grandes veleros de tres mástiles que aparecen en la ría cuando el calor llega?

En verano veleros.  Foto R.Puig

En verano veleros. Foto R.Puig

Hermosos bajeles blancos

Veleros negros

En verano veleros. Foto  R. Puig

En verano veleros. Foto R. Puig

¡Veleros píos!

Sailing for Jesus.  Foto R.Puig

Sailing for Jesus. Foto R.Puig

Sus propietarios lo llaman sailing church, es decir iglesia navegante. Embajadores de una buena nueva, sus tripulantes surcan el mar mientras cantan gospels. Les impulsa el soplo del Espíritu Santo. A diferencia de los pescadores del Tiberiades, para seguir a Jesús no han tenido que dejar su barco en tierra.

No llevan tampoco redes. Para pescar almas, las embarcan.

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Esperemos…

A final de junio y principio de julio tuvimos días gloriosos y calientes, pero a ese paréntesis venturoso han sucedido días de lluvia y pronósticos grises. No obstante el ánimo es lo último que se pierde. Así que seguiremos zambulléndonos.

Si toca bañarse...nos bañamos.  Foto R.Puig

Si toca bañarse…nos bañamos. Foto R.Puig

¿Por qué no habremos de perseverar también nosotros en esta fe escandinava que pone su esperanza en el mes de julio y en su inextinguible dulzura?

Además, seguiremos el ejemplo de otros animales que no pierden la calma…

Si llueve pues llueve. Foto R.Puig

¡Si llueve, pues llueve! Foto R.Puig

¿No es acaso el verano la época de cría y de la renovación de la vida?

Tiempo de crianza. Foto R.Puig

Tiempo de crianza. Foto R.Puig

Una nube más o menos ¿a quién le inquieta?

E la nube va. Foto R.Puig

E la nube va. Foto R.Puig

Y aunque al poeta que nació y murió en las orillas bálticas, la tarde, la barca y las islas le inspirasen metafóricas melancolías, que nuestro espíritu estival no decaiga. Llueva o truene, que la pasión por las luces del verano nórdico no ceje.

Desde la isla. Foto R.Puig

Desde la isla. Foto R.Puig

¡Hombres de poca fe! ¿por qué dudáis?

Ha llegado el verano. Foto R.Puig

¡Ha llegado el verano! Foto R.Puig

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Otras costas, otros aires

No sé por qué, pero la memoria de las riberas bravías del norte español me trae tonadas que aprendí de chico. ¿No llueve y se nubla también allá en julio?

Que tú eres el mar

Y yo soy la arena

Que ya no voy sola

Que el agua me lleva

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Que tú eres el mar

Y yo soy la arena

Que ya no voy sola

Que el amor me lleva

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(Soy de Santurce)

Agua y arena del Cantabrico.

Agua y arena del Cantábrico. Fuente RTVE


Dibujos reunidos (V) y Fisionomías (XVII): Retratos de varones en el Hermitage

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Retrato de un anciano. Tiza negra y roja. Lagneau. ss.XVI y XVII.  Hermitage.

Retrato de un anciano. Piedra negra y sanguina. Lagneau. ss.XVI y XVII. Hermitage.

Es triste que desaparezcan las librerías de viejo. En Suecia las frecuento desde hace más de veinticinco años, en Estocolmo y sobre todo en Gotemburgo; desde entonces he visto desaparecer, sólo en esta ciudad, al menos seis, alguna de ellas de las mejores. La última ha sido una ‘gruta’ llena de libros de segunda mano en el barrio donde vivo.  Han ido liquidando los fondos. De ella salían algunos compradores con lotes enteros en cajas. Encontré dos o tres volúmenes estupendos que adquirí a un precio ridículo, tan bajo que hasta sentía remordimientos.

Uno de ellos, editado por Yury Kuznetsov (quien, por lo que se deduce de su presentación, debió de ser crítico de arte y experto del Hermitage durante los últimos veinte años de la época soviética), me da hoy la ocasión de compartir las imágenes de una serie de retratos admirables de artistas europeos entre los siglos XVI y XX.

El libro se titula  The Hermitage. Western European Drawings (Los dibujos de Europa Occidental en el Hermitage). Lo publicó en Leningrado en 1981 la editorial Aurora Art Publishers, una casa editora que realizaba una impresionante labor de difusión de las colecciones de arte en los museos de la Unión Soviética y de artistas de toda Europa.  Se imprimió en la antigua Yugoslavia. Tengo tanto la edición en francés como la inglesa. Siento no poder escribir el título en ruso y no haber podido solicitar ningún tipo de permiso de reproducción (si es que aún hace falta), pues no he encontrado huella de la editorial, desaparecida desde que Leningrado recuperó su antiguo nombre de San Petersburgo en 1991. Tampoco he encontrado datos sobre el editor. Este blog no tiene ánimo de lucro, por lo que espero que publicar estas imágenes de ese libro, hace mucho agotado, no genere ningún problema.

Yury Kuznetsov hacía equilibrios en su presentación para no dar demasiado relieve al protagonismo de Catalina la Grande, que reinó en Rusia entre 1762 y 1796, que fue quien impulsó la colección del Gabinete de Estampas y Dibujos del Hermitage a través de la adquisición de algunas soberbias colecciones (colección Cobelnz en 1768, colección Brühl en 1769, colección Julienne y muchas otras al final de su reinado). El editor las describe con detalle a lo largo de las dos terceras partes de su introducción, no sin antes sentirse obligado a subrayar que fueron las adquisiciones, donaciones y nacionalizaciones de casi todas las colecciones privadas de San Petersburgo y Moscú tras la Revolución de Octubre las que aumentaron la colección aún más. De esas nuevas colecciones describe en particular la de Stepan Yaremich en 1919, la del Barón Stiegliz entre 1923 y 1928 y la de I. Beteskoy en 1924.

Las descripciones y anotaciones de las obras las redactaron nueve mujeres,  Irina Grigoryeva, Assia Kantor-Gukovskaya, Irina Novoselskaya,  Tatyana Ilatovskaya,  Militsa Korshunova, y Anna Voronikhina, y de 89 descripciones de los 229 dibujos que se presentan fue autor el propio Yury Kuznetsov. Este y las tres primeras mencionadas escribieron las introducciones de las secciones geográficas en que se agrupan los 229 dibujos (Italia, Francia, Flandes, Holanda, Alemania e Inglaterra). La procedencia ilustra bien las áreas de relaciones diplomáticas del Imperio Ruso.

Fisionomías masculinas

Me limito a seleccionar hoy algunos de los retratos de uno de los más importantes Gabinetes de Estampas y Dibujos de los museos de Europa. Comienzo hoy con los de varones y en un próximo artículo concluiré con los retratos femeninos.

Los he ordenado de la vejez a la juventud, aunque podría haberlo hecho de cualquier otro modo. No voy a tratar de sus autores, pues para eso ya está la Wikipedia. Me dejo llevar al hilo de mis impresiones.

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Estudio para cabeza de anciano. Pluma y aguada marrón. Piero di Cosimo. ss. XV y XVI. Hermitage.

Estudio para cabeza de anciano. Pluma y tinta marrón. Piero di Cosimo. ss. XV y XVI. Hermitage.

La pluma y la tinta diluida de la aguada es uno de esos medios mágicos del dibujo donde la sobriedad y el equilibrio, el trazo seguro y la pincelada cierta revelan el nivel de maestría y la experiencia del dibujante. La técnica, ya conocida en el Medioevo se torna de uso corriente en la Italia del siglo XVI.

Pero el dar con el estado de ánimo del retratado, con el caracter del personaje, con el peso de las preocupaciones y la tensión mental del hombre que retratamos hasta casi convertirlo en un paradigma de la cercanía y del absurdo de la muerte ya cercana eso no es una cuestión de técnica.

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Retrato de anciano. Tiza negra y roja con pastel sobre papel con tonalidades verde grisaceas.  Federico Barocci. s. XVI  y XVII. Hermitage.

Retrato de anciano. Piedra negra, sanguina y pastel sobre papel de tonalidad verdigris. Federico Barocci. s. XVI y XVII. Hermitage.

Cuando un maestro de la escuela manierista italiana empuña las tizas o pasteles secos para sus estudios preparatorios de cuadros religiosos y se plantea la expresión del santo, el rey mago o el apóstol estático la vejez se convierte en cercanía de la gloria y de la salvación eterna. La clara mirada azul se dirige al cielo.

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Autorretrato. Tiza roja.Parmigianino. s.XVI.  Hermitage.

Autorretrato. Sanguina. Parmigianino. s.XVI. Hermitage.

Y cuando el hombre que hizo escuela en su misma región de la Emilia, el pintor de la sutileza, las líneas fluidas y las figuras estilizadas, Francesco Mazzola, artista de Parma, se enfrenta a su propia vejez y se retrata, no se idealiza, no esconde el grito y la irrisión de sí mismo como si se apostrofase, disgustado por la cercanía del final, sospechando que -viejo prematuro- no cumplirá los cuarenta.

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Retrato de hombre. Jean Fouquet. s. XVI. Aguada negra y gris y tiza negra y roja sobre papel grisaceo. Hermitage.

Retrato de hombre. Jean Fouquet. s. XV. Aguada negra y gris y piedra negra y sanguina sobre papel grisáceo. Hermitage.

Este señor francés del siglo XVI exhibe una seguridad a toda prueba y algo así como una sólida confianza en su destino, probablemente cimentada en su prosperidad de burgués afortunado. Me recuerda a los retratos (quizás sea un estudio para una de sus tablas) de los donantes que aparecen en los dípticos del pintor autor del dibujo o de sus retratos de nobles personajes de la Corte de Francia.

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Retrato de Michel de Marolles. Tiza negra.Claude Mellan.s.XVII.  Hermitage.

Retrato de Michel de Marolles. Piedra negra. Claude Mellan.s.XVII. Hermitage.

Y este es el retrato de un rico hombre de Iglesia, abad de monasterios, historiador e incansable traductor de clásicos latinos, ejecutado por uno de los más importantes grabadores de retratos del siglo XVII francés. El Abbé de Marolles era un coleccionador de grabados. Su colección de más de 120.000 grabados fue la base sobre la que se creó el Gabinete de Estampas de la Biblioteca Real de Francia.  De su figura, además de este dibujo, se conservan varias estampas. Los medios y las posesiones no le faltaban, por lo que el artista lo dibujó con este aspecto de buen mecenas soñador.

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Retrato de desconocido. Punta de plata sobre papel tintado. Baldassare d'Este. s. XV. Hermitage.

Retrato de desconocido. Punta de plata sobre papel tintado de lila y fondo en aguada marrón. Baldassare d’Este. s. XV. Hermitage.

El caballero, si es que no condottiero, que aquí perfiló el artista de Ferrara. es un poco arcaico en su estilo pero recoge lo fundamental del peso físico y de la autoridad del personaje, convertido en efigie y en medalla de sí mismo.

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Retrato de un clérigo español ca. 1628. Gouache y tiza negra. Rubens. Hermitage.

Retrato de un clérigo español ca. 1628. Piedra negra sobre papel tintado de marrón. Rubens. Hermitage.

Dicen que este retrato se atribuyó inicialmente a nuestro pintor de monjes y frailes, a Francisco de Zurbarán, para finalmente ser adjudicado a Rubens, del tiempo de su segunda estancia en España. Lo que también se puede colegir es que el clérigo, que reposa su mano izquierda sobre el brazo de una rústica silla castellana y sostiene con la derecha su breviario, es probablemente un severo moralista, puede que confesor de nobles, de la España del siglo XVII.  Su mirada no demasiado amistosa anuncia reprimendas y su curva de la felicidad denota una buena mesa.

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Autorretrato. Aguada marrón sobre tiza negra con toques de blanco. Joachim von Sandrart. s.XVII.  Hermitage.

Autorretrato. Pincel y tinta marrón, realzado en blanco sobre esbozo en piedra negra. Joachim von Sandrart. s.XVII. Hermitage.

Este caballero es un artista y, además, es conocido y reclamado en varias cortes europeas, así que se retrata a sí mismo con toda la dignidad y prestancia de su fama, no sin reflejar su madurez con los blancos canosos de su larga cabellera. ¿O es una peluca? A pesar de que está en la plenitud de su fama se me hace que su expresión traiciona un dejo de tristeza.

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Retrato de un hombre rubio. Tiza negra lápiz y pastel. Daniel Dumoustier.   ss XVI  y XVII. Hermitage.

Retrato de un hombre rubio, 1640. Piedra negra, lápices de colores y pastel. Daniel Dumoustier. ss XVI y XVII. Hermitage.

Todo lo contrario del rubiales que, seguro de sí mismo, nos mira desde su cuello almidonado. Es un retrato realista en el que su cuidada perilla, su bigote fino y sus rizos pregonan que este caballero -¿un alto funcionario de Luis XIV?- se acerca a la cima de su curriculum. No en vano ha sido retratado por el “mejor dibujante de Europa”, que a la sazón ya pintaba y dibujaba reyes desde hacía más de treinta años.

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Autorretrato. Tizas blanca y negra sobre papel azulado. Detalle. Jan Kupecky ss. XVII y XVIII.  Hermitage.

Autorretrato. Piedra negra y piedra blanca sobre papel azulado. Detalle. Jan Kupecky ss. XVII y XVIII. Hermitage.

En cambio, este pintor checo de escuela alemana se ha autorretratado en su transición de la juventud a la madurez, cuando se esforzaba por consolidar su carrera. Ya tiene ojeras de tanto trabajar. Se muestra feliz con sus pinceles y con muchos planes de marketing en la cabeza. De hecho, este dibujo sirvió de base para difundir su imagen en una estampa que ejecutó un colega, importante artista grabador.

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Retrato de joven. Guido Reni. Tiza negra y roja. ss XVI y XVII. Hermitage.

Retrato de joven. Guido Reni. Piedra negra y sanguina. ss XVI y XVII. Hermitage.

Un dibujo preparatorio de algún lienzo, un trabajo cuidadoso de una gran simplicidad de líneas, con un tratamiento sensible y equilibrado de la luz y de la sombra, mediante la administración del color y el claroscuro, y la expresión inquisitiva y expectante del personaje, seguramente retrato de un modelo habitual del artista.

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Retrato de Etienne Dumoustier. Tiza negra y roja. Pierre Dumoustier.   ss XVI  y XVII. Hermitage.

Retrato de Etienne Dumoustier.  Ca 1570. Piedra negra y sanguina con realces de pastel. Pierre Dumoustier. ss XVI y XVII. Hermitage.

El hermano retrató a sus hermano pequeño, que como él era pintor en la Corte de Francia, para un trabajo preparatorio de un lienzo, en el que el autor, Pierre, iba a figurar también. La mirada de Etienne está vuelta hacia Pierre que aquí no aparece.

¡Así dibujaban los pintores franceses en la segunda mitad del siglo XVI!

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Retrato de Carlos IX. Tiza negra y roja. Ca.1772. François Clouet. Hermitage.

Retrato de Carlos IX. Piedra negra y sanguina. Ca.1569. François Clouet. Hermitage.

Y así lo hacía Clouet por la misma época.

El rey de Francia no tiene treinta años cuando lo captó y todavía no sospecha que dentro de tres ordenará la matanza de los hugonotes en la masacre de la “noche de San Bartolomé”. Tampoco imagina que dentro de cinco morirá de pleuresía. ¡Sus ojos denotan sólo la fe en ser rey por la gracia de Dios! ¿O hay algo más que le preocupa?

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Retrato de un joven.Tiza negra y roja.  Maestro IDC. s.XVI. Hermitage

Retrato de un joven.Piedra negra y sanguina. Maestro IDC. ültimo cuarto del  s.XVI. Hermitage

Este hermoso retrato parece que perteneció a una tal Jannet, cuyo nombre aparece en el reverso.  ¡Ya pueden ustedes imaginarse una bella historia! A mí el retratado me parece una buena persona, nada que ver con la mirada taimada del anterior. Pero el trabajo tiene el mismo nivel de calidad y penetración psicológica.

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Autorretrato. Pastel. ca. 1746. nton Raphael Mengs. Hermitage.

Autorretrato. Pastel. ca. 1746. Anton Raphael Mengs. Hermitage.

Anton Mengs es un pintor del primer neoclasicismo, bien conocido en España, aunque la fama de Goya, sobre quien tuvo una notable influencia, haya preterido un tanto la que tuvo en nuestro país en su época como pintor de cámara de Carlos III, y como tratadista y crítico de Arte. Durante su primera estancia en Italia se retrató a sí mismo a los dieciocho años, seguro y orgulloso de su maestría, en este extraordinario trabajo al pastel, que no sabemos si le serviría también para enamorar a su modelo Margarita Guazzi, quien posó para él como modelo de la Virgen María y con la que se casaría tres años más tarde en Italia, no sin, para ello, abandonar su confesión luterana y pasarse al catolicismo romano.

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Retrato de Hans y Ambrosio Holbein por su padre Hans Holbein el Viejo. Punta de plata sobre papel blanco. ca. 1514. Hermitage.

Retrato de Hans y Ambrosio Holbein por su padre Hans Holbein el Viejo Ca. 1514. Punta de plata sobre papel preparado en blanco. ca. 1514. Hermitage.

Famoso retrato de los hermanos Holbein atribuido a su padre, con lo que parece ser el “skyline” de la ciudad de la familia, Augsburgo, en la base. El añadido de la figurita de la izquierda debe de ser obra de Hans, quien era aficionado a ilustrar márgenes con viñetas irónicas aunque afables. En este dibujo, él tenía unos quince o dieciséis años y su hermano Ambrosio, que moriría antes de los veinticinco, tendría unos tres más.

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Retrato de joven con ojos marrones. Tiza negra y roja. Anónimo francés  1558. Hermitage.

Retrato de muchacho con ojos marrones. Piedra negra y sanguina. Anónimo francés 1558. Hermitage.

Me parece que este muchacho ya empieza a sentir la importancia de llevar golilla y de tener criados que esté atentos a sus deseos. El peine frente al espejo ha hecho su trabajo, aunque quizás haya sido su noble madre quien le ha pasado un cepillo por la cabellera, no sin aderezarla con algún fijador, para que pueda posar ante un artista aúlico, quien, como suele decirse, “lo ha clavado”.

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Niño con un perro. Goauche. 1905. Picasso.Detalle.

Niño con un perro. Gouache sobre cartón. 1905. Picasso.Detalle.

El niño con su perro es un hermoso gouache sobre cartón de Picasso, preparatorio de un lienzo con personajes del mundo del circo que tenía pensado pintar en aquellos años de su “época rosa”. ¡Qué les voy a decir que ustedes no aprecien!

Picasso. El niño con su perro

Picasso. El niño con su perro


Pilane 2015. Donde la idea y la calidad de la escultura se hermanan con el paisaje

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Cambio de direccion (Moment in motion).  Bronce y acero. Detalle.  Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

Cambio de direccion (Moment in motion). Bronce y acero. Detalle. Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

Quiero compartir de nuevo mi paseo anual entre esculturas y cerca del mar en la Costa Oeste de Suecia.

Aunque la monótona repetición del llamado arte conceptual y los híbridos de un arte pop regurgitado me provoquen decir -pesimista yo- que el mercado del arte ha llevado a la escultura a sus horas más bajas, cada año, cuando vuelvo a Pilane, recupero el optimismo.

Aquí los escultores seleccionan el lugar adecuado para sus obras y las piensan para este rincón de la isla de Tjörn, en la costa del Bohuslän, en estos memorables  espacios luminosos, labrados por los glaciares y habitados desde la Prehistoria.

El Pilane Heritage Museum es fruto del amor a la escultura y a esta región de Peter Lennby, que ha sabido atraer y vincular a escultores, suecos y de otros países europeos, con estas rocas y estas praderas rodeadas por el mar, lugar idóneo para sus creaciones y construcciones en piedra, bronce, acero, aluminio y madera y otros materiales.

Versus. Bronce. Tony Cragg. Detalle. 2014. Foto R.Puig

Versus. Bronce. Tony Cragg. Detalle. 2014. Foto R.Puig

Año tras año vienen habituales como el británico Tony Cragg, se suman otros nuevos y aumenta la contribución de las escultoras, pues cinco de los nueve artistas del 2015 son mujeres.

Cambio de direccion (Moment in motion).  Bronce y acero. Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

Cambio de direccion (Moment in motion). Bronce y acero. Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

Las familias y los amantes del arte de todas las edades venimos entre mediados de mayo y final de agosto a disfrutar de sus obras, deambulando  por sus senderos como quien juega a buscar un tesoro, bajo la mirada de mayestáticas ovejas.

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El virtuosismo con el bronce de la sueca Lotta Hannerz auna la creatividad con la idea y el humor.

Worldmaker. Bronce. Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

Worldmaker. Bronce. Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

Worldmaker. Bronce. Detalle. Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

Worldmaker. Bronce. Detalle. Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

No sé si ando descaminado, pero a mí el rostro de su “creador de mundos” me recuerda a Kevin Spacey, pero más melancólico de lo corriente.

Worldmaker. Bronce. Detalle.  Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

Worldmaker. Bronce. Detalle. Lotta Hannerz 2015. Foto R.Puig

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El escultor francés Bernar Venet exhibe en Pilane tres de sus obras en acero corten

Angulos. Acero corten. Bernar Venet. 2015.   Foto R.Puig

Angulos. Acero corten. Bernar Venet. 2015. Foto R.Puig

jugando con la dinámica de sus particulares geometrías y un acertado emplazamiento

Cuatro lineas indefinidas y 223.5 grados Arc x10. Acero corten. Bernar Venet.  Foto R.Puig

Cuatro líneas indefinidas y 223.5 grados Arc x 10. Acero corten. Bernar Venet. Foto R.Puig

Cuatro lineas indefinidas. Acero corten. Bernar Venet. 2010. Foto R.Puig

Cuatro líneas indefinidas. Acero corten. Bernar Venet. 2010. Foto R.Puig

bajo el cielo y frente a la luz del verano escandinavo

Angulos. Acero corten. Bernar Venet. 2015. Detalle.   Foto R.Puig

Angulos. Acero corten. Bernar Venet. 2015. Detalle. Foto R.Puig

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De las sombras del boscaje surge la figura en bronce de un naturista, obligado a serlo por el mundo de piedra de donde parece llegar, cubierta su desnudez con la sola indumentaria de su propia barba

El naturista. Bronce. Laura Ford 2012.Foto R.Puig

El naturista. Bronce. Laura Ford 2012.Foto R.Puig

Esta criatura de la británica Laura Ford ha encontrado su verde gruta vegetal en el lugar más apropiado y parece brotar del mismo suelo

El naturista. Bronce. Detalle. Laura Ford 2012.Foto R.Puig

El naturista. Bronce. Detalle. Laura Ford 2012.Foto R.Puig

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Pretéritos milenios le separan de los seres de la sueca Maria Miesenberger que parecen llegados, siempre inquietos, siempre expectantes, de una dimensión extraña

Movimiento inmovil (Standing Motion). Acero inoxidable. Maria Miesenberger. 2012. Foto R.Puig

Movimiento inmovil (Standing Motion). Acero inoxidable. Maria Miesenberger. 2012. Foto R.Puig

para atraer a los visitantes con su tácita invitación al viaje

Movimiento inmovil (Standing Motion).  Acero inoxidable. Maria Miesenberger. 2012. Foto R.Puig

Movimiento inmóvil (Standing Motion). Acero inoxidable. Maria Miesenberger. 2012. Foto R.Puig

Pero ¿hacia dónde?

Cambio de direccion (Moment in motion).  Bronce y acero. Detalle. Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

Cambio de dirección (Moment in motion). Bronce y acero. Detalle. Maria Miesenberger. 2015. Foto R.Puig

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En un escenario de abedules, Katrinne Helmersson ha plantado un arreglo arbóreo de técnica mixta, composición oriental y aire de tótem de midsommar

Ziarat. Madera, tela, acero, cobre, plata y oro. Katrine Helmersso. 2015. Foto R.Puig

Ziarat. Madera, tela, acero, cobre, plata y oro. Katrine Helmersso. 2015. Foto R.Puig

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La “casa estrecha” del austriaco Erwin Wurm es un trasplante a estas praderas donde pastan los borregos, desde la bienal de Venecia, donde se exhibió junto al Gran Canal en el 2011,

Narrow House.  Erwin Wurm 2011.Foto R.Puig

Narrow House. Erwin Wurm 2011.Foto R.Puig

Se ha inspirado, dicen, en una casa belga.

El retrete no sólo es estrecho, tampoco es adecuado para estreñidos

Narrow House. Detalle. Erwin Wurm 2011.Foto R.Puig

Narrow House. Detalle. Erwin Wurm 2011.Foto R.Puig

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Hay otro árbol, este de aluminio, que camina y se desplaza con su copa rebelde de ropa sucia.

Hulda (Arbol híbrido).  Aluminio.  Linn Grannlund. 2015. Foto R.Puig

Hulda (Arbol híbrido). Aluminio. Linn Grannlund. 2015. Foto R.Puig

Es como si a su autora, la sueca Linn Grandlund le persiguiese el hato de la colada semanal. ¿Son las camisas de su marido las que abandona con alivio en los riscos de Pilane?

Hulda (Arbol híbrido). Aluminio. Detalle, Linn Grannlund. 2015. Foto R.Puig

Hulda (Arbol híbrido). Aluminio. Detalle, Linn Grannlund. 2015. Foto R.Puig

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¿No podría haberlas depositado en uno de los cestos primitivos que otro sueco, Greger Ståhlgren, ha dejado por los alrededores?

Cesto para piedras. Piedra y hierro. Greger Stahlgren. 2015. Foto R.Puig

Cesto para piedras. Piedra y hierro. Greger Stahlgren. 2015. Foto R.Puig

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Ya que comencé mencionando a Tony Cragg, concluyo con esa obra suya que ya estaba el año pasado y que despierta inevitablemente la curiosidad de grandes y pequeños

Versus. Bronce. Tony Cragg.  Detalle. 2014. Foto R.Puig

Versus. Bronce. Tony Cragg. Detalle. 2014. Foto R.Puig

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Hablando de los peques ¿qué les parece si acabamos con un ready made, con uno de esos objetos encontrados que hacían las delicias de Marcel Duchamp?

Les juro que estaba así en Pilane, que no lo he preparado.  Algún bebé lo perdió, una mano amiga lo encontró y lo puso ahí, por si los papas volvían a buscarlo o para que yo lo fotografiase para ustedes

El descanso del chupete. Objeto encontrado. Pilane 2015. Foto R.Puig

El descanso del chupete. Objeto encontrado. Pilane 2015. Foto R.Puig


Dibujos reunidos (VI) y Fisionomías (XVIII): Retratos de mujeres en el Hermitage

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Retrato de la princesa Daria Lieven. Lápiz, sanguina y creta sobre tela preparada. Thomas Lawrence. Entre 1812 y 1823. Hermitage.

Retrato de la princesa Daria Lieven. Lápiz, sanguina y creta sobre tela preparada. Thomas Lawrence. Entre 1812 y 1823. Hermitage.

Continuamos comentado algunos retratos y rostros del Gabinete de Estampas del Hermitage, a partir de una publicación del época soviética, cuando San Petersburgo era Leningrado. Empezamos por uno de los tiempos de los zares, cuando faltaba aún mucho para que los soviets tomasen el Museo.

La mirada de la dama que abre esta reseña ya te ha clasificado y decidido si te va a invitar otra vez a su salón de la Embajada Rusa en Londres o si más bien juzga que, por tus posibles, indumentaria o modales, no eres digno de sentarte a tomar el té con ella.  Un leve movimiento de su ceja derecha y tu suerte está echada.

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La siguiente, en actitud soñadora, es la esposa de un banquero de Edimburgo. Según explica Assia Kantor-Goukovskaïa en la edición de los dibujos, tenía treinta y seis años cuando el pintor la retrató en este magnífico dibujo al pastel.

Intriga el color de sus cabellos en contraste con las cejas oscuras. ¿Estaba de moda en la alta sociedad escocesa el teñido plateado? ¿O bien sus rizos ya encanecían tras varios lustros de matrimonio?

Retrato de Janet Grizel Cumming. Pastel sobre papel encolado en tela. John Russell. ss.XVIII a XIX. Hermitage.

Retrato de Janet Grizel Cumming. Pastel sobre papel encolado en tela. John Russell. ss.XVIII a XIX. Hermitage.

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En cambio, no sabemos quién sería esta viejecita que parece haberse adormilado mientras remienda los calcetines de su hijo. ¿Es la madre del artista? A juzgar por la delicadeza y el cuidado con que ha realizado el retrato no le debía ser indiferente.

Según comenta Tatiana Ilatovskaïa en su descripción, Otto Dix ha dibujado primero un boceto esquemático, para después, copiarlo con papel de calco y concluir el acabado.

Retrato de anciana. Lápiz. Otto Dix. Hacia 1020.Hermitage.

Retrato de anciana. Lápiz. Otto Dix. Hacia 1020.Hermitage.

Un dibujo elaborado cuidadosamente.

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Henri Matisse, por el contrario, se limita a un trabajo rápido con apenas treinta trazos de su lápiz. El rostro parece flotar al viento. Como subraya Assia Kantor-Goukovskaïa, el artista idealiza su modelo, acentuando los aspectos esenciales de la fisionomía.

Perfil de Mujer. Lápiz negro. Henri Matisse. Hermitage.

Perfil de Mujer. Lápiz negro. Henri Matisse. Hermitage.

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La jovencita del dibujo de Lenbach se viste con un kimono, pero ahí termina todo lo que de japonés pudiera tener este dibujo. La chica, aunque siga las modas de su tiempo, es alemana, de los tiempos del romanticismo germánico. Pareciera que nos esté mirando ahora con su ojos dulces, a poco de haber compuesto su moñete con unos alfileres, esos sí, llegados de algún bazar oriental.

En todo caso, el dibujante lo ha ejecutado, como comenta Assia Kantor-Goukovskaïa, con lo que se denominaba la técnica de Lenbach: ”manera rápida en el esbozo, contorno neto, trabajo detallado de la cabeza, toques y trazos vigorosos de pastel sobre las ropas y fondo apenas elaborado”.

La joven del abanico. Lápiz italiano y pastel sobre papel gris. Franz von Lenbach. ss.XIX a XX. Hermitage

La joven del abanico. Lápiz italiano y pastel sobre papel gris. Franz von Lenbach. ss.XIX a XX. Hermitage

En el siglo XIX y las primeras décadas del XX eran muchos los artistas europeos que trabajaban de esta manera. Por ejemplo, tres décadas más tarde, nuestro extraordinario pintor y retratista Ramón Casas (1866-1932) fue un eximio retratista que perfeccionó unas técnicas y acabados similares.

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Para mirada dulce, la de esta amante de Cristo, imaginada por el alemán afincado en Holanda Hendrick Goltzius (1558-1617) y perfilada con pocos trazos.

A mi modo de ver, aunque sea un personaje del Evangelio muy mitificado y además un fantasma sexual de la leyenda áurea, da la impresión de que el artista haya tenido ante sí a una mujer de carne y hueso, alguien de su entorno, probablemente en Roma, adonde se fue una temporada, ya famoso, agobiado por los conflictos matrimoniales con su esposa, una viuda adinerada que le doblaba en edad y que le financió el taller, con la que se casó a los 21 años.

María Magdalena. Piedra negra y blanca y sanguina sobre papel gris. Hendrick Goltzius. ss. XVI y XVII. Hermitage.

María Magdalena. Piedra negra y blanca y sanguina sobre papel gris. Hendrick Goltzius. ss. XVI y XVII. Hermitage.

La señora no debía tener el aire de la Magdalena…

Margaretha Jansdochter. Hendrick Golzius. Grabado 1580.

Margaretha Jansdochter. Hendrick Golzius. Grabado 1580.

…pero sin su dinero es posible que el artista no se hubiera abierto camino con el mismo éxito.

Sea como sea, de Roma volvió Hendrick con vigor renovado y siguió trabajando más de veinticinco años hasta su muerte.

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El siguiente retrato se atribuye también a un alemán afincado en Holanda,  Jan Boeckhorst (1604-1668), influido por Rubens, van Dyck y Jordaens, como comenta Youri Koutznetsov, editor de la publicación de estos retratos del Hermitage.

La joven en cuestión, vestida de raso y adornada con su sombrerito de plumas recuerda los retratos que Rubens hizo de su segunda mujer, Hélène Fourment.

 

Joven con boina. Piedra negra, sanguina, aguada negra y acuarela. detalle.  Atribuido a Jan Boeckhorst. Siglo XVII. Hermitage.

Joven con boina. Piedra negra, sanguina, aguada y acuarela. Detalle. Atribuido a Jan Boeckhorst. Siglo XVII. Hermitage.

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Y este retrato también me recuerda a los de Ramón Casas (1866-1932), precisamente contemporáneo del autor, Paul Cesar Helleu, pintor, grabador y diseñador, famoso retratista del París de la Belle Époque que destacó por sus cualidades de dibujante.

Retrato de mujer. Lapiz italiano, sanguina y creta. 19909. Paul Cesar Helleu. Hermitage.

Retrato de mujer. Lapiz italiano, sanguina y creta. 19909. Paul Cesar Helleu. Hermitage.

No es difícil comprobar que el pintor barcelonés y el estilista parisino tuvieron mucho en común, entre ellos y con otros dibujantes,  en la práctica del retrato de las actrices francesas de aquellos años.

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Según dice Assia Kantor-Goukovskaïa, la observación durante pocos segundos de la siguiente joven aquí retratada le bastó a Édouard Manet (1832-1883) para, con pocos trazos de un lápiz negro y blando, dejar plasmado el rostro de la parisina, pizpireta y segura de su juvenil encanto.

Retrato de Madame Jules Guillemet. Lapiz italiano. Édouard Manet. Hermitage.

Retrato de Madame Jules Guillemet. Lapiz italiano. Édouard Manet. Hermitage.

En otras apariciones su rostro estuvo, a mi juicio, teñido por un velo de melancolía y hieratismo.

El matrimonio Guillemet en el invernadero. Edouard Manet. Fuente www.repro tableaux.com

El matrimonio Guillemet en el invernadero. Edouard Manet. Fuente: “ReproTableaux”

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El siguiente rostro, como comenta de nuevo Assia Kantor-Goukovskaïa, es un retrato tan franco como la mirada de la muchacha, lejos de la frialdad neoclásica que sus sucesores reprocharon al autor, Dominique Ingres (1780-1867), críticas en parte debidas al largo diktat que el artista ejerció sobre los criterios estéticos en las escuelas de arte de su época, en Francia.

Retrato de joven. Grafito. Detalle. Dominique Ingres. 1815. Hermitage.

Retrato de joven. Grafito. Detalle. Dominique Ingres. 1815. Hermitage.

Según la comentarista se trataría del retrato de una joven de la familia Bonaparte en Italia.

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Y siguiendo con familias poderosas de la Francia napoleónica, este retrato es el vivo perfil de una dama del más puro estilo Imperio, Madame Tayllerand, la bella Catherine Noël Worlee, quien según otro comentario de Assia Kantor-Goukovskaïa, fue dibujado por Pierre-Paul Prud’hon, en 1806, cuando el pintor realizaba el retrato al óleo del hábil y glacial obispo secularizado y gran canciller de Napoleón, que se casó con ella en 1802, después de haberla tenido como amante.

Madame Tayllerand. Piedra negra y blanca sobre papel gris. 1806.  Pierre-Paul Prud’hon. Hermitage.

Madame Tayllerand. Piedra negra y blanca sobre papel gris. 1806. Pierre-Paul Prud’hon. Hermitage.

Graciosa y emblemática, parece salida de un medallón de la época. La nariz respingona tiene un aire de alegría créole que puede que le venga de su nacimiento en las Antillas.

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Si hay en esta colección un perfil con una mirada que hace soñar, es este del dibujo de François Boucher (1703-1770), pintor de picardías, amoríos campestres y escenas de alcoba. En este caso es el de una joven oliendo una rosa.

Como informa Irina Novosselskïa, hubo un grabador que lo reprodujo y lo divulgó bajo el título de l’Odorat (“El Olfato”).

La joven de la rosa. Piedra negra, sanguina y pastel sobre papel marrón. 1747. François Boucher. Hermitage.

La joven de la rosa. Piedra negra, sanguina y pastel sobre papel marrón. 1747. François Boucher. Hermitage.

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Por lo que respecta a la siguiente dama, la forma con que mira al dibujante es de satisfacción. La sonrisa es la de quien sabe que el artista, reconocido y cotizado, la va a dejar hermosa, y que el pago de su trabajo no le supone ningún problema. Se ha preparado con una permanente absolutamente perfecta y luce sus mejores perlas.

¿No les parece que por los corredores del chateau nos llegan los acordes de un laúd o los tonos vibrantes de un clavecín?

Retrato de una dama vestida en negro. Piedra negra y lapices de color con toques de pastel. 1631. Daniel Dumonstier. Hermitage.

Retrato de una dama vestida en negro. Piedra negra y lapices de color con toques de pastel. 1631. Daniel Dumonstier. Hermitage.

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El único retrato de esta colección de dibujos de mujer que ha sido hecho por una mujer, es uno de Anna Salvatore (1923-1978), pintora, escultora y escritora romana, vinculada al Arte Neorrealista italiano.

Como nos explica la estudiosa Assia Kantor-Goukovskaïa  sus “representaciones de jóvenes, enamoradas o soñando ante un libro, están llenas de encantación y de lirismo”.

La joven y su perro. Pincel y tinta china. Anna Salvatore. 1956.Hermitage.

La joven y su perro. Pincel y tinta china. Anna Salvatore. 1956.Hermitage.

Por mi parte, no tengo nada que añadir, si no que este dibujo no tiene nada que envidiar a los de su contemporáneo masculino Renato Guttuso, otro maestro del pincel y la tinta.

Por cierto, cuando revean La Dolce Vita, adivinen quién es Anna Salvatore en la secuencia del salón literario romano.

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Explica Irina Gregorieva que el último dibujo de mi selección es un trabajo preparatorio del pintor veneciano Giovanni Battista Piazzetta (1682-1754), que evolucionó del barroco tardío al rococó y destacó por su notable saber hacer, aunque no alcanzase el éxito de sus contemporáneo Tiepolo, el mejor dibujante del settecento veneciano.

Sin embargo, en una época en la que hubo en Venecia numerosos maestros del dibujo y del grabado, Piazzetta es quien abre una escuela de arte y forma a numerosos artistas en la técnica del desnudo académico y el retrato. Él mismo realizó magníficos retratos de mujeres, niños, músicos y ancianos, con un perfecto dominio del carboncillo realzado con creta blanca, que se distinguen por su plasticidad y dominio del claroscuro (*).

Retrato de una actriz en el papel de Diana. Piedra negra y blanca y sanguina. Giovanni Battista Piazzetta. siglo XVII. Hermitage.

Retrato de una actriz en el papel de Diana. Piedra negra y blanca y sanguina. Giovanni Battista Piazzetta. siglo XVII. Hermitage.

Este retrato es un ejemplo donde la “piedra negra y blanca” se realza con la sanguina (la técnica de los “tres lápices” tan utilizada por los retratistas del siglo XVII.

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Espero que ustedes lo hayan disfrutado

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————-  NOTAS  ——————–

  • A propósito de la fuente de mis dos entradas sobre los dibujos del Hermitage:

Se trata del libro The Hermitage. Western European Drawings (Los dibujos de Europa Occidental en el Hermitage), editado por Yury Kuznetsov (quien, por lo que se deduce de su presentación, debió de ser crítico de arte y experto del Hermitage durante los últimos veinte años de la época soviética), publicado en Leningrado en 1981 por la editorial Aurora Art Publishers, una casa editora que realizaba una impresionante labor de difusión de las colecciones de arte en los museos de la Unión Soviética y de artistas de toda Europa.  Se imprimió en la antigua Yugoslavia. Tengo tanto la edición en francés como la inglesa.

Siento no poder escribir el título en ruso y no haber podido solicitar ningún tipo de permiso de reproducción (si es que aún hace falta), pues no he encontrado huella de la editorial, desaparecida desde que Leningrado recuperó su antiguo nombre de San Petersburgo en 1991.

Tampoco he encontrado datos sobre el editor. Este blog no tiene ánimo de lucro, por lo que espero que publicar estas imágenes de ese libro, hace mucho agotado, no genere ningún problema.

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  • (*) Francesco Negri Arnoldi e Simonetta Prosperi Valenti, Il Disegno nella Storia dell’Arte Italiana, Roma, Carocci, 2010 (1986), p. 153.

Breverías erasmianas (XXII ): Coloquio del abad y la mujer instruida (“Abbatis et eruditae”)

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Colloquia Erasmi Roterodami. Ex Officina Hackiana 1664

Colloquia Erasmi Roterodami. Ex Officina Hackiana. Lugduni Batavorum 1664

Desde el Mauritshuis en tierras de Erasmo y para las muchas mujeres sabias de mi familia

Todo empezó en Paris a finales del siglo XV. Erasmo daba clases de latín para ganarse la vida. Los coloquios estaban pensados como modelos de conversación para hablar la lengua de Cicerón en circunstancia comunes de la vida cotidiana. Cuando alguien los copió y los publicó sin su permiso en 1518 en Basilea, con un prólogo de su amigo Beatus Rhenanus, nuestro humanista reaccionó, por un lado irritado por la gran cantidad de erratas del texto y por no haberle pedido autorización, por otro sintió el gusto del éxito editorial. En 1519 los revisa y los publica en Lovaina, sin osar firmarlos, para tres años más tarde sacar una nueva edición, esta vez con su nombre.

Para entonces, ya no sólo son modelos pedagógicos, pues ha encontrado en ellos la vía para poner en boca de personajes de comedia (al modo que hizo en el Elogio de la locura) las variadas críticas a la sociedad y, sobre todo, a los teólogos, eclesiásticos y religiosos de la época.

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura.  Monjes

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura. Monjes

Al morir, Erasmo dejó publicados más de setenta coloquios en catorce ediciones sucesivamente corregidas y aumentadas.

Como sabemos por tristes experiencias de nuestro tiempo y de muchos siglos de historia, la ironía, la caricatura y la comedia son las formas literarias que más irritan a los dogmáticos y fundamentalistas de toda laya.  A esos, que,con gusto hubieran querido ver arder a Erasmo en la pira, les hubiera bastado con que su obra se hubiera limitado a los solos coloquios para sentirse afrentados y montar en cólera.

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La mujer en este coloquio

Retrato de mujer de la Casa de Este. Pisanello. Museo del Louvre

Retrato de mujer de la Casa de Este. Pisanello. Museo del Louvre

No sería fácil resumir aquí las ideas de y la postura de Erasmo en relación con las mujeres, así como los textos en los que habla de ellas, en ocasiones refiriéndose a las que conoció personalmente. Además hay autores más competentes que han tratado el tema y no seré yo quien pueda enmendarles la plana. Por eso me limitaré a lo que este coloquio, que ya aparece en la edición de 1524, me inspira.

Juan Luis Vives, admirador y émulo de Erasmo en diferentes materias, había publicado en 1522 un tratado sobre La educación de la mujer cristiana, que no podía ser revolucionario, pero que sí defendía ideas innovadoras, como por ejemplo la de que las jóvenes debían tener acceso a la enseñanza de forma parecida a los varones, aprendiendo las letras desde los siete años. Las niñas a la escuela igual que nos niños… lo que, aún hoy, en vastas regiones de nuestro planeta sigue siendo una meta sometida a dura prueba.

Es bien conocida la posición de militancia misógina de los predicadores y de los literatos de la época que media entre 1450 y 1650 en Europa, de las que El Corbacho es una muestra temprana en la península ibérica. En la época de Vives la mujer, considerada inferior en facultades, desataba no pocas prevenciones y temores entre los hombres.

No es pues extraño que, a pesar de estar a favor de la educación de las niñas, Juan Luis Vives, acorde con la moral de la Iglesia y la tradición judeocristiana, afirme que la mayor cualidad de la mujer deba ser la castidad, pues en ella “nadie busca la elocuencia, ni el talento, ni la prudencia, ni el arte de vivir, ni la administración de la República, ni la justicia, ni la benignidad, sino la castidad…” que rehabilita todo lo que le pueda faltar en belleza, saber, inteligencia. A la mujer, el cuerpo la somete a mayores servidumbres, viéndose su juicio “afectado casi siempre” por los trastornos de la menstruación. Por todo ello, ella es como el cuerpo (al que toca servir) y el hombre es como el alma (a quien toca mandar) (De institutione feminae Christianae, I,VI). Así que no es extraño que Erasmo instase por carta a Vives, poco después de que el exilado valenciano se casase en Brujas en 1524, a ser menos duro con ellas.

El presente coloquio es un ejemplo de cómo Erasmo, con su ironía, pone en cuestión el lugar sumiso y secundario que la Iglesia, con el recurso del modelo de la Virgen María y el pretendido ejemplo de Cristo, le ha asignado a las mujeres en su sistema.

Contrapone a un abad con una mujer. Ella, cosa inaudita en su tiempo, tiene una biblioteca en latín y lee obras de filosofía y teología que se suponía sólo podían entender los varones eruditos.

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura.  Monje orondo

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura. Monje orondo y ostentoso

Frente a ella, el Abad, suprema autoridad de un monasterio, es decir del supuesto reducto de la ciencia de aquel tiempo, que gobierna sobre sesenta y dos monjes y se jacta de no tener un solo libro en su celda.

El monacato era una de las dianas de los dardos de Erasmo. La teatralización de la inferioridad intelectual y moral de un padre abad, ante una mujer cultivada y asidua lectora, es una forma de elogiar a las mujeres instruidas y, de pasada, ajustar cuentas con la incultura y la venalidad de los monjes, que el joven estudioso había experimentado durante seis años, antes de obtener la dispensa y exclaustrarse en 1493.

Pero vayamos a nuestra selección de extractos de la conversación entre Antronio y Magdalia. El nombre del primero alude a la ciudad de Antrón, en Tesalia, famosa por sus asnos de gran tamaño.

Así comienza:

Antronio. ¡Qué son estos muebles que aquí veo!

Magdalia. ¿Acaso no son elegantes?

Antronio. De eso no puedo opinar, pero en cualquier caso no convienen nada ni una joven ni a una madre de familia.

Magdalia. ¿Por qué motivo?

Antronio. Porque están atiborrados de libros

Se abre una discusión sobre lo que conviene a las mujeres nobles según el monje y…

Antronio. Te equivocas asociando la sabiduría y el agrado: la sabiduría no es femenina (“non est muliebre sapere”), mientras que lo propio de una mujer noble es vivir placenteramente.

Magdalia. ¿Acaso no ha de vivir todo el mundo de acuerdo con el bien?

Antronio. Sin duda.

Magdalia. Pero ¿cómo es posible vivir agradablemente sin vivir según el bien?

Antronio. Más bien lo contrario: ¿cómo se puede vivir a gusto viviendo según el bien?

Magdalia. ¿Así que alabas a quienes viven mal, con tal de que vivan con placer?

Antronio. Yo creo que vivir bien es vivir a gusto. (“Arbitror illos bene vivere, qui vivunt suaviter”)

Entramos en materia y, un poco más adelante, la mujer le interpela…

Magdalia. ¡Oh, abad sutil! ¡Como filósofo eres tosco! (“O subtilem abbatem, sed crassum Philosophum!”). Dime en qué estriba el placer para ti.

Antronio. En el dormir, en los festines, en hacer libremente lo que quiero, en el dinero y los honores.

Y como Magdalia le señale que en su lista falta la sabiduría, el abad replica con una pregunta…

Antronio. ¿A qué llamas sabiduría?

Magdalia. Es comprender que no hay felicidad humana fuera de los bienes del espíritu y que la fortuna, las dignidades y el nacimiento no sirven para hacernos ni más felices ni mejores.

…..

Antronio. No quisiera que mis monjes se dedicasen demasiado a la lectura (“Ego nolim meos monachos frequentes esse in libris”) … Constato que se vuelven menos dóciles: me discuten los decretos, las decretales, san Pedro y san Pablo… No me gusta que un monje responda (“non amo monachum responsatorem”), y me molestaría que uno de mis subordinados sea más sabio que yo.

A continuación sigue Antronio opinando sobre las actividades que son propias de la mujer y sobre aquellas que son nocivas para su virtud, como la lectura del latín, la lengua docta de la época. “Al límite soportaría que leas pero no en latín”, le espeta a Magdalia, “pues esa lengua no conviene a las mujeres”. ¿La razón? “Porque no ayuda a proteger su pudor”.

Magdalia. ¿Opinas que es indecente que yo aprenda latín para así conversar cada día con tantos y tan elocuentes autores, tan doctos, tan sabios y de tan buen consejo?

Antronio. Los libros arrebatan gran parte del cerebro a las mujeres, cuando además les queda poco

Y, más adelante:

Antronio. La frecuentación de los libros es causa de locura (“Librorum familiaritas parit insaniam”)

Magdalia. ¿No te parece que las charlas de borrachos, de payasos y de bufones producen el mismo efecto?

Antronio se permite decirle a Magdalia que a él no le gustaría estar casado con una mujer instruida. A lo que Magdalia replica que por suerte su marido no se parece a él, pues en su vida de pareja la cultura que comparten refuerza el afecto mutuo (“Nam et illum mihi, et me illi cariorem reddit eruditio”).

Busto de mujer. Florencia s.XV. Madera estucada y policromada. Museo del Louvre

Busto de mujer. Florencia s.XV. Madera estucada y policromada. Museo del Louvre

Cuando Magdalia le pregunta al abad si, en caso de morir mañana, preferiría morir más estulto que sabio, Antronio responde que preferiría morirse sabio, pero a condición de que la sabiduría se pueda conseguir sin esfuerzo.

Luego:

Antronio. He escuchado a menudo un dicho que afirma que mujer instruida es tonta por partida doble.

Magdalia. Ciertamente se oye, pero en boca de imbéciles, pues una mujer de verdad culta no se lo cree, mientras que una ignorante piensa que lo sabe todo, y demuestra así ser doblemente estúpida.

….

Magdalia. En épocas pasadas, era rara avis un abad ignorante, y ahora no hay cosa más corriente… Por el contrario, hoy todavía se pueden encontrar, y más de lo que tú crees, mujeres de nobleza eximia, en especial en España y en Italia, capaces de medirse con no importa qué erudito… Como os descuidéis, acabaremos por dirigir en lugar vuestro las escuelas de teología, pronunciaremos los sermones en vuestras iglesias y nos pondremos vuestras mitras.

Antronio. ¡Dios nos libre de tal peligro!

Magdalia. Bien ves que el teatro del mundo está cambiando; ¡que cada cual asuma su papel o que se retire de la escena!

Antronio. (¿Pero ¡cómo he podido tropezar con esta mujer?).

Si alguna vez vienes a verme, te recibiré con más amabilidad

Magdalia. ¿Cómo será eso?

Antronio. Bailaremos, beberemos en abundancia, cazaremos, jugaremos, reiremos.

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura. El monje el dinero y la mujer

Viñeta de Holbein en el Elogio de la locura. El monje el dinero y la mujer

Magdalia. Por el momento, ya me has hecho reír bastante

Cae el telón

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— NOTAS —

Texto latino: he utilizado la edición publicada en Leiden en 1664 (“ex oficina hackiana”) reproduciendo la edición completa de Froben en Basilea en 1533 (conseguida en una librería de viejo de Estocolmo hace ya muchos años).

No hay traducción completa de los Coloquios de Erasmo en español, a pesar que ya en 1527 empezaron a aparecer versiones sueltas al castellano, antes que en ninguna otra lengua vulgar, y en 1528 aparece la primera recopilación en castellano en Valladolid, de nuevo antes de que se hiciese en otras lenguas. ¡Y eso que en España ya empezaba a ser peligroso ser tildado de erasmista!

Pedro R.Santidrián editó para la colección Austral en el año 2001 dieciocho coloquios, 12 son una versión del siglo XVI publicada por Menéndez y Pelayo y revisada por Sntidrián, que además ha añadido seis traducidos por él mismo. El lector encuentra en esa edición una introducción y una bibliografía.

Beatrice d'Este. Atribuida a Gian Cristoforo Romano. hacia 1490. Museo del Louvre

Beatrice d’Este. Atribuida a Gian Cristoforo Romano. hacia 1490. Museo del Louvre


Mi trashumancia del verano 2015 (I): de puerto a puerto, de Gotemburgo a Hamburgo

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El puerto de Gotemburgo. Foto R.Puig

El puerto de Gotemburgo. Foto R.Puig

El día 5 de agosto embarqué con mi furgoneta en el ferry de Gotemburgo a Kiel. El día 6 a mediodía ya estaba en disposición de recorrer Hamburgo durante un día y medio.

El viaje en el Stena Germanica que, según reza su publicidad, es el primer buque no contaminante del mundo, exclusivamente movido por combustible “verde”, te lleva a Kiel en una noche.

La costa oeste de Suecia en la ruta hacia Kiel. Foto R.Puig

La costa oeste de Suecia en la ruta hacia Kiel. Foto R.Puig

Pido disculpas por no haber visitado la ciudad de Kiel que -me cuenta un amigo que la conoce bien- merece el paseo.  ¡Ya caerá en otra crónica!

El caso es que me había propuesto una visita bien precisa, por lo limitada, de Hamburgo, de algunas de sus obras de arte y de su puerto. Más que suficiente para una jornada.

Así que este primer artículo de mi acostumbrado recorrido veraniego comienza por un puerto y acaba en otro, camping mediante, bien comunicado por autobús con la “ciudad libre y hanseática”.

La salida en ferry al atardecer por la ría y el puerto de Gotemburgo suele ser siempre sugestiva. Me dejo en la recámara no pocas imágenes de esta morosa parte del viaje.

Hasta la vista Gotemburgo. Foto R.Puig

¡Hasta la vista Gotemburgo! Foto R.Puig

Hamburgo desborda en todos los aspectos.

Empecé por pedir ayuda en la Oficia de Información Turística de la Estación Central. Debí de tener mala suerte con la funcionaria que se ocupó de mí y que a mis preguntas sencillas sobre museos y sus horarios respondía que me leyese el escueto plano-guía (por llamarlo de algún modo) que me habían dado en el camping, datos que ahí no estaban.

Le compré una guía en castellano y un buen plano, pero el tenerse que levantar del asiento y llegarse hasta una estantería a sus espaldas para cogerlos parecía irritarle sobremanera, por lo que, después de pagar, me despedí dándole un consejo gratuito. Le recomendé con amabilidad que hiciese algunas pausas en su trabajo sedentario, por ejemplo levantándose de vez en cuando de la silla, pues pasar demasiado tiempo en la poltrona no es bueno para la salud.

No me tiró nada a la cabeza porque los objetos arrojadizos estaban en la estantería.

Hamburgo. Estacion central. Foto R.Puig

Hamburgo. Estacion central. Foto R.Puig

Hamburgo. Estacion central. Foto R.Puig

Hamburgo. Estacion central. Foto R.Puig

Mi refugio frente al bullicio de las calles y a la visión de las rocosas edificaciones guillerminas del embarcadero de turistas, el Landungsbrücken, fueron los interiores de sus museos e iglesias y los exteriores de los abundantes parques y orillas de esta ciudad exuberante.

De ello hablaremos en sucesivas crónicas.

Hamburgo. Aliviando el calor. Foto R.Puig

Hamburgo. Aliviando el calor o los vapores de la cerveza. Foto R.Puig

El Ayuntamiento, neorrenacentista de la segunda mitad del siglo XIX, me dicen que tiene más habitaciones que el Palacio de Buckingham. Resulta airoso a pesar de todo y está bien situado junto al río Alster y a sus cisnes.

Hamburgo. Plaza del Ayuntamiuento. Foto R.Puig

Hamburgo. Plaza del Ayuntamiuento. Foto R.Puig

Tras un café reparador en el interior de una elegante cafetería-confitería, situada a pocos pasos, en la que hay un mural de colores estridentes con los rostros de cuatro presidentes de Hamburgo, decidí que el pastel de ciruelas me había dado energías para caminar hacia el Elba.

Al final de mi largo día, acabé por rendirme a la excursión portuaria en una nave atestada con 250 turistas.

Como faltaba más de media hora para el embarque, descendí al túnel que comunica el Landungsbrücken con la otra orilla del Elba. No lo hubiera descubierto si mi hija no me hubiera hablado de esta peculiar galería alicatada, como un cuarto de baño o las viejas estaciones del metro de Madrid, a lo largo de sus más de cuatrocientos metros.

¡Pero atención a que no te mate uno de los ciclistas que la recorren en una especie de prueba a contrarreloj!

Tunel bajo el Elba. Hamburgo. Foto R.Puig

Tunel bajo el Elba. Hamburgo. Foto R.Puig

¡Y ahora a contemplar el puerto!

Por catorce euros el barco me llevó durante una hora y cuarto por los muelles del puerto del Elba, entre inmensos buques de transporte de contenedores y gigantescas grúas. Las jarras de cerveza circulaban por las mesas y un altavoz a todo volumen resonaba durante todo el viaje con la voz atronadora de un guía que, en alemán, me arruinó la posible meditación que estas inmensas estructuras y la febril actividad del puerto hubieran podido suscitar.

En la cubierta del Fantasia. Foto R.Puig

En la cubierta del Fantasia. Foto R.Puig

Seguramente hay navecillas más modestas, pero este barco era el que ofrecía un recorrido más largo y completo.

El comentarista nos bombardeaba con cifras de cientos de millones de euros de contratos navieros, de negocios con Arabia Saudita, de tonelajes increíbles… números y más números sobre los miles de operaciones de carga y descarga, de la cantidad de muelles y grúas y otros datos abrumadores que ya no recuerdo.

Un carguero descomunla en el puerto de Hamburgo. Foto R.Puig

Un carguero descomunla en el puerto de Hamburgo. Foto R.Puig

La paradoja es que ese barco en el que realicé mi visita al puerto más grande de Europa, se denomina “Fantasía”. ¡Aviso para navegantes!

Aparentemente exhausto tras su largo discurso, el guía confirmó su pragmatismo de calculadora, apostándose a la salida con un sombrero, en el que ya había algunos billetes y que sonriente y sudoroso esperaba llenar de propinas.

Menos mal que en mi misma mesa, una perrita, tranquila, me había dado ejemplo de paciencia.

En la cubierta del Fantasia. Foto R.Puig

En la cubierta del Fantasia. Foto R.Puig

En la próxima entrega reseñaré las horas de meditación que Hamburgo me procuró. Como anticipo, les ofrezco unas imágenes del retablo de San Pedro en la iglesia de St. Jacobi. Un templo de peregrinos, como su advocación recuerda.

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig

Este niño Jesús parece modelar un cantarillo o quizás reparar una pequeña cacerola, evocación probable de la corporación que pagó la obra. Es un trabajo de artistas, que yo sepa anónimos, fechado en 1508.

Pero es sobre todo el rostro de la dama coronada que acompaña al niño y a su madre, el que nos prepara para el próximo capítulo de mi crónica de Hamburgo: mi visita a la Ernst Barlach Haus y al Jenischpark que la rodea, cuyos árboles centenarios se asoman al Elba, ya lejos del tráfago del puerto.

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig



Trashumancia 2015 (II): en la Ernst Barlach Haus de Hamburgo

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Jenischpark. Hamburgo. Foto R.Puig

Jenischpark. Hamburgo. Foto R.Puig

Acababa mi crónica del domingo pasado con un rostro gótico de la Iglesia de St.Jacobi en Hamburgo.

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig

Retablo en el altar de San Pedro. Iglesia de St. Jacobi. Hamburgo. Detalle. Foto R.Puig

La soñadora. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

La soñadora. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

Mi propósito era preparar el salto a uno de los museos que he visitado en esta breve visita a la ciudad: la Ernst Barlach Haus. 

Ernst Barlach Haus. Hamburgo. Foto R.Puig

Ernst Barlach Haus. Hamburgo. Foto R.Puig

Está a las afueras de Hamburgo, en el entorno sosegado y majestuoso del Jenischpark, que desciende dulcemente hacia las orillas del Elba, en Altona.

Jenischpark. Hamburgo. Foto R.Puig

Jenischpark. Hamburgo. Foto R.Puig

No muy lejos, en Wedel, quise visitar también la casa natal del escultor (Ernst Barlach Museum). Pero no me alcanzó el tiempo para acercarme hasta allí. ¡Otra vez será!

Ernst Barlach. Autorretrato al carboncillo. 1928. Catálogo de la Ernst Barlach Haus

Ernst Barlach. Autorretrato al carboncillo. 1928. Catálogo de la Ernst Barlach Haus

A Ernst Barlach (1870-1938) le tocaron tiempos terribles. Nació cuando la guerra franco-prusiana laceraba Europa. Su vida adulta transcurrió desde las vísperas de la Primera Guerra Mundial hasta el auge del nazismo y la persecución desencadenada por Goebbels contra el arte degenerado,  que arrasó con sus obras y su vida.

Hitler y Goebbels ante una escultura que parece ser de Barlach en la Exposición de Arte Degenerado

Hitler y Goebbels ante una escultura que parece ser de Barlach en la Exposición de Arte Degenerado

Creo que todo eso ayuda a entender el espíritu, tanto de su obra literaria, principalmente teatral, como el sentido de su escultura. Sus dramas acaban a menudo en el suicidio y sus esculturas parecen interpelar a un dios que se niega a sí mismo en la realidad que se supone ha creado.

Hombre en el cepo. Bronce. Detalle. Ernst Barlach. 1918. Foto R.Puig

Hombre en el cepo. Bronce. Detalle. Ernst Barlach. 1918. Foto R.Puig

Hombre en el cepo. Bronce. Ernst Barlach. 1918. Foto R.Puig

Hombre en el cepo. Bronce. Ernst Barlach. 1918. Foto R.Puig

Camino de la Ernst Barlach Haus, tras visitar la Jenisch Haus (de la que hablaré otro día), trabé conversación con un empleado ruso de esa aristocrática mansión-museo.

Mi interlocutor no parecía apreciar mucho la obra de Barlach, por considerarlo “un escultor de iglesias”.

El que predica en el desierto. Ernst Barlach. Roble. 1910. Foto R.Puig

El que predica en el desierto. Ernst Barlach. Roble. 1910. Foto R.Puig

Algo así les pasa a algunos críticos de arte.

Pero, a mí modo de ver, el hecho de haber ejecutado esculturas para algunos templos (en Lübeck hay magníficas muestras), no hace de él un escultor religioso. No es que el haberse limitado a la obra “religiosa” hubiera resultado en desdoro de sus creaciones, sino que lo que Ernst Barlach ha expresado en sus obras son los presentimientos y las ausencias de sentido de los seres humanos, la búsqueda pertinaz de salida ante todas las muertes que nos rodean y ante la última, la que siempre llega.

La pensadora. Ernst Barlach. Roble. 1910. Detalle. Foto R.Puig

La pensadora. Ernst Barlach. Roble. 1910. Detalle. Foto R.Puig

La pensadora. Ernst Barlach. Roble. 1910. Foto R.Puig

La pensadora. Ernst Barlach. Roble. 1910. Foto R.Puig

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Las raíces del expresionismo y de los tipos humanos de su escultura no son exclusivamente alemanas.

Aunque su sólida profesionalidad, adquirida en los oficios de esculpir, de modelar y de dibujar en centros de formación germánicos (Hamburgo y Dresde) expliquen la calidad exquisita de su saber hacer, modelando, tallando y vaciando al bronce (fue también un extraordinario ceramista) se detectan en su obra otras formas y otros ámbitos de la creación europea.

“Berserker”, el Guerrero furioso. Nogal. Ernst Barlach. 1910. Foto R.Puig

Hay que pensar en sus dos estancias en Francia (de 1895 a 96 y una segunda vez en 1897)

Chartres. Detalle de friso en la fachada lateral . Foto R.Puig

Chartres. Detalle de friso en la fachada lateral . Foto R.Puig

Friso de los que escuchan 1931 a 1935. Ernst Barlach. Roble. Foto R.Puig

Friso de los que escuchan 1931 a 1935. Ernst Barlach. Roble. Foto R.Puig

y en su año en la Villa Romana de Florencia (1909)

Detalle de la Cantoria del Duomo de Florencia. Luca Della Robbia

Detalle de la Cantoria del Duomo de Florencia. Luca Della Robbia

Hombre suspendido. Ernst Barlach. Carboncillo. 1912. Foto R.Puig

Hombre suspendido. Ernst Barlach. Carboncillo. 1912. Foto R.Puig

Influjos que, fundidos con su vivencia del arte medieval alemán, permiten a mi juicio entender las inconfundibles fisionomías de Barlach

El vagabundo. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El vagabundo. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El herido. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El herido. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

Los pies del herido. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

Los pies del herido. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El creyente. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El creyente. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El peregrino. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El peregrino. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El que siente. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

El que siente. Ernst Barlach. Roble. Detalle. Friso de los que escuchan 1931 a 1935.Foto R.Puig

Sin olvidar una serie de obras que tienen que ver con su breve paso por el sur de Rusia en 1906

Ciego y mujer mendicantes rusos. Ernst Barlach. 1906. Foto R.Puig

Ciego y mujer mendicantes rusos. Ernst Barlach. Gres. 1906. Foto R.Puig

Mendiga rusa. Ernst Barlach. Bronce. 1907. Foto R.Puig

Mendiga rusa. Ernst Barlach. Bronce. 1907. Foto R.Puig

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Nada más lejos del modelo ario que pretendió imponer Goebbels en el arte alemán a través de una persecución furibunda de los “artistas degenerados”, que se concretó, contra el escultor y dramaturgo Ernst Barlach, en un crudelísimo acoso personal y un derribo público del hombre y de su obra.

El refugiado. Ernst Barlach. Bronce. 1920. Foto R.Puig

El refugiado. Ernst Barlach. Bronce. 1920. Detalle. Foto R.Puig

El refugiado. Ernst Barlach. Bronce. 1920. Foto R.Puig.

El refugiado. Ernst Barlach. Bronce. 1920. Foto R.Puig.

Ernst Barlach acabó muriendo, despojado de todos los reconocimientos académicos y oficiales, interdicto de actividad creadora y académica, con la moral y la salud hundidas, en una clínica de Rostock el 24 de octubre de 1938, en vísperas de la mayor explosión de barbarie en la historia de la civilización europea.

(Al final de mi visita, la amable empleada que me ayudó a documentarme en la Barlach Haus, me explicó que probablemente su muerte fue una libre decisión, es decir un suicidio, aunque la versión oficial es que murió de infarto)

El solitario. Ernst Barlach. Roble. 1911. Foto R.Puig

El solitario. Ernst Barlach. Roble. 1911. Foto R.Puig

NOTA: Las fechas de las obras en bronce no son necesariamente las de su vaciado sino las de su modelado.


Trashumancia 2015 (III) y Fisionomías (XIX): rostros en el Tiempo en el Kunsthalle de Hamburgo

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Fachada del Kunsthalle de Hamburgo. Foto R.Puig

Fachada lateral del Kunsthalle de Hamburgo. Foto R.Puig

Mi visita a Hamburgo no habría dado para nada más si el Museo de Arte (Kunsthalle) no se hallase en proceso de reforma.

Las reformas de arquitectura y organización de los grandes museos no son una resurrección en el sentido evangélico, pero dan nuevo impulso a estas instituciones beneméritas. Algo así como ese Jesús que, usando como pértiga el lábaro de la cruz y en una forma física envidiable, se escabulle de la tumba en el cuadro del Maestro Francke (1383-1436).

Resurreccion de Cristo. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Resurreccion de Cristo. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Kuntshalle Hamburgo. Maqueta del proyecto de renovación. Foto R.Puig

Kuntshalle Hamburgo. Maqueta del proyecto de renovación. Foto R.Puig

Hasta que las obras se concluyan, lo que se visita es solamente una selección a la que se accede por un moderno edificio al costado del histórico edificio. De todos modos, como la muestra es de por sí enorme, me limito a añadir un capítulo a mi serie de Fisionomías, extraídas del Kunsthalle,

Me ha parecido útil ordenar las obras cronológicamente, para seguir de alguna manera la percepción y la representación artística del ser humano, que tanto han evolucionado en Europa, entre finales del siglo XV y primer tercio del XX. Es una muestra muy limitada, pero estas obras reflejan patrones iconográficos, técnicas y propósitos diversos en la representación del rostro.

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Los patrones iconográficos del siglo XV

Es característico de la figuración del rostro humano en la pintura centroeuropea del final de la Edad Media, con la excepción de los maestros italianos del Quattrocento, el que, anclada en los cánones góticos, reproduce las fisionomía de las emociones (pena, crueldad, llanto, etc.) según unos rictus establecidos (disposición del entrecejo, los párpados, la boca).

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Se aprecia bien en las hermosas tablas del Maestro Francke (1383-1436) que posee el Kunsthalle de Hamburgo.

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Martirio de Santo Tomas de Canterbury.Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Martirio de Santo Tomas de Canterbury.Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Verdugo del martirio de Santo Tomas de Canterbury. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Verdugo del martirio de Santo Tomas de Canterbury. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

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Adentrándose en el s. XVI

Aunque, la maestría de lo mejores, como es el caso de Hans Holbein el Viejo (1465-1524), renovará las formas, apartándose de los estereotipos e introduciendo expresiones individualizadas.

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Los personajes de sus cuadros tienen rostros reales, corresponden a individuos de la sociedad de su tiempo.

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

De hecho, este artista, padre de Hans Holbein el Joven (1497 ?-1543), el retratista de Erasmo, de Enrique VIII y de hombres y mujeres de la Corte de Inglaterra, se representó a sí mismo en alguno de sus cuadros y también retrató a sus hijos.

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Fisionomías del s.XVII

Ahora, me perdonarán ustedes el salto de más de cien años, pero supongo que, cuando las colecciones del museo se puedan ver completas otra vez y si la salud me acompaña, me daré otra vuelta y completaré esta modesta antología.

Lo que no puede ser considerado modesto es este extraordinario retrato firmado por Anton van Dyck (1599-1641). El retratado no tiene cara de mezclarse con plebeyos, pero parece que nos envidia y que estaría dispuesto a dejar su golilla y vestirse de trapillo, con tal de venirse a un chiringuito de las playas que tengo aquí cerca, a compartir un arroz al bogavante con nosotros. ¡Cómo destila melancolía!

Retrato de un caballero. Anton van Dyck. Oleo sobre lienzo. 1618. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de un caballero. Anton van Dyck. Oleo sobre lienzo. 1618. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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El cardenal Alessandro Damasceni por Bernini. Marmol. 1622 a 23. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El cardenal Alessandro Damasceni (1571-1623) por Bernini. Marmol. 1622 a 23. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En cuanto a este cardenal, no sé muy bien qué decir… Era nipote de Papa por parte de madre y parece que recursos no le faltaban. No sé que bocatto di cardinale habría yo podido ofrecerle, salvo que le hubiese invitado al restaurante de Quique Dacosta en Denia, lo que me obligaría a desembolsar demasiados euros y no está mi bolsillo en disposición de hacerlo. ¡Y lo mismo se me hubiera vuelto a morir a los postres de la misma congestión que le mató!

En todo caso, el busto de Bernini lo ha inmortalizado en trance de profundas reflexiones, en vísperas de su tránsito a peor vida (mejor que la de un cardenal de la época barroca no pienso que le hubiera ofrecido San Pedro) pues la fecha de ejecución del busto se solapa con la de su muerte.

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Retrato de Maurits Huygens. Rembrandt. Oleo sobre tabla.Detalle. 1632. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Maurits Huygens. Rembrandt. Oleo sobre tabla.Detalle. 1632. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Este alto funcionario del Consejo de Estado en los Países Bajos, además de familiar de famoso científico holandés Christian Huygens, parece un hombre de buen humor. Bajo su poblado entrecejo, Rembrandt ha captado la campechanía de un burgués, habituado a vivir bien y a no temer las complicaciones de la Administración, en la que seguramente se movía como pez en el agua.

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 En la segunda mitad del siglo XVIII

Los estereotipos no se han extinguido con el final de la Edad Media, al menos no en la representación de este filósofo, la cartela se pregunta si no será más bien un famoso padre de la Iglesia, pues recuerda a tantas y tantas representaciones del santo de la calavera en el desierto que escribió la Vulgata -¿me siguen?- aunque, en este caso, sin el símbolo de memento mori, aunque sí con las canas desmelenadas sobre su calva e inclinado sobre un enorme mamotreto.

Filosofo. Fragonard. 1764. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Filosofo. Fragonard. 1764. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Sin embargo, considerando la obra es de Fragonard, yo pensaría más bien que este cuadro no tiene carácter religioso y que pudiera tratarse de un viejo verde enfrascado en la lectura de historias picantes…

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Siempre Goya

Retrato de Tomas Perez Estala. Goya. Oleo sobre lienzo.Detalle. 1795. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Tomas Perez Estala. Goya. Oleo sobre lienzo.Detalle. 1795. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

A este personaje también se le sale el alma por los ojos, o lo que se supone es el alma, es decir el rebose de una satisfacción, la de haber llegado a ser alguien en la sociedad de su tiempo, nada más ni nada menos que que Intendente de la provincia de Almadén.  No vemos aquí su porte, pues me limito a mostrar el rostro de este despiadado retrato de la mano de Goya, pero la actitud y la mirada de este funcionario me hace pensar en cómo sería la jornada laboral de sus subordinados…

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Gentes de Hamburgo

Quien no parecería haber tenido una jornada laboral excesivamente dura, es esta dama finisecular. Pero, las apariencias engañan, o quizás su trajín con los nueve hijos que tuvo de un prohombre de Hamburgo, más que desmejorar su lozanía, le infundían entusiasmo.

Retrato de Elisabeth Hudtwalcker. Jean Laurent Mosnier. Oleo sobre lienzo.Detalle. hacia 1798. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Elisabeth Hudtwalcker. Jean Laurent Mosnier. Oleo sobre lienzo.Detalle. hacia 1798. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En realidad, su marido, heredero de una próspera industria de aceite de pescado, era un activo partidario de las Luces. No me cabe la menor duda, de que su querida Elisabeth también le infundía luz, al menos si creemos a la que despide este extraordinario retrato de Jean Laurent Mosnier (París 1743 – San Petersburgo 1808), pintado durante su etapa de exiliado en Hamburgo.

Disculpen si no puedo evitar el pensamiento de que eran las ventas de aceite de hígado de bacalao y de grasa de ballena de su rico marido, las que permitían comprarle a su señora los sombreros y pagar un amplio servicio doméstico, incluidas las niñeras e institutrices.

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Nos vamos al siglo XIX…

¡Y quien nos introduce es Inmanuel Kant !

Inmanuel Kant por Friedrich Hagemann. Marmol. 1801. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Inmanuel Kant por Friedrich Hagemann. Marmol. 1801. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Aquí no es luz lo que brota del retrato, más bien el mundo se sepulta en el cerebro del filósofo, quien parece habérselo sorbido entero a través de sus ojos.

Cuando esta efigia suya se esculpió tenía setenta y siete años y le quedaban tres de vida. Es significativo que pose sin la característica peluca con la que se le representa siempre.

Es como si ya no le hicieran falta no sólo los adornos, sino ni tan siquiera los sentidos, como si el Espacio y el Tiempo se hubieran quedado mudos en sus labios.

Su mano sin embargo seguía escribiendo, acababa de publicar la Lógica y se entretenía en el repaso de las más de 3000 páginas de apuntes que los alumnos de sus clases de Geografía habían compilado para él. Puede que cuando posaba para el escultor, soñase con aquellos mundos de ultramar que nunca visitó pero de los que disertó con detalles exóticos durante varias décadas. ¿O se estaría haciendo una de sus preguntas? ¿aquella de “qué puedo esperar?”

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¡Ay de los románticos!

Quien no deja de darnos cierta pena, es este joven pintor alemán, Philipp Otto Runge (1777-1810), de quien, como de tantos otros artistas y literatos románticos, la tuberculosis truncó una prometedora carrera, llena de innovaciones plásticas, cuando sólo tenía treinta y tres años y además había publicado su teoría de los colores (La Esfera de color), sobre la que mantuvo correspondencia con Goethe.

 Autorretrato. Philipp Otto Runge con 25 años. 1802. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Philipp Otto Runge con 25 años. 1802. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

La prueba de su saber hacer y de su forma diferente de retratar es el grupo de los niños de una familia de rancio abolengo, que hoy sería visto como un anticipo de un hiperrealismo de matices oníricos y secretamente inquietantes

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Y si no lo creen, piensen en cómo les mira este infante…

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El retrato de Paulina también va cargado de presentimientos sin fondo…

Retrato de Paulina. Philipp Otto Runge. 1805. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Paulina. Philipp Otto Runge. 1805. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Parece que, con la mirada, le esté diciendo al pintor: ¿Mi querido Otto, por cuánto tiempo podré verte todavía? 

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A Bianca Capello era más bien el pintor alemán de estilo clasicista y técnica impecable,  Anselm Feuerbach (Espira 1829 – Venecia 1880), quien estaba encantado de tenerla como modelo.  

Bianca Capello por Anselm Feuerbach. 1864 a 1868. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Bianca Capello por Anselm Feuerbach. 1864 a 1868. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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No podían faltar los impresionistas

Deambulando por las salas del Kunsthalle de Hamburgo en busca de fisionomías, es inevitable que salgamos de Alemania y nos orientemos hacia la luz de los rostros del impresionismo francés. El museo está bien provisto.

Josephine Gaujelin por Degas. 1867. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Josephine Gaujelin por Degas. 1867. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En este caso, es una bailarina y actriz francesa que aparece en varios cuadros de Edgar Degas consagrados al mundo del ballet. Dicen que encargó su retrato, pero que al encontrarse frente a su propia mirada sintió que la imagen de sí misma no le era favorable y lo rechazó.

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Todo lo contrario parece decirnos Madame Henriot, una actriz retratada en varias ocasiones por Renoir. 

Madame Heriot. por Renoir. 1882. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Madame Henriot. por Renoir. 1882. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Quien no estaba de buen humor, cuando el impresionista alemán Max Liebermann la inmortalizó un año más tarde en su actitud enfurruñada, era la pequeña Eva

Eva. Max Liebermann. 1883. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Eva. Max Liebermann. 1883. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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El llamado postimpresionismo

El estado de ánimo es el contrario en la modelo de este cuadro famoso, varias veces recreado por Edvard Munch. Probablemente sus divagaciones, si las hay, no tengan que ver nada con las de Kant. Bien podría estar levitando como una santa teresa: “¡Vivo sin vivir en mí!”

Madonna. Edvard Munch. 1893 a 95. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Madonna. Edvard Munch. 1893 a 95. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Cezanne

Autorretrato. Cezanne. 1877 a 78. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Cezanne. 1877 a 78. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Quien si estaba obligado a vivir en sí, y bastante frustrado por cierto, era Cezanne, escarnecido hasta el sarcasmo por los críticos de arte, quienes justo en este mismo año en que se autorretrataba, lo habían fustigado de modo inmisericorde con la mayor ceguera, con ocasión de la tercera muestra impresionista en París (1877).

Lo he puesto al final con esa mirada de interrogación del sufridor nato, pues sin él no se podría haber llegado a la revolución cubista de nuestro siguiente artista…

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En el siglo XX

El marchante Clovis Sagot. Picasso. 1903. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El marchante Clovis Sagot. Picasso. 1903. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Picasso desmontaba los rostros para volverlos a montar a su manera, pero para llegar a eso fue necesaria la magia de Cezanne, en cuyas obras nunca se sabe si la escena, los paisajes, los cuerpos o los rostros están en trance de aparecer o de desaparecer.

Con Picasso se esfuman, pero por un instante, sólo el tiempo que él necesita para recrearlos cual un dios de la pintura, para que queden ahí, inmutables, para siempre.

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Por el contrario Paula Modersohn-Becker (Dresde 1876 – Worpswede 1907) no aspiró a diosa, sólo quiso ser pintora, aunque permanentemente insatisfecha, compulsiva, dispuesta a quemarse en el intento.

También vivió y pintó en París, pero ella, no obstante haber sido una apasionada admiradora de Cezanne, no desmonta a nadie como Picasso, sino todo lo contrario. En este cuadro parece como si ella misma se hubiese introducido en la mirada de la anciana. Una pintora joven que siente ya con los sentimientos de una vieja.

Campesina anciana. Paula Modershon Becker. 1903.Oleo y tempera. sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Campesina anciana. Paula Modershon Becker. 1903.Oleo y tempera. sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Fue una pintora alemana, y una de las representantes más precoces del movimiento expresionista en su país.

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Renoir fiel a sí mismo

La tamborilera. Renoir 1909. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

La tamborilera. Renoir 1909. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Ya no es la forma de los años ochenta del siglo anterior, Renoir a sus sesenta y ocho años pinta como quien respira y respira como quien ama, en particular a las fieles modelos de su entorno, jóvenes ideales de una arcadia luminosa.

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Expresionismo alemán

Mujer rumana. Max Beckmann 1922. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Mujer rumana. Max Beckmann 1922. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Nada que ver con el ambiente de depresión posbélica de la Alemania en que vivía Max Beckmann cuando entre uno y otros de sus lienzos desgarrados, captó la lúcida mirada de esta mujer de rictus amargo. Es bien sabido que a los nazis no les agradó su nueva objetividad, es decir su mirada, más dura aún que la esta modelo, y su arte fueron considerados “degenerados”.

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Algo parecido ocurría por aquellos años con Otto Dix, miembro de la misma corriente artística y también víctima de la persecución nazi, que en su caso lo tuvo en prisión y en un tris de acabar ante el paredón.

Estos rostros, en especial el del niño, hablan por sí solos de lo que el artista entreveía en el futuro cercano de Alemania.

Maternidad. Otto Dix 1924. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Maternidad. Otto Dix 1924. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Pero Anita Rée (1885-1933) no sobrevivió al acoso.

A ella no sólo la asediaron por sus obras, sino en particular por ser de familia judía.

Se quitó la vida tres años después de haberse retratado a sí misma en este lienzo.

Fue un conserje del Kunsthalle de Hamburgo quien salvó este cuadro, junto con otros de la misma pintora, escondiéndolos en su propio piso, defendiéndolos de la quema de las obras del arte degenerado.

Autorretrato. Anita Reé. 1930. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Anita Reé. 1930. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Y, así, perplejos ante al futuro del arte y el de este mundo, que creemos conocer, pero de cuyo futuro lo ignoramos todo, nos despedimos de Hamburgo, por hoy.


Trashumancia 2015 (IV): abrimos un paréntesis

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De mañanita cerca de La Haya. Foto R.Puig

De mañanita cerca de La Haya. Foto R.Puig

Tras dejar Hamburgo, hice alto en un camping cerca de La Haya, en Wassenaar, a ocho kilómetros de las playas del Mar del Norte y doce en autobús suburbano de la sede del Parlamento y el Gobierno de los Países Bajos.

De mañanita cerca de La Haya. Foto R.Puig

De mañanita cerca de La Haya. Foto R.Puig

Por la mañana paseo junto a canales apacibles que bordean antiguas granjas

¿Y al atardecer?

A la caida de la tarde cerca de La Haya. Foto R.Puig

A la caida de la tarde cerca de La Haya. Foto R.Puig

Al atardecer, sorprendemos las actitudes de los habitantes del prado

Territorios. Foto R.Puig

Territorios. Foto R.Puig

y sus ceremonias

Los brotes tiernos son los mejores. Foto R.Puig

Los brotes tiernos son los mejores. Foto R.Puig

Estos entornos confirman la fama que tiene La Haya de ser “la mayor aldea de Europa”.  De hecho, llegas al centro circulando por prados y barrios residenciales, por avenidas flanqueadas de soberbios robledales.

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Pausa

Aunque me había propuesto seguir presentando mi cosecha de fisionomías en tres museos de la Haya (Mauritshuis, Bredius y Galería de Pinturas de Guillermo V), creo que nos merecemos una pausa, motivada por esta ciudad de turismo tranquilo,

La Haya apacible. Binnenhof. Foto R.Puig

La Haya apacible. Binnenhof. Foto R.Puig

antiguas plazas

La Haya apacible. Hofvijver. Foto R.Puig

La Haya apacible. Hofvijver. Foto R.Puig

y estanques floridos.

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Más pausas

Al llegar. Foto R.Puig

Al llegar. Foto R.Puig

Cuando escribo esto han transcurrido ya tres semanas desde que llegamos a la Marina Alta de Alicante.

De modo que no sólo descansaremos hoy de museos, sino que nos tomaremos un respiro frente al Mediterráneo.

Al llegar. Foto R.Puig

Al llegar. Foto R.Puig

Así estaba de pacífico nuestro destino de Els Poblets

El Segaria. Foto R.Puig

El Segaria. Foto R.Puig

Todo invitaba a desacelerar,

Calma chicha. Foto R.Puig

Calma chicha. Foto R.Puig

aunque sin confiarse mucho…

Pues el paso de agosto a setiembre nos acaba de pillar con sus temporales.

Denia la nuit. Foto R.Puig

Denia la nuit. Foto R.Puig

Hace sólo dos tardes, nos hemos bañado a placer, pero en Denia, en pleno centro…

Denia la nuit. Foto R.Puig

Denia la nuit. Foto R.Puig

Cuando aquí diluvia no hay escapatoria, ni para nosotros, ni para el agua que satura la red de alcantarillado dando lugar a ríos y lagunas urbanas.

De vuelta a La Almadrava, el mar arremete a placer contra los cantos rodados de la playa.

Nuestra orilla. Foto R.Puig

Nuestra orilla. Foto R.Puig

Pero eso no desanima a las jovencitas con aspiraciones fotogénicas

Las dos Gracias. Foto R.Puig

Las dos Gracias. Foto R.Puig

Aprendices de Venus surgiendo de las aguas, parece que planean sorprender a sus amigos en Facebook con algunas instantáneas de resonancias mitológicas

A unas decenas de metros hay quien prefiere disfrutar de la orilla para él solo, sin dar un palo al agua…

Lo mejor de la playa es cuando no hay nadie. Foto R.Puig

Lo mejor de la playa es cuando no hay nadie. Foto R.Puig

Y hablando de apacibles abandonos…

¿Han contemplado ustedes una Vuelta a España en directo, tras consumir una buena paella, desde un balcón, en compañía de amigos? ¿No?

Nosotros tampoco antes, hasta que nos dieron ocasión en Moraira.

Ver trabajar. Foto R.Puig

Ver trabajar. Foto R.Puig

Confieso que, mirando a estos sufridos ciclistas, ya  camino de la meta del Puig de la Llorença, sentí no calambres, pero sí un pellizco de culpa por mi vergonzosa pigricia.

¡Gracias Pepa! ¡Gracias Miquel!


De una semana que se fue

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Oriana Impei. Profesora de Escultura de la Accademia di Belle Arti de Roma

Oriana Impei. Profesora de Escultura de la Accademia di Belle Arti de Roma

Seguimos con nuestra pausa y el capítulo IV de la Trashumancia 2015, con mis extractos de los museos de La Haya, se queda por hoy en la lista de espera.

La razón es que hemos tenido la visita de la profesora de escultura de la Academia de Bellas Artes de Roma, Oriana Impei, que ha impartido un seminario de cuatro días sobre “La escultura ambiental y los parques-museo de escultura contemporánea en Italia” en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández en el campus de Altea. El alma de este encuentro ha sido la profesora de escultura Raquel Puerta.

Oriana Impei enseña escultura en la academia de Roma e imparte también dos cursos específicos: “Técnicas del mármol y  de las piedras duras” y “Escultura Ambiental y Lapis Tiburtinus” (el Travertino es la piedra por excelencia de la Roma de siempre) que desembocan cada año en uno o dos proyectos de escultura en espacios naturales, en los que participan sus estudiantes y discípulos en activo, así como escultores invitados de Italia y de otros países. Se utilizan piedras tradicionales de las comarcas donde, con apoyos institucionales cuidadosa y laboriosamente promovidos, se llevan a cabo los proyectos y las exposiciones y eventos que acompañan. Tuve la gran oportunidad de seguir esos dos cursos y participar en el proyecto final  durante el año escolar 2010-2011. En este caso, nuestras esculturas residen para siempre en el Parque Regional de los Montes Lucretili, en el Lacio, cerca de Licenza y del sitio arqueológico de la Villa de Horacio.

La profesora Impei ha estado acompañada de su marido, Matthias Omahen, escultor y grabador. Han realizado en común numerosos proyectos escultóricos.

Algunas obras de Oriana Impei: Biografia e opere di Oriana IMPEI

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De Roma a un rincón romano de la Marina Alta

Previamente, el matrimonio y su hija estuvieron un par de días en casa y visitaron, a la manera de unos embajadores de Roma en gira por la Hispania Romana, el sitio arqueológico de “El Alfar de la Almadraba”, uno de los mejores conservados de la fachada mediterránea, donde se producían y exportaban ánforas, cántaros, vajilla, tejas y ladrillos a través del puerto aledaño donde fondeaban las naves del Imperio.

Visita al Alfar Romano de la Almadraba guiados por su arqueologo Josep Ahuir. Foto R.Puig

Visita al Alfar Romano de la Almadraba guiados por su arqueologo Josep Ahuir. Foto R.Puig

Tuvimos la suerte de ser guiados en la visita por el arqueólogo oficial del ayuntamiento de Els Poblets, Josep Ahuir, que sigue trabajando en las nuevas excavaciones del sitio que que se efectúan en el área en donde estaba la villa del propietario de aquella factoría que se mantuvo activa al menos hasta el siglo III de nuestra era.

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El seminario

Oriana Impei presentó un recorrido, con imágenes y videos de apoyo, de las varias tipologías de escultura ambiental y de parques-museo de escultura contemporánea en Italia. El listado completo desbordaría el marco de este blog, pues incluyó varias modalidades:

  • las intervenciones que se integran en el paisaje a partir de un diseño pensado desde el principio para el sitio concreto en donde se emplazan las esculturas, es la “escultura ambiental”;
  • en otras intervenciones las obras de artistas reconocidos se seleccionan y agrupan en el paisaje, integrándose en el mismo, aunque no fuesen diseñadas teniéndolo en mente, es la “escultura ambientada”;
  • en algunos casos, una subcategoría de las anteriores son las colecciones de esculturas ambientales o ambientadas integradas en un parque, gracias a iniciativas de mecenazgo;
  • en otros caso, nos hallamos ante “parques de autor”, donde es el artista quien ha realizado sus obras para un espacio que le es dedicado;
  • por último, existen los que podríamos llamar “parques temáticos”, proyectos unitarios de esculturas en el paisaje que se refieren a un tema genérico o fruto de la ficción, en los que suelen participar varios artistas.

De todas estas tipologías, a través de sus ejemplos en Italia, disertó y conversó con los participantes la profesora Impei, describiendo también algunos de sus proyectos temáticos de escultura ambiental con sus alumnos y escultores invitados.

Programa del seminario:La Escultura Ambiental y los Parques-Museo de Escultura Contemporánea en Italia

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El “método Impei”

El método de enseñanza dela escultura y de la talla de piedra que sigue nuestra profesora en la Academia de Roma, se basa en clases y estudio de publicaciones en la materia y está orientado a la práctica. Los alumnos han de presentar sus propuestas para un proyecto en grupo en torno a un tema. Se ha de pasar por las fases de diseño, exposición plástica y defensa de la idea, boceto en piedra a escala de la que ha de ser la grande y definitiva.

Las propuestas seleccionadas se realizan sobre piedra de considerable dimensión y peso, donadas por las canteras de la comarca en la que se sitúa el parque natural en donde quedaran instaladas.

Podríamos decir que proceso es el método de Oriana Impei para la escultura ambiental, por lo que siempre se articula sobre tres pernos o componentes esenciales:

  • Saber teórico práctico de la talla de piedra en la Academia o academias involucradas: profesorado, alumnos, escultores invitados.
  • Materia prima de las canteras de la piedra o piedras que van a ser empleadas en el proyecto, propias de la región o comarca y, por tanto, colaboración y mecenazgo en especie y en recursos para el transporte de los empresarios del sector.
  • Espacios naturales, normalmente parques regionales, en los cuales quedarán instaladas las esculturas, pensadas para una valorización de los recorridos y senderos en la naturaleza protegida. Ello implica a su vez la colaboración y mecenazgo de las autoridades regionales o locales y a menudo la asistencia y participación activa del personal de las instituciones, así como el uso de material y herramientas de trabajo, facilitación de alojamiento y manutención de los escultores durante la fase in situ del proyecto.

A lo largo de más de una década de docencia, la profesora Impei ha ido consolidando laboriosamente este método de trabajo tripartito. Funciona gracias a su tesón y la prueba son las esculturas de los “senderos” de escultura ambiental, pensada con y para los parques naturales, que valorizan y enriquecen esos espacios.

Los talleres de Escultura de la Facultad de Altea son los mejores de España y de los mejores de Europa, lo que ha sido constatado por nuestra experta profesora visitante.

Galeria para la talla de piedra. Facultad de Bellas Artes de Altea. Foto R.Puig

Galeria para la talla de piedra. Facultad de Bellas Artes de Altea. Foto R.Puig

Las canteras y fábricas de mármol y otras piedras de Alicante son riquísimas y de larga tradición. Los parques naturales de la Comunidad Valenciana son magníficos. ¿A qué esperamos?

Por otro lado,  posibles intervenciones de escultura ambiental en parques de la región empiezan ya atisbarse cerca de Altea. Pero de esto no me toca hablar a mí.

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En Novelda

Asi llega la piedra de la cantera. Bateig. Novelda. Foto R.Puig

Asi llega la piedra de la cantera. Bateig. Novelda. Foto R.Puig

¿Decíamos que las canteras de excelentes mármoles y otras piedras abundan en la Comunidad Valenciana?

Los participantes en el seminario vistamos en grupo la fábrica Bateig de piedra natural en Novelda. Por desgracia las canteras y los caminos de acceso (cerca de Novelda está la mayor cantera a cielo abierto de piedra ornamental y para escultura del mundo) estaban inundadas e impracticables por el temporal de lluvia caído días antes.

Con Victorino. Director Comercial de Bateig en el taller de acabado. Novelda. Foto R.Puig

Con Victorino. Director Comercial de Bateig en el taller de acabado. Novelda. Foto R.Puig

Pero, gracias a Victorino, director comercial de Bateig, pudimos visitar detenidamente la fábrica y observar todo el proceso de tratamiento desde el bloque de piedra hasta los distintos formatos listos para su uso y los acabados de algunos encargos llegados de todo el mundo.

Bateig. Mordiendo el bloque. Novelda. Foto R.Puig

Bateig. Mordiendo el bloque. Novelda. Foto R.Puig

Bateig. Sierras circulares diamantadas. Novelda. Foto R.Puig

Bateig. Sierras circulares diamantadas. Novelda. Foto R.Puig

Piedra Bateig. Corte controlado por ordenador. Foto R.Puig

Piedra Bateig. Corte controlado por ordenador. Foto R.Puig

Piedra Bateig. Novelda. Alicante. Foto R.Puig

Piedra Bateig. Novelda. Alicante. Foto R.Puig

Non mi lasciano usare il martello. Oriana Impei alla dita Bateig. Foto R.Puig

Non mi lasciano usare il martello. Oriana Impei en el taller de acabado de Bateig. Foto R.Puig

También disfrutamos en el Museo del Mármol, muy cerca de allí, donde David nos enseñó y explicó las variedades de mármol, no sólo españolas, sino de otros países y continentes. Varios cientos de “especies”.

Piedra para escultura y asociaciones de canteros y fabricantes no faltan.  ¿A qué esperamos?

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Un no-lugar en el interior de un lugar

Un no lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Un no-lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Uno de los participantes en el seminario ha sido Joan Esquerdo, un ceramista internacionalmente conocido, de quien se ha hablado en varios números de la Revista Cerámica. En el número 76, en el que se habla de una exposición de ceramistas españoles en Japón, y hay artículos que se refieren, entre otros a Miquel Barceló y a Joan Esquerdo.

Revista Ceramica 76

Revista Ceramica 76

Con la modestia que le caracteriza ha cursado la carrera de Bellas Artes en Altea y como exposición de fin de licenciatura ha expuesto, él, que es benissero, en el Centro Germans Ivars de Benissa.

Un no lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Un no-lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Se trata de una fábrica de muebles, creada por los hermanos Miguel y su hijo Francisco Ivars, que desde 1898 hasta 1984 ha dado empleo a vecinos de la localidad. Cuando la familia no pudo ya sacarla adelante se la entregó a una cooperativa de los trabajadores que lo intentaron, peo tuvieron al cabo que cerrarla en los años 90.

Centro Germans Ivars. Benissa. La exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Centro Germans Ivars. Benissa. La exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

El ayuntamiento la recuperó en 2001 y el arquitecto Pascual Giner Ginestar realizó una rehabilitación impecable que ha convertido el edificio en un magnífico espacio minimalista, apto para exposiciones y actos culturales.

Un no lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Un no-lugar en el interior de un lugar. Centro Germans Ivars. Benissa. Detalle de la exposicion de Joan Esquerdo. Foto R.Puig

Para explicar la idea de la también sobria y poética exposición-instalación de Joan, en la que aferra a través de sus ecos materiales el pasado laboral de estos talleres, nada mejor que leer la cartela en la que, sin retóricas y con cristalina simplicidad, resume el sentido abierto de esta muestra impecable, que habla de lo que aquí se vivió, se empezó a olvidar y ahora se rescata del recuerdo.

Exposicion de Joan Esquerdo. La idea. Centro Germans Ivars. Benissa. Foto R.Puig

Exposicion de Joan Esquerdo. La idea. Centro Germans Ivars. Benissa. Foto R.Puig

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Epílogo

Amanece en la playa de la Almadraba. Foto R.Puig

Amanece en la playa de la Almadraba. Foto R.Puig

Las lluvias, como ya veíamos en el artículo del domingo pasado, seguían cayendo durante el principio de la semana, pero poco a poco los temporales amainaron y los amaneceres iban recuperando sus colores.

El cielo estaba ya limpio de nubes cuando visitamos Benissa y las calles de dorada piedra Tosca del barrio antiguo. Cerca, en Calpe, los bañistas no se lo pensaban dos veces y volvían a zambullirse en las playas alicantinas.

Ifach tras las tormentas. Foto R.Puig

Ifach tras las tormentas. Foto R.Puig


Bajo el cielo de Madrid

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Ion de Rumania y su saxofon. El Retiro Madrid

Ion de Rumania y su saxofón. El Retiro Madrid

Esta entrada se la dedico a Ion

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Seguimos con la pausa, ahora en Madrid, mi ciudad natal. Esta vez estoy teniendo suerte y el cielo, el que me vio andar por sus calles cuando vestía pantalón corto, el que pintaba Velázquez, mostraba hace tres días su mejor luz.

Embrujo. Madrid. Foto R.Puig

Embrujo. Madrid. Foto R.Puig

Es en estos casos cuando el parque del Retiro te invita a un paseo. Y, gracias a Juan (Ion) rumano y digno virtuoso del saxofón, “el aire se sosiega” (que diría Doña Emilia)  y la brisa danza con el aire grave de sus notas.

La mismísima Talía descubre su rostro para sentir esas leves caricias y rendirse a la magia de este cielo.

El cielo de Madrid. Monumento a Jacinto Benavente. El Re3tiro. Foto R.Puig

El cielo de Madrid. Monumento a Jacinto Benavente. El Re3tiro. Foto R.Puig

Si alzas la vista a las cimas de sus árboles, pensarías estar viendo los cielos de Roma y las copas de sus pinos.

Ut Roma Madrid. Foto R.Puig

Ut Roma Madrid. Foto R.Puig

Pero no se acaban ahí las asociaciones: monárquico y protector de un débil rey (al que hacía los trabajos sucios, como las guerras del Rif, Cuba o contra los carlistas en Navarra y Cataluña), la efigie ecuestre del general Martínez Campos (1831-1900) también parece remitirnos al Gianícolo en Roma.

Estatua del general Martinez Campos por Mariano Benlliure. 1907. Madrid. Foto R.Puig

Estatua del general Martinez Campos por Mariano Benlliure. 1907. Madrid. Foto R.Puig

Otro guerrero, aunque en este caso precursor de una república, el mítico Garibaldi (1807-1882), cabalga con similar actitud, tocado también con su gorro polvoriento.

Garibaldi. Gianicolo 1895. Roma. Fuente Supereva. it

Garibaldi. Gianicolo 1895. Roma. Fuente : supereva. it

De alguna manera, el rastro de los señores de la guerra en todas partes se parece y, al final, las palomas utilizan los gloriosos símbolos como ocasional letrina.

Simbolos bélicos bajo la estatua del general Martinez Campos por Mariano Benlliure. 1907. Madrid. Foto R.Puig

Símbolos bélicos bajo la estatua del general Martínez Campos por Mariano Benlliure. 1907. Madrid. Foto R.Puig

Casi estamos tentados de concederles el atenuante de haber sido servido de motivo para que obras como la de Mariano Benlliure (1862-1947) o la de Emilio Gallori  (1846-1924) acaben ambientadas en nuestros parques y jardines.

Pero Madrid tiene otras obras, efímeras y minimalistas pero no menos importantes. Es en cierto modo una clase de arte povera. Son modestos productos de la técnica aditiva que merecen un reverencia y un homenaje que aquí les brindo con sumo gusto.

Friso de las tortillas. Bar La Ria. Madrid. Foto R.Puig

Friso de las tortillas. Bar La Ria. Madrid. Foto R.Puig

Además, en la misma plaza donde lucen las efímeras tortillas, los anónimos scalpellini de la Villa y Corte dejaron hace pocos años una muestra de su amor a nuestros barrios en la efigie de El Oso y el Madroño, con motivo de los 150 años de la fundación del popular barrio de Prosperidad, con sus calles de pisos modestos, talleres artesanos y tiendas tradicionales, que el tiempo y el consumismo masificado no han vencido.

El oso y el madroño. Canteros municipales. Madrid. Plaza de Prosperidad. Foto R.Puig

El oso y el madroño. Canteros municipales. Madrid. Plaza de Prosperidad. Foto R.Puig

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Más minimalismo

Además de las innumerables exposiciones de tortilla de patatas que se pueden disfrutar cada día en Madrid, no quise renunciar a mi visita al Palacio de Velázquez, en el Retiro, donde otras obras no menos meritorias y placenteras han encontrado su mejor marco.

Carl Andre. Tin Ribbon. 1969. Estaño. Foto R.Puig

Carl Andre. Tin Ribbon. 1969. Estaño. Foto R.Puig

Es el caso de una muestra-instalación de Carl Andre (Massachusetts 1935), uno de los más veteranos representantes del Minimalismo norteamericano que recoge obras de 1958 a 2010 bajo el título de Escultura como lugar, que  no es cosa de perderse, a pesar de los ignaros de turno que rondan por las exposiciones gratuitas diciendo eso de “eso también lo puedo hacer yo”.

Carl Andre. Lament for the Children. Hormigon. 1976. Foto R.Puig

Carl Andre. Lament for the Children. Hormigon. 1976. Foto R.Puig

Carl Andre. Base 7. 2008. Lingotes de aluminio. Foto R.Puig

Carl Andre. Base 7. Lingotes de aluminio. 2008.  Foto R.Puig

Carl Andre. Breda. 1986. Piedra caliza azul de Bégica. Foto R.Puig

Carl Andre. Breda. 1986. Piedra caliza azul de Bégica. Foto R.Puig

Carl Andre. Ferox. 1982. Acero corten. Foto R.Puig

Carl Andre. Ferox. 1982. Acero corten. Foto R.Puig

Carl Andre. Uncarved Blocks. 1975. Cedro canadiense.. Foto R.Puig

Carl Andre. Uncarved Blocks. 1975. Cedro canadiense.. Foto R.Puig

Carl Andre. Scatter Piece. 1966. Detalle. Pequeño material industrial. Foto R.Puig

Carl Andre. Scatter Piece. 1966. Detalle. Pequeño material industrial. Foto R.Puig

A buen entendedor algunas imágenes bastan.

Carl Andre. Tau and Right Threashold. 1960. Madera. Foto R.Puig

Carl Andre. Tau and Right Threashold. 1960. Madera. Foto R.Puig

Carl Andre. Pyramid. 1959. Madrea. Foto R.Puig

Carl Andre. Pyramid. 1959. Madera. Foto R.Puig

Carl Andre. Redan. 1964. Abeto. Foto R.Puig

Carl Andre. Redan. 1964. Abeto. Foto R.Puig

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Los olvidados

Sin embargo, hay esculturas que, en su rincón, no atraen ya la miradas. A nadie se le ocurriría ponerlas en una sala de exposiciones. La verdad es que, si pudieran hablar, seguramente expresarían su apego a las plantas que les rodean y a la compañía, aunque sea indiferente, de tanto transeúnte.

Quizás el tiempo, los meteoros y la contaminación las corroa más de cuanto ya lo están, antes de que ningún restaurador llegue a tiempo de salvarlas. Pero me gustan así con ese aire expresionista, ya sea adolorido y resignado…

Para siempre. El Retiro. Madrid. Foto R.Puig

Para siempre. El Retiro. Madrid. Foto R.Puig

ya sea dulce y acogedor…

Pomona. El Retiro. Madrid. Foto R.Puig

Pomona. El Retiro. Madrid. Foto R.Puig

o, como este Hércules, que más que matarlo parece querer sanar al león, operándole de amígdalas.

Hercules le extirpa las amigdalas al leon. El Retiro. Madrid Foto R.Puig

Hercules le extirpa las amigdalas al león. El Retiro. Madrid Foto R.Puig

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Podrán las esculturas olvidarse, podrá el tiempo borrar fisionomías de piedra, sí, pero del los museos de La Haya y de las fisionomías de los mismos  no me he olvidado…

La pausa acabará y completaré lo prometido…

Expectantes. Foto R.Puig

Expectantes. Foto R.Puig

Como los discípulos de la clase de anatomía del Doctor Tulp, manteneos a la espera y vuestra expectación no será defraudada.


Trashumancia 2015 (V). Un día en Bruselas

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Nubes sobre Bruselas. Foto R.Puig

Nubes sobre Bruselas. Foto R.Puig

No, no me olvido de las fisionomías de los museos de La Haya. ¡Eso era del viaje de ida y, ahora, cuando escribo esta crónica, ya estoy de vuelta en Gotemburgo desde ayer noche!

No, no piensen que, a la manera de este soldado tan achispado que Rembrandt retrató, me esté yo riendo de nadie.

Hombre riendo. Rembrandt 1629 a 1630. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Hombre riendo. Rembrandt 1629 a 1630. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Lo que pasa es que mi vuelta desde Madrid se inició por Jaca, y en el museo de la catedral hay otras fisionomías fascinantes…

Jaca. En la subida a San Juan de la Peña. Foto R.Puig

Jaca. En la subida a San Juan de la Peña. Foto R.Puig

¡De modo que paciencia! ¡Las circunstancias y el esmero con que hay que hacer las cosas obligan! ¡Todo se reseñará!

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Bruselas mon amour

Y ahora no se rían, que en Bruselas no hay sólo nubes, ni es tan sólo el destino de todos los reproches de los gobernantes nacionales cuando las cosas van mal. Tampoco solamente ese lugar de las mejores frites del mundo. Tras haber vivido allí dieciocho años no exagero cuando, a pesar de todo, se ha ganado un rincón en la maleta de mis amores.

Me he detenido un solo día, aunque, eso sí, he sentido que algo vibraba en el aire como en otros momentos de la historia de las Instituciones Europeas.

Dirán que exagero, pero me ha parecido que “el padre” Robert Schuman (1886-1963) estaba más preocupado que de costumbre sobre su pedestal del Parque del Cincuentenario, desde el cual domina la perspectiva de las sedes del Consejo, el Parlamento y la Comisión de la Unión Europea.

Quizá debería haber titulado estos párrafos “Bruselas mon chagrin”, pero los bronces son lo que son, aunque proyectemos sobre ellos nuestra imaginación y nuestras horas presentes.

Robert Schuman por Nat Newean. Bruselas. Foto R.Puig

Robert Schuman por Nat Newean. Bruselas. Foto R.Puig

El caso es que cuando Europa parece estar desperezándose, para salir de una crisis económica larga y penosa, como lo hace una de las esculturas que escoltan a este padre fundador de la Europa unida, los Estados Miembros se han comenzado a dividir nada menos que en torno a la recepción de las decenas de miles de solicitantes de asilo que escapan de sus países en guerra, acogiéndose a un derecho universalmente reconocido.

La primavera por H.Puvrez. Bruselas. Foto R.Puig

La primavera por H.Puvrez. Bruselas. Foto R.Puig

Algunos países miran al futuro y consideran este reto no sólo desde la perspectiva del deber de solidaridad de una democracia europea hacia quienes huyen para salvarse de la guerra, sino también como un de esas oportunidades que a través de la historia han hecho mejores a los pueblos.

El verano por J.Canneel. Bruselas. Foto R.Puig

El verano por J.Canneel. Bruselas. Foto R.Puig

La Comisión Europea acababa de presentar el mismo día de mi llegada a Bruselas su propuesta de “Gestión de la crisis de los refugiados: operativo inmediato, medidas presupuestarias y legales en el marco de la Agenda Europea para la Migraciones” (traduzco del título en inglés pues no lo tengo en castellano).

Se sabe ya que las reacciones de los Estados Miembros y de los Grupos Parlamentarios no serán las mismas.

Algunos gobiernos han entrado en crisis represiva y depresiva ante lo que consideran ¡una amenaza para sus raíces y cultura cristianas!  ¡Hay jefes de estado que se proclaman cristianos y parece que el Evangelio lo hayan leído bajo los efectos de muchas copas de tokaji!

El otoño por G.Fontaine. Bruselas. Foto R.Puig

El otoño por G.Fontaine. Bruselas. Foto R.Puig

Nadie que razone, aunque sea con las razones de la misericordia, ignora que una acogida que beneficie a medio y largo plazo a los refugiados y a la sociedad que los recibe exige medios y estructuras competentes.  Hace falta un gran esfuerzo de comprensión para ponerse en la piel del que llega pidiendo asilo y para ayudarle a entender el país de acogida. Se precisan:  una acertada política de acogida educativa y sanitaria; apoyo lingüístico, cursos de lengua, cultura y valores cívicos de la sociedad en donde aspiran a vivir; evaluación, orientación profesional e inserción laboral;  atención a las mujeres refugiadas y a sus particulares dificultades; atención a los menores que llegan solos; re-agrupación familiar; alojamiento digno y prevención de guetos, de la delincuencia (en especial la juvenil) y de las vocaciones jihadistas, así como del comunitarismo marginador; incorporación al ejercicio de la libertad religiosa bien entendida (lo que implica la colaboración de sus líderes religiosos) y a la adaptación a una sociedad donde el Estado no es confesional y tantas otras acciones y medidas que me dejo en el tintero. Todo ello sobre los instrumentos legales, sociales y de gobierno que se le suponen al estado de derecho y a la sociedad en un país de la Unión Europea.

No nos engañemos, tal como está la situación en sus países de origen, casi todos vienen para quedarse con nosotros y que el éxito sea mutuo se consigue no con las solas emociones sino con muchos medios y competencia integradora. Son políticas de largo aliento y no impulsos de momento. Ellos y nosotros tenemos mucho que ganar si el asilo se gestiona bien.

No obstante, también se están formulando y van creciendo las excusas del miedo. No sólo hay indignados solidarios. Abundan los coléricos que declaran amenazados su supuesta raza, cultura y territorio.

¡Qué esos olvidadizos de la historia no nos trasformen la primavera en un invierno replegado y medroso!

El invierno por O. Jespers. Bruselas. Foto R.Puig

El invierno por O. Jespers. Bruselas. Foto R.Puig

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Bruselas. Estación Central. Foto R.Puig

Bruselas. Estación Central. Foto R.Puig

En la tierra de nadie. Bruselas. Foto. R. Puig

En la tierra de nadie. Bruselas. Foto. R. Puig


Trashumancias 2015 (VI) y Fisionomías (XX): rostros del arte europeo en el último milenio (de Jaca a La Haya)

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El Pirineo Oscense. Foto R.Puig

El Pirineo Oscense. Foto R.Puig

Me había quedado a las puertas de los museos de La Haya (me refiero al paréntesis abierto el 6 de setiembre en este blog). Entretanto ya había agotado mis vacaciones en España y, después de pasar por Francia, Bélgica, Alemania y Dinamarca, ha transcurrido ya una semana tras mi retorno a Gotemburgo.

El viaje de vuelta empezó por Jaca, así que acabé diciéndome: ¿quién me impide empalmar Jaca con La Haya?

En eso estamos hoy.

San Juan de la Peña. Claustro. Foto R.Puig

San Juan de la Peña. Claustro. Foto R.Puig

Dicen que la fe mueve montañas, pero lo que ocurrió por las cercanías de Jaca allá por los comienzos del último milenio fue que unos cenobitas, como no conseguían moverlas, optaron por cobijarse bajo una de ellas, en lo que se convirtió en el monasterio de San Juan de la Peña.

Un lugar para morir en paz. San Juan de la peña. Foto R.Puig

Un lugar para morir en paz. San Juan de la peña. Foto R.Puig

Aunque le disputa su antigüedad la más vieja muestra de románico lombardo, que está en Santa Cruz de la Serós.

Iglesia de Santa María. s.XI. Santa Cruz de la Serós. Foto R.Puig

Iglesia de Santa María. s.XI. Santa Cruz de la Serós. Foto R.Puig

Me refiero a la sencilla Iglesia de Santa María, a los pies de la montaña que sobrevuela aquel que al principio debió de ser algo así como un eremitorio troglodita.

Nidos de buitres leonados en la subida a San Juan de la Peña. Foto R.Puig

Nidos de buitres leonados en la subida a San Juan de la Peña. Foto R.Puig

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Jaca 

Catedral de San Pedro. Jaca. Entrada principal. Foto R.Puig

Catedral de San Pedro. Jaca. Entrada principal. Foto R.Puig

A finales del siglo XI la catedral de Jaca abría sus puertas a los fieles, gracias al trabajo de los constructores y artistas francos que trajeron las técnicas y las ideas del románico lombardo que, en su vertiente pictórica, ilustró con numerosos frescos las iglesias de los pueblos de la región.

Catedral de San Pedro. Jaca. Fachada lateral. Foto R.Puig

Catedral de San Pedro. Jaca. Fachada lateral. Foto R.Puig

Es en el Museo de la Catedral donde he hecho acopio de algunas fisionomías que en su candidez nos hablan de los artistas anónimos que cubrían el interior de los templos de escenas de la historia sagrada.

En el museo de la catedral de Jaca. Los frescos de Bagüés. s.XI. Foto R.Puig

En el museo de la catedral de Jaca. Los frescos de Bagüés. s.XI. Foto R.Puig

Eran estas, con las diversas prédicas de sus párrocos, las únicas fuentes de acceso a las historias bíblicas del pueblo llano que no entendía el latín y a quienes se podía contar lo que cada predicador quisiera.

A través de las imágenes de este magnífico museo puedo llegar hasta el siglo XVI. Así que me he permitido hilvanar una crónica que no pretende sentar cátedra alguna, sino recoger una evolución a través de varias muestras admirables enlazando con algunas colecciones más al norte. Ya habrán entendido que me estoy refiriendo a tres museos de La Haya que me había dejado en el tintero.

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El Mauritshuis.

Una sala del Mauritshuis. Foto R.Puig

Una sala del Mauritshuis. Foto R.Puig

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La Galería de Guillermo V.

Sala principal. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Sala principal. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

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La colección de Abraham Bredius en el museo que lleva su nombre.

Abraham Bredius por A. van Welie. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Abraham Bredius por A. van Welie. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

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Deambulemos pues -con las limitaciones y la modestia que esta breve selección de viajero imponen- “a través de la espesura de los siglos”. Es evidente que mis divagaciones pretenden emular a ningún historiador del arte.

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Siglo XI

 Mi cosecha de fisionomías comienza por Aragón hace mil años poco más o menos.

Discípulo. Fresco. Iglesia de los Santos Julian y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Discípulo. Fresco. Iglesia de los Santos Julian y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Comienzo por un discípulo de Cristo, no se sabe si enternecido o entristecido, o ambas cosas a la vez, que un pintor anónimo diseñó en una de las primeras manifestaciones de “tebeo evangélico” sobre los muros de una iglesia de España.

En el mismo templo, el mismo artista o un colega de su taller, nos dejó esta imagen del buen ladrón, quien, a pesar de sus brazos quebrantados, está ya experimentando la serenidad de los bienaventurados, observado por quienes podrían ser o los alguaciles que lo vigilan o los encargados de certificar su muerte, que, por lo fresco que se muestra, todavía va para largo.

Buen ladrón. Fresco de la Iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Buen ladrón. Fresco de la Iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

La moraleja para los fieles podría ser: “la muerte no duele si nos lleva al cielo”.

No así -¡ay de los traidores!- la que sabemos le aguarda a Judas, que cierra los ojos para no ver la expresión entre inquisitiva y amarga del Maestro a quien entrega.

Beso de Judas. Fresco. Iglesia de los Santos Julian y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Beso de Judas. Fresco. Iglesia de los Santos Julián y Basilisa. Bagüés. Zaragoza. s.XI. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Creo que la Iglesia de Bagüés es una muestra de lo que yo llamaría el “expresionismo románico”. No hay tiempo aquí para abundar en un trabajo comparativo con el expresionismo del s.XX, en particular el alemán, por no referirnos al mimetismo arcaizante del arte religioso intencionalmente buscado en la segunda mitad del siglo XX.

Siglo XII

Dando un salto al siglo siguiente, y siempre por los pueblos del pirineo aragonés, seguimos en el Gólgota, uno de los temas más tratados del arte religioso occidental.

Observen cómo se expresa la actitud de llanto, preocupación y duelo, de estas dos santas personas. No sé bien si el dorado del aura de una de las figuras sirve para introducir una distinción con la blanca de la otra. No creo que sea por la falta de pigmento, pues abunda el oro en la característica banda de color del románico que sirve de fondo en armonía con el azul y el granate de sus túnicas.

Calvario. Detalle. Fresco de la Iglesia de Santa Eulalia. s.XII. Susín.Huesca. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Calvario. Detalle. Fresco de la Iglesia de Santa Eulalia. s.XII. Susín.Huesca. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

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Si los anteriores eran personajes casi gemelos, estos dos simpáticos apóstoles, aunque bien envueltos sus rostros en el oro de la santidad, al menos se distinguen por la barba o su ausencia, que quiere señalar una diferente edad, y por el tratamiento de sus ropas.

Apostoles. Fresco de la iglesia de San Juan Bautista. Ruesta. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Apostoles. Fresco de la iglesia de San Juan Bautista. Ruesta. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

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Colores y facciones se repiten, pero perfeccionados por el relieve y las posibilidades que ofrece la talla y la policromía, en esta fascinadora mujer, que rompe con patrones al usos y parece en su mirada expresar el recuerdo o la imagen que el artista tiene en mente, referidas a personas de carne y hueso.

Virgen Madera policromada. Detalle. Parroquia de Artieda. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Virgen Madera policromada. Detalle. Parroquia de Artieda. Zaragoza. s.XII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Estamos en el siglo XII. ¿Acaso exagero y soy yo el que proyecta sus ideas? En todo caso, a mí me parece que este rostro sobre todo piensa fijamente en algo.

En cambio, este Cristo ya se ha ido y está ahí para que lo pensemos nosotros.

Cristo crucificado. Madera de nogal. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio. Foto R.Puig

Cristo crucificado. Madera de nogal. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio. Foto R.Puig

Aunque, reflexionando bien, (los expertos me lo podrán decir) ¿eran aún inquisitivos sus ojos cuando conservaba la policromía? ¿Miraba hacia abajo a los fieles arrodillados para interpelarles por sus pecados?

Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca. s.XII. Museo Catedralicio .Foto R.Puig

Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca. s.XII. Museo Catedralicio .Foto R.Puig

“¡Mirad lo que me habéis hecho!” ¿Escucharían esta frase de predicador de Viernes Santo los penitentes, contritos y postrados de hinojos?

Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio.Foto R.Puig

Cristo crucificado. Madera de nogal. Detalle. Catedral de Jaca s.XII. Museo Catedralicio.Foto R.Puig

En cualquier caso ¡ya quisieran tallar así nuestros contemporáneos modeladores de resinas industriales!

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Siglo XIII

Cien años después, también los ojos entreabiertos de este otro Cristo parecen mirar hacia una tierra que ya se está nublando, mientras sus enorme orejas quieren captar alguna respuesta del Padre, por encima de la tormenta que ya se cierne sobre el monte de la Calavera, mientras el crucificado está a punto de encomendar su espíritu.

Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

El escultor se ha atrevido con la talla virtuosa de la barba. Ello indica que estamos a las puertas del estilo gótico, que ya apuntaba en los arcos de las iglesias de la comarca del río Gállego y en las posturas de las figuras de sus iglesias.

Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Cristo en cruz. Madera policromada. Detalle. Iglesia de Ardisa. Zaragoza. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Virgen del Pueyo. Madera policromada. Acumuer. Huesca. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Virgen del Pueyo. Madera policromada. Acumuer. Huesca. s.XIII. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

La imagen de la Virgen del Pueyo, con la granada en la mano, símbolo de fecundidad, es de la primera mitad del siglo XIII. Mantiene las formas románicas, pero con un mayor naturalismo y alterando las simetrías de las etapas precedentes.

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María y el niño. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca. 1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

María y el niño. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca. 1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Algo parecido podríamos decir de esta Theotokos  y del Rey Mago que se acerca a su hijo con su ofrenda en la Iglesia de la Asunción de Navasa, construida en el siglo XII y decorada a principios del XIII.

Rey Mago. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca.1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Rey Mago. Fresco de la Iglesia de la Asunción. Navasa. Huesca. ca.1200. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Siglo XIV

Ya en tiempos de la transición al estilo gótico (Urriés) o al gótico lineal (Sorripas) seguimos con frescos que narran historias del Antiguo Testamento y con grupos de soldados armados de hachas y protegidos con sus cotas de malla, que recuerdan a los combatientes de la infantería sajona en las colgaduras bordadas del enorme friso textil de Bayeux, dos siglos anterior a estos frescos.

Soldados armados. Fresco de la Iglesia de San Esteban. Urriés. Zaragoza. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Soldados armados. Fresco de la Iglesia de San Esteban. Urriés. Zaragoza. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Sin que falten las escenas del Nuevo Testamento

Noli me tangere. Fresco de la iglesia de San Andrés. Sorripas. Huesca. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Noli me tangere. Fresco de la iglesia de San Andrés. Sorripas. Huesca. s.XIV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

U otros de intención catequística y de prédica moral, que escenifican los vicios y pasiones que nos devoran como mostruos feroces

La Ira. Fresco de la iglesia de San Miguel. Sieso. Huesca. s.XIV Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

La Ira. Fresco de la iglesia de San Miguel. Sieso. Huesca. s.XIV Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Siglo XV

Sin casi darnos cuenta hemos llegado al siglo XV para empalmar Jaca con La Haya.

Podemos así comparar el arte de los pintores que trabajaban en la próspera corte de Aragón con lo que hacían sus colegas de los burgos de los Países Bajos.

Juan Bautista y donantes ante Virgen y Jesus. Detalle. Ermita de Ipas Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

San Juan Bautista y familia de donantes ante la Virgen y Jesús. Detalle.Ermita de Ipas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

En el naturalismo de estos frescos se nota la evolución, así como se manifiestan los mecenazgos de las burguesías locales y la pequeña nobleza. Aparecen los donantes junto a las imágenes que los feligreses debían venerar, impetrando el favor divino y a su vez esperando obtener el reconocimiento de su rumbosidad.  Hoy se les llama sponsors.

Juan Bautista y donantes ante Virgen y Jesus. Detalle.Ermita de Ipas Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

San Juan Bautista y familia de donantes ante la Virgen y Jesus. Detalle.Ermita de Ipas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio de Jaca. Foto R.Puig

Tampoco se le privaba a San Sebastián de atuendos de cardenal o del papel de rico personaje.

San Sebastián. óleo sobre tabla. Detalle. Iglesia Parroquial de Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

San Sebastián. óleo sobre tabla. Detalle. Iglesia Parroquial de Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

La segunda tabla, pintada al óleo, fue robada en la iglesia de Piedratajada en 1975 y recuperada en el 2013. Estaba esperando comprador en una galería de Londres.

Ahora el santo parece echar de menos sus cursos de inglés.

San Sebastián. Óleo sobre tabla. Iglesia de Piedratajada. Zaragoza. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

San Sebastián. Óleo sobre tabla. Iglesia de Piedratajada. Zaragoza. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

También abunda el pan de oro en las siguientes tablas

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Confieso que estos rostros del siglo XV son mis favoritos de la cosecha del museo de Jaca, junto a los primeros, los del siglo XI.

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio.Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig

Ellas con sus hermosas trenzas o su boca de piñón y… !sus cejas en trance de cicatrizar!

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig

Retablo de la Virgen . Detalle. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio Jaca. Foto R.Puig

Él con su aire de primero de la clase

Retablo de la Virgen. Detalle del niño Jesús. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Retablo de la Virgen. Detalle del niño Jesús. s.XV. Iglesia de Concilio. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Aunque creo que les supera la natural dulzura de esta pareja de madre e hijo. Es el primer cuadro firmado de esta selección por Juan de la Abadía el Mayor Ella pensando en cómo llegar a fin de mes (se me hace que la modelo era madre soltera y en el paro) y el niño, sabio ya para sus pocos años, susurrando “madre, no te preocupes que yo ya puedo trabajar en lo que sea”

Virgen con el niño. Temple sobre tabla Juan de la Abadía el Mayor. Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Virgen con el niño. Temple sobre tabla Juan de la Abadía el Mayor. Sorripas. Huesca. s.XV. Museo Catedralicio. Jaca. Foto R.Puig

Pero ha llegado Hans Memling desde La Haya y me ha sacado de mis elucubraciones, pues el retratado no deja lugar a la ensoñación. Es alguien muy concreto, sólido y portante. Nada menos que un enérgico miembro de la familia Lespinette, nobles franceses, cuyo altivo escudo de armas está en el reverso de la tabla.

A pesar de sus manos juntas en actitud de donante, lo que dice de verdad es “¡ojo! ¡conmigo no se bromea!”

Retrato de un hombre de la familia Lespinette. Hans Memling. 1485 a 1490. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Retrato de un hombre de la familia Lespinette. Hans Memling. 1485 a 1490. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Escudo de la familia Lespinette

Escudo de la familia Lespinette

En el blasón del caballero hay algo que habla ya de un cambio de siglo.

Siglo XVI

Me queda aún una escultura del renacimiento español de la catedral de Jaca, que nos vincula todavía a historias sagradas. Si bien el aire de realidad que tiene esta abuela de Jesús tiene ya algo plenamente terrenal. Se la ve atribulada por las cosas de aquí abajo más que por las cosas del cielo.

Santa Ana con su hija María y su nieto Jesús. Detalle. 1521. Catedral de Jaca. Museo Catedralicio. Foto R.Puig

Santa Ana con su hija María y su nieto Jesús. Detalle. 1521. Catedral de Jaca. Foto R.Puig

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Los demás son retratos de nobles, cortesanos y burgueses de tierras del norte europeo. Los ordeno cronológicamente por la fecha en la que fueron pintados.

Floris van Egmond por Jan Gossaert. 1519. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Floris van Egmond por Jan Gossaert. 1519. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

El protagonista de este cuadro del Mabuse está absorto en sus preocupaciones, posiblemente pensando en qué será de su destino tras la reciente muerte del emperador Maximiliano. A lo mejor ya está barajando cómo mantener los privilegios ya alcanzados, cómo ganarse también los favores del sucesor, Carlos V.  Sabemos que le fue bien, el nuevo patrón le hizo jefe de su caballería.

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Podrán apreciar que, salvo tres excepciones, mi muestra la dominan los retratos de Hans Holbein el Joven. 

Retrato de una dama del sur de Alemania. Hans Holbein el Joven. 1520 a 1525. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Retrato de una dama del sur de Alemania. Hans Holbein el Joven. 1520 a 1525. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Yo no sé si el joven Hans estaría enamorado de la dama, pero la pintó como si así fuera

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Robert Cheseman por Hans Holbein el Joven. 1533. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Robert Cheseman por Hans Holbein el Joven. 1533. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

El jefe de reclutamiento de las tropas de Enrique VIII parece estar pensando de dónde sacar el dinero para contratar a tanto combatiente. Al parecer ese problema lo resolvió bien Thomas Cromwell, cuando puso a tributar a los ricos monasterios del Reino, si es que no los expropiaba.

Elisabeth Bellinghausen por Bartholomäeus Bruyn I. 1538 a 1539. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Elisabeth Bellinghausen por Bartholomäeus Bruyn I. 1538 a 1539. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Esta hermosa muchacha de la alta sociedad de Colonia tuvo suerte de no haber estado en la Corte de Enrique VIII. El pintor, en un estilo influido por Holbein, recogió con maestría su mirada adolescente.

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Muy joven era también Jane Seymour cuando, ella sí, cayó bajo las miradas de Enrique VIII. En todo caso no murió descabezada como su predecesora, sino como consecuencias del parto.

Quien lamentó aquel matrimonio y aquella muerte fue Thomas Cromwell que en silencio pensaba en ella como la esposa ideal para su hijo Gregory, quien en todo caso acabaría casándose con la hermana.  La pobre Jane está enterrada junto a su real esposo, como premio de consolación post mortem por haberle dado su único heredero varón.

Jane Seymour por Hans Holbein el Joven. 1540. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Jane Seymour por Hans Holbein el Joven. 1540. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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El siguiente, parece ser un honesto y trabajador noble halconero, siempre con ese signo de distinción que tenía por entonces el gesto de sostener a la rapaz en el retrato. En mucho más, salvo por su barba un tanto hipster avant la lettre, no parece que descuelle el personaje, que fue retratado sin excesivo entusiasmo y con esa fidelidad inexorable de Holbein

Noble con halcón por Hans Holbein el Joven. 1542. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Noble con halcón por Hans Holbein el Joven. 1542. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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Retrato de Steven van Herwijck. Anthonis Mor van Dashorst. 1564. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Retrato de Steven van Herwijck. Anthonis Mor van Dashorst. 1564. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

El retrato de este escultor holandés, grabador y virtuoso cincelador de medallas, parece reflejar la inquietud de quien soporta una enorme carga de trabajo, con poco tiempo para posar, debido a los encargos apremiantes de los nobles de la Corte de Inglaterra, en donde fue retratado por Antonio Moro. Moriría en Londres tres años más tarde, diría yo que de un infarto, víctima de esa tensión que se refleja en el lienzo.

Estrés me va a producir a mí también esta entrada, si sigo comentando uno a uno todos los cuadros. Así que en los del siglo por excelencia del retrato barroco les voy a dejar que los glosen ustedes mismos, pues las obras hablan con su propia elocuencia.

Aunque algún comentario se me escapará…

Siglo XVII

Rubens

Anciana y niño. Rubens 1616 a 1617. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Anciana y niño. Rubens 1616 a 1617. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Dicen que este cuadro lo guardó siempre Rubens consigo, o bien porque le traía algún recuerdo o porque lo usaba como modelo para los discípulos de su taller.

En cuanto al aire bonachón y tranquilo del dominico que aparece a continuación, las apariencias engañan, pues estuvo metido en todos los conflictos de su tiempo entre católicos y protestantes, entre españoles y holandeses. Salvó su cabeza en una ocasión y como obispo tuvo que pasar hasta por tres diócesis.

Michael Ophovius. Rubens. 1615 a 1617. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Michael Ophovius por Rubens. 1615 a 1617. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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De los retratos de mujer de Rubens,  poco podría yo decir que no esté repetido…

Rubens. Retrato de dama. Detalle. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Rubens. Retrato de dama. Detalle. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

A mí, ésta hica me parece particularmente alegre y confiada

Rubens. Retrato de una joven. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Rubens. Retrato de una joven. Años 20 del s.XVII. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

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Lo era también Helena Fourment, su segunda mujer y musa preferida, cuando se caso a los 16 años con el pintor en sus  53. A ella la hizo protagonista de sus cuadros infinidad de veces, pero esta es otra historia, la de aquella cuya belleza exaltaron su contemporáneos como la de una nueva “Helena de Troya”.

No obstante, es lógico que retratase también a sus cuñadas, ya que Helena tenía seis hermanas, entre las cuales, se cuenta posiblemente la que aquí aparece retratada, justo el mismo año en que Rubens se casaba con la pequeña.

Posible retrato de Clara Fourment. Rubens 1630. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Posible retrato de Clara Fourment. Rubens 1630. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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Del siguiente, no diré nada, pues es de dudosa identificación. Pero veo que cuidaba su bigote y estaba orgulloso de ello, así como de su golilla bien almidonada. Parece preocupado por adoptar la pose correcta ante el famoso maestro y, además, creo que se ha peinado en modo de tapar su incipiente calva.

Posible retrato de Peter van Hecke. Rubens 1630. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Posible retrato de Peter van Hecke. Rubens 1630. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Rembrandt

Seguimos con el autorretrato de un alumno aventajado del bachillerato artístico, en actitud marcial a poco de concluir la mili.

Autorretrato. Rembrandt 1629. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato. Rembrandt 1629. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Por el contrario el hombre que posa aquí ha concluido esa otra milicia que dicen los ascetas es la vida y se ha convertido en ofrenda involuntaria para la Ciencia, como muerto no identificado y material inerte para las clases de anatomía del Dr.Tulp

Clase de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. Rembrandt 1632. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Clase de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. Rembrandt 1632. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Y aquí están de nuevo aquellos que observaban atentamente los movimientos del bisturí del ilustre galeno en su lección de disección anatómica, mientras Rembrandt esbozaba con rapidez la obra maestra que le llevaría a la fama.

¡Así pintaba ya a los veintiséis años !

Expectantes. Foto R.Puig

Expectantes. Foto R.Puig

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Este rostro de Cristo como un joven rabino bondadoso merece ser de Rembrandt y sólo hace poco ha comenzado a discutirse algo su autoría.

Jesucristo segun Rembrandt o su taller. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Jesucristo segun Rembrandt o su taller. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

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El soldado que ríe sí que se le adjudica con certeza y también es de su etapa juvenil.

Hombre riendo. Rembrandt 1629 a 1630. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Hombre riendo. Rembrandt 1629 a 1630. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

No sé mucho sobre la vida que llevaba el pintor en sus años mozos, pero el modelo parece estar delante de él en alguna juerga de taberna. De hecho está captado con rápidas pinceladas de impresionista, casi en vivo y en directo (al menos el apunte previo debió ser un esbozo rapidísimo).

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En cambio pienso que estos “dos moros”, un poco intimidados, quien sabe si trabajadores esclavos de algún holandés adinerado, posaron ante él sin prisas. El cuadro rezuma la empatía del pintor hacia los dos retratados, hombres desplazados en tierra de frío y nieblas desde algún país de África.

Sé que en relación con este cuadro existe un texto de Marguerite Yourcenar dentro del volumen de sus ensayos En pèlerin et en étranger, pero no he podido consultarlo.

Dos moros. Rembrandt 1661. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Dos moros. Rembrandt 1661. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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El pintor ya mayor, poco antes de morir, nos mira y guarda sus secretos y sus melancolías

Autorretrato. Rembrandt 1669. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato. Rembrandt 1669. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Otros

La princesa no está triste

Ernestine Yolande princesa de Ligne por Jan Anthonisz van Ravesteyn 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Ernestine Yolande princesa de Ligne por Jan Anthonisz van Ravesteyn 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

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Es difícil escapar a esta mirada que nos ha dejado Anna. 

Anna Wake. Van Dyck. 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Anna Wake. Van Dyck. 1618. Detalle. Mauritshuis. La Haya. Foto R.Puig

Su marido era comerciante en telas y el retrato completo de su esposa paree un figurín publicitario de sus más rico muestrario, por eso es mejor observarla a ella así, aislada del boato de los rasos en que estaba envuelta cuando posó para Van Dyck. Nosotros no podemos escapar a su mirada, quizás porque ella tampoco puede huir de su jaula de damascos y terciopelos.

Como supongo que era difícil escapar a la vigilancia y planificación de la vida cotidiana de la esposa del poeta y humanista Constantijn Huygens, padre del famoso científico Christiaan Huygens.

Al menos esa impresión me produce su forma de observar  al pintor que les retrata.

Retrato de Constantijn Huygens y Suzanna van Baerle. Jacob van Campen 1635. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

Retrato de Constantijn Huygens y Suzanna van Baerle. Jacob van Campen 1635. Detalle. Maurithuis. La Haya. Foto R.Puig

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En cambio la esposa de Jan de Baen tiene una mirada tristísima y parece haber llorado mucho. ¿Tendrá ello algo que ver con algún luctuoso suceso que ha afectado a la niña cuyo retrato nos muestra? ¿O será sólo el efecto de sus mala salud?

Autorretrato de Jan de Baen con su mujer y su hija en un medallon. s.XVII. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato de Jan de Baen con su mujer y su hija en un medallon. s.XVII. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

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Mucho más sanos y optimistas me parecen estos dos jóvenes, también en esa edad en que nuestros aspirantes a pintor acaban su bachillerato artístico

Autorretrato de Van Hoogstraeten a los 17 años. 1644. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato de Samuel Dirksz Van Hoogstraeten a los 17 años. 1644. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato de un joven pintor. ca. 1660. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

Autorretrato de un joven pintor. ca. 1660. Museo Bredius. La Haya. Foto R.Puig

El primero fue hijo de pintor y llegó a ser un teórico del Arte (“Introducción a la Academia de la Pintura” o el “Mundo visible”) y también poeta. Fue discípulo de Rembrandt durante un tiempo (cuya manera se aprecia en su autorretrato)  y compiló los dichos del maestro.

Del segundo, desgraciadamente no sabemos nada.

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De estos dos pequeños s’i podemos pensar que se colaron en el cuadro de Cesar van Everdingen, a modo de adorables extras de un cuadro de naturaleza filosófica, probablemente también con intención política: Diógenes busca a un hombre con una linterna por las calles de la ciudad

Diogenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Diógenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Diogenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Diogenes buscando a un hombre. 1652. Detalle. Cesar van Everdingen. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

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Por desgracia, esta criatura no estaba interpretando  ningún papel de extra. El retrato fue encargado por unos padres desolados de la familia Valkenburg.

Retrato de una niña muerta. Johannes Thopas 1682. Detalle. Mauristhuis. La Haya. Foto R.Puig

Retrato de una niña muerta. Johannes Thopas 1682. Detalle. Mauristhuis. La Haya. Foto R.Puig

Siglo XVIII

Mujer tocando el laud. Philip Van Dijk. ca. 1720 a 1730. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Mujer tocando el laud. Philip Van Dijk. ca. 1720 a 1730. Galería de Guillermo V. La Haya. Foto R.Puig

Al son de las notas del laud de esta joven pongo broche final a esta crónica que ya se extiende demasiado.

El próximo domingo les contaré algo más sobre cómo, también en el curso de un milenio, se puede emigrar durante muchas generaciones de Normandía a Alicante, sin cambiar de apellido.



Trashumancias 2015 (VII). Normandía: Lassy y la saga de los Lacy

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Lassy. Foto R.Puig

Lassy. Foto R.Puig

Dedicado a Jean Turmel y en memoria de Carmen Lacy, mi abuela materna

En casa de mis abuelos había un libro en inglés que ni ellos ni mi madre sabían leer, pero que se guardaba como oro en paño. Las estampas eran numerosas y el texto hablaba de ilustres irlandeses que habían descollado en sucesivos acontecimientos, no sólo en la agitada historia de Inglaterra e Irlanda, sino sobre todo, que era lo en que la familia de mi abuela más se conocía, en las contiendas de la sucesión y en las guerras carlistas, así como en la guerra de la Independencia, ascendiendo hasta lo más alto del escalafón militar y destacando en tareas de gobierno y de la política.

Adónde habrá ido a parar aquel original, impreso en Baltimore en 1928, no lo sé, pero hace no mucho pude conseguir el último ejemplar del facsímil publicado por la Higginson Books Company de Salem (Massachusetts). Yo sí he podido leer las 409 páginas de aquella investigación histórica y genealógica, firmada por Edward De Lacy-Bellingari, publicada bajo el siguiente pomposo título (que traduzco): El registro de la Casa de Lacy: pedigríes, biografías militares e historia sinóptica de la antigua e ilustre familia De Lacy desde tiempos remotos, en todas sus ramas, hasta el día de hoy.

Portada del Registro de Baltimore 1928. Foto R.Puig

Portada del Registro de Baltimore 1928. Foto R.Puig

Las peripecias, los hechos de armas y notables servicios de los Lacy en distintas partes del mundo son explicados con detalle sin olvidar a ninguno de sus protagonistas y se recorren como quien lee una novela, apoyada por una descripción de sus fuentes y documentos probatorios, todo en un orden algo caótico pero apasionante. Hay esponsales, nacimientos, campañas, guerras de religión, batallas, fundación de castillos, demoliciones, expoliaciones, traiciones, destierros, recompensas, emigraciones, ejecuciones, sitios de ciudades, alianzas y contra-alianzas y un sinfín de episodios de los que se podrían extraer varias novelas y no pocas películas.

¿A qué viene esto?

Se estarán preguntando qué mosca me ha picado y qué tiene que ver la historia de la familia de mi abuela con mi viaje de este verano. La razón es que en las primeras páginas del libro aparece el mapa de una zona del departamento de Calvados, donde se localiza la pequeña aldea de Lassy, que se identifica como la cuna secular de los Lacy de Irlanda.

El mapa de Lassy según Edward de Lacy. 1928. Foto R.Puig

Localización de Lassy en el Distrito de Vire (Edward de Lacy-Bellingari,1928)

Algo escuché de todo esto a mi abuela, o quizás soñé que me lo contaba.  De hecho, recuerdo de mi niñez en casa de mis abuelos un gran retrato al óleo de uno de aquellos antepasados militares del Regimiento Ultonia (la agrupación militar de los irlandeses en España) y las historias sobre los antepasados irlandeses, aquellos que entraron en la península ibérica por el país vasco y acabaron por afincarse en el país valenciano y de forma definitiva en la provincia de Alicante.

Los primeros llegaron a finales del siglo XVII, aunque aquel de quien, según el libro, descendía mi abuela materna en línea directa fue Patrick De Lacy, nacido en el Condado de Galway en 1706 y que, con su hermano David, arribó de Irlanda en 1755. Ambos iban provistos de un certificado, firmada por hasta tres obispos irlandeses, que no sólo corroboraban su limpieza de sangre y su catolicismo integérrimo, sino una  genealogía de lucha secular contra la dominación inglesa, aliados de los O’Brien, los FitzGeralds, los Burghs, los Walles, los Butlers, los Boyle, los Browns, los Camas, los Liscarrol, etc. Por ello, se les declaraba aptos para el servicio de su Católica Majestad Fernando VI; lo que no impidió que más de un Lacy demostrara su flexibilidad, pasándose al bando carlista.

Hasta hubo un Luis de Lacy que, tras haberse batido en duelo con un superior por una historia de faldas y ser expulsado del ejército, combatió con las tropas  de Napoleón en Alemania, para, más tarde, al tener noticia de la invasión de la península ibérica, pasarse a las españolas y ser acogido calurosamente por sus antiguos compañeros de armas. No acabó ahí todo, pues, siendo ya general, se sumó activamente al levantamiento de Riego y fue ejecutado por orden de Fernando VII, convirtiéndose en héroe defensor de la Constitución de Cádiz. Está enterrado en Barcelona, no sin haber sido rehabilitado post mortem por el mismo monarca que lo mandó al paredón. El libro de Baltimore le dedica siete apretadas páginas, que darían para el guión de una película.

En definitiva, que empleo no les faltó en España a los descendientes de aquellos normandos que conquistaron la Inglaterra sajona en el siglo XI,  se afincaron allí y pasaron más tarde a Irlanda, de donde, andando el tiempo, empujados y confiscados por los nobles y terratenientes protestantes, primero en tiempos de Isabel I y, luego y sobre todo, de Oliver Cromwell, tuvieron que contentarse con las peores tierras y sufrir las leyes monopolísticas de los ingleses. Muchos irlandeses se vieron forzados a elegir entre trabajos subalternos en Inglaterra o emigrar a Norteamérica, Francia, Rusia y España.

De modo que este verano decidí visitar Lassy, movido por la curiosidad de acercarme a los orígenes de esta larga saga.

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Lassy

Tras la cosecha en las cercanias de Lassy. Foto R.Puig

Tras la cosecha en las cercanias de Lassy. Foto R.Puig

Procedente de La Haya llegué a la minúscula aldea de Lassy en mi tercera etapa del viaje a España y me hospedé con mi furgoneta en un modesto camping, precisamente propiedad de un matrimonio irlandés en las colinas de la región de Calvados, muy frecuentado por turistas ingleses y escoceses.

Sabía ya que tenía que dirigirme en el pueblito a su alcalde, Jean Turmel, que los viernes, en el ayuntamiento, ejerce como tal sin retribución alguna.

Alcaldía de Lassy. Foto R.Puig

Alcaldía de Lassy. Foto R.Puig

Como no era viernes, averigüé por el cartero que, si el alcalde no estaba ocupado en la cosecha o con sus vacas normandas, le podría encontrar en casa, entrando por el patio posterior. Ahí me dirigí, rumiando el saludo con el que debería presentarme.

Jean Turmel. Alcalde de Lassy. Foto R.Puig

Jean Turmel. Alcalde de Lassy. Foto R.Puig

Todos vuelven al rincón.... Foto Jean Turmel

Todos vuelven al rincón…. Foto Jean Turmel

Tuve suerte, porque si hubiera llegado un día más tarde, Jean Turmel se habría ido a su oficina de París, pues es Secretario General Adjunto del Sindicato Nacional de Productores de Leche, muy activo no sólo en Francia sino también ante las instituciones europeas, en cuyos pasillos el alcalde de Lassy, que es un convencido europeo, conoce bien cómo manejarse.

Vacas lecheras normandas. Foto R.Puig

Vacas lecheras normandas. Foto R.Puig

  • “Buenos días, Monsieur Turmel, me permito robarle algo de su tiempo. He parado en Lassy, en mi viaje de Suecia a Alicante, porque un viejo libro en que se habla de mi abuela y su familia, dice que de este pueblo salieron sus antepasados normandos. Mi abuela se llamaba Carmen Lacy

Las más de tres horas que pasé charlando con el alcalde y visitando Lassy guiado por él se me hicieron cortas y son ya inolvidables.

Iglesia de Saint Remy. Lassy. Wikipedia

Iglesia de Saint Remy. Lassy. Wikipedia

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Descripción

Lassy está situado entre el límite oriental del Bocage Normande y la llamada Suisse Normande, en el Departamento de Calvados,  Distrito de Vire, en un territorio de suaves colinas que en su punto más alto alcanzan los 268 metros, de verdes prados, bosques y los característicos setos de espino albar que flanquean las propiedades (bocages) en que pastan las vacas normandas. El territorio comunal está surcado por varios riachuelos que desembocan en el Drouance, afluente del Orne.

Lassy. Camino de bocage. Foto R.Puig

Lassy. Camino entre bocages. Foto R.Puig

En el libro de Edward De Lacy-Bellingari se describe Lassy y sus alrededores en términos parecidos, incidiendo en la antigua historia de este lugar del que tomaron su nombre dos señores feudales, Gautier e Ilbert de Lacy, quienes con los hijos del primero, Rogier y Gilbert, partieron a Inglaterra con el Duque Guillermo de Normandía, el Conquistador, para disputar el trono usurpado por Harold, a la muerte del rey Eduardo. Tomaron parte en la batalla de Hastings en 1066, para luego quedarse.

Estatuta de Guillermo el Conquistador ante el Ayuntamiento de Falaise. Foto R.Puig

Estatua de Guillermo el Conquistador ante el Ayuntamiento de Falaise. Foto R.Puig

Los nombres de Gautier e Ilbert (o Ibert) están grabados en el bronce conmemorativo del Ayuntamiento de Falaise en el que figuran todos aquellos jefes y caballeros normandos que lucharon en Hastings

Alcaldía de Falaise. Jefes normandos en la batalla de Hastings en 1066. Detalle. Foto R.Puig

Alcaldía de Falaise. Jefes normandos en la batalla de Hastings en 1066. Detalle. Foto R.Puig

Los dos hermanos eran tributarios del obispo Odón de Bayeux, hermano menor de Guillermo, el duque de Normandía. Podemos imaginar cómo esos cerca de quinientos señores feudales y caballeros, que conformaban la caballería normanda, reclutarían a sus huestes entre sus vasallos, granjeros y campesinos, equipándoles con casco, cota de malla, rodela y espada, maza o lanza, hasta formar un ejército de alrededor de quince mil hombres, incluyendo un temible contingente de arqueros.

La flota normanda cruza el canal la noche de San Miguel de 1066. Tapiz de Bayeux

La flota normanda cruza el canal la noche de San Miguel de 1066. Tapiz de Bayeux

Como narran las célebres colgaduras del llamado tapiz de Bayeux (más de cincuenta metros de tela bordada que se colgaban en la catedral en las fiestas principales), toda esa tropa partió a luchar contra los sajones embarcada en numerosas naves, similares a las de sus tatarabuelos vikingos. No fracasaron como Felipe II, quien les imitaría siglos más tarde con su armada invencible, pero tuvieron que aguardar en una playa durante tres semanas a que se levantara un viento favorable.

Como describe el tapiz de Bayeux, los infantes sajones salieron a recibirles con hachas y la cosa no estuvo clara de ninguna forma, como solía suceder en estas masacres cuerpo a cuerpo del Medioevo, hasta que a los mejor organizados, o posiblemente a los más brutos y menos fatigados, les sonrió el triunfo.

Caballero normando luchando contra infantes sajones armados con hachas. Tapiz de Bayeux

Caballero normando luchando contra infantes sajones armados con hachas. Tapiz de Bayeux

A aquellos Lacy de Lassy en el siglo XI se les abrió un futuro de tierras, castillos, nuevas batallas, alianzas y contra alianzas, que en el siglo siguiente les llevó de Inglaterra a Irlanda, donde siguieron medrando todavía más. Pero esa historia me obligaría a contarles todo lo que he leído en mi libro de marras y en otras fuentes, a partir de Gautier e Ilbert

Alcaldía de Falaise.Gautier de Lacy en la lista de los conquistadores de Inglaterra en 1066. Foto R.Puig

Alcaldía de Falaise.Gautier de Lacy en la lista de los conquistadores de Inglaterra en 1066. Foto R.Puig

Alcaldía de Falaise. Ibert de Lacy en la lista de los conquistadores de Inglaterra en 1066. Foto R.Puig

Alcaldía de Falaise. Ibert o Ilbert de Lacy en la lista de los conquistadores de Inglaterra en 1066. Foto R.Puig

No les infligiré tal tormento. El resumen es que, a finales del siglo XVII y primera mitad del XVIII, un cierto número de descendientes de aquellos normandos fueron llegando a España. Parece increíble, pero es cierto.

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Así que la historia empezó por una aldea normanda y continuó siglos más tarde en el pueblo de mi abuela, Muro de Alcoy, provincia de Alicante, en España.  Ella nos hablaba de sus tatarabuelos irlandeses, mientras hacía unas estupendas mermeladas de tomate o purgaba en una tinaja los caracoles de la huerta, en San Juan de Alicante, en cuyas playas casi no había más que dunas.

Mi abuela. Carmen Lacy

Mi abuela. Carmen Lacy

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Puede que algún día, Jean Turmel, el alcalde de Lassy, me nombre su secretario de relaciones internacionales para ayudarle a organizar una reunión de los Lacy de todo el mundo en esas tierras de Normandía.

Algunos Lacy de Norteamérica ya le han escrito, deseosos de que así sea. Si para entonces no les he cansado con mis historias y el encuentro se celebra, no les quepa la menor duda de que los lectores de este blog estarán entre los primeros en saberlo.

A modo de resumen

Cuando en algunas regiones de la península ibérica y de Europa hay tantos que se apasionan por decidir si somos galgos o podencos y crear nuevas fronteras, no puedo evitar acabar mi crónica con una reflexión. Quienes me conocen saben que si he traído aquí esta saga no es por prurito de pedigríes.

En momentos en que cientos de miles que huyen de la guerra o la miseria quieren ser europeos, tan sólo desde una aldea de Normandía la historia nos transporta a unos tiempos en que los vikingos querían ser normandos, los normandos decidían ser ingleses, unos ingleses irlandeses y numerosos irlandeses devenían españoles.

Para redondearlo, hoy en día los estudios genéticos se suman a los históricos para enseñar que, además de nacer en un lugar que no hemos elegido y mal que les pese a los entusiastas de intransferibles idiosincrasias, todos somos cultural y genéticamente mestizos.

¡Ah! Y el próximo domingo seguiremos contando algo sobre la iconografía de la Falaise medieval, la ciudad natal de Guillermo el Conquistador, a sólo 46 kilómetros de Lassy

Estatuta de Guillermo el Conquistador ante la iglesia de Falaise. Foto R.Puig

Estatua de Guillermo el Conquistador frente a la iglesia de Falaise. Foto R.Puig


Trashumancias 2015 (VIII). Las figuras de la iglesia de la Trinidad en Falaise (Calvados)

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Iglesia de Falaise. Foto R.Puig

Iglesia de la Santa Trinidad de Falaise. Foto R.Puig

Nos referíamos en la crónica anterior a Falaise, la ciudad donde en 1027 nació Guillermo el Conquistador, apodado también como “el bastardo”, quien no obstante llegó a ser no sólo Duque de Normandía, sino también Rey de Inglaterra.

La iglesia de la Trinidad, cuya construcción es del siglo XIII, en los comienzos del gótico, que experimentó importantes reformas en los siglos XV y XVI, es particularmente interesante por las esculturas de diversos personajes en la fachada lateral derecha.

Y por sus expresivas y aterradoras gárgolas que se ciernen sobre nuestras cabezas cuando la rodeamos.

Iglesia de Falaise. Foto R.Puig

Gárgola de la iglesia de Falaise. Foto R.Puig

A cual más amenazadora…

Iglesia de Falaise. Gargola. Foto R.Puig

Gárgola de la iglesia de Falaise. Foto R.Puig

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Gentes corrientes de unos tiempos idos…

Entre las figuras, características de un saber hacer realista no carente de humor popular, hay una mujer embarazada que, a pesar de su estado, ciñe espada, mientras parece estar tocando un laúd. La disposición de sus piernas, como si necesitase afirmarse contra las paredes para no caerse, hace además pensar en que su avanzada gestación anuncia un inminente alumbramiento.

Iglesia de Falaise. Figura de embarazada en la fachada lateral. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de embarazada en la fachada lateral. Foto R.Puig

La otra figura de mujer guerrera, en actitud de combate, con alfanje y rodela, y los cabellos al viento, aunque sin una razón para desvelar sus órganos sexuales, parece haber sido tallada por un lúbrico escultor para mostrarlos.

Iglesia de Falaise. Figura de la fachada lateral. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de mujer guerrera de la fachada lateral. Foto R.Puig

Además, a esta segunda parece como si le hubiesen golpeado y borrado el rostro adrede. Ambas mujeres tienen unas características y una forma de integrarse en la arquitectura de la fachada que quizás se deban a que fueron esculpidas por el mismo artista.

Iglesia de Falaise. Figura de guerrero caído de la fachada lateral. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de combatiente de la fachada lateral. Foto R.Puig

Pienso que algo parecido puede decirse de la disposición del guerrero que se revuelve para protegerse, por un lado con el escudo que sujeta con su brazo derecho, mientras que con el otro trata de alzar la maza para parar el ataque que, medio tendido como está, acabará probablemente con su vida.

No se puede considerar tan dramática la situación, aunque molesta, de nuestros siguientes personajes. El primero, que se sujeta las tripas con su mano izquierda, está claramente vomitando.

Iglesia de Falaise. Figura de hombre vomitando. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de hombre vomitando. Foto R.Puig

El otro tiene las manos en posición de hacer fuerza con todo su cuerpo. ¿Adivinan para qué?

Iglesia de Falaise. Figura de la fachada. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de la fachada. Foto R.Puig

Para mí que se trata de una imagen escatológica, pero no en el sentido del Apocalipsis y el fin de los tiempos. Su rostro tiene el rictus de alguien que se esfuerza por finalizar una tarea más prosaica. ¡De todo hay en las iglesias medievales!

Volviendo a las escenas de guerra, a quien tenemos aquí es a un prisionero que espera asustado la decisión que sobre su suerte tomen los captores

Iglesia de Falaise. Figura de prisionero. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de prisionero. Foto R.Puig

Y no sería extraño que esta plañidera descalza, que trata de protegerse del frío y que vuelve sus ojos llorosos hacia lo alto, esté invocando inútilmente una incierta piedad de los violentos

Iglesia de Falaise. Figura de mujer doliente. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Figura de mujer doliente. Foto R.Puig

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…y los protagonistas de un suceso histórico

Dentro de la tradición de la ley del talión que imperó por muchos siglos en las sociedades de tradición bíblica, está documentado, particularmente en el Medioevo y hasta los umbrales del siglo XVII en Europa, que a los animales no humanos que eran acusados de actos criminales se les juzgaba según códigos humanos y, si eran sentenciados, sufrían penas equivalentes. Predominaban los casos de mamíferos de raza porcina (que habían devorado a un niño), así como algunos de ganado vacuno e incluso de alguna que otra cabra.

Normandía no fue la excepción y a través de los archivos, en particular de aquellos en que se recogen los emolumentos de los carceleros y verdugos de varias ciudades normandas, se han comprobado historias que no tienen nada de leyendas, pues ocurrieron realmente, en particular seis casos documentados de “ejecuciones curiosas en Normandía en la Edad Media” por Léon Braquehais, en un artículo de 1892 en la Normandie littéraire, donde cita la Histoire de la Ville de Falaise (p.83) de Fréderic Galeron.

El texto habla al parecer de la misma marrana que vemos en la fachada de la Santa Trinidad de Falaise en el momento de echarse encima de un ser humano, que no se ve con claridad si es mujer o bebé. Si fuese el niño de la historia judicial (como nos aseguran en la Oficina de Turismo) la crónica del suceso permitiría datar la escultura como muy temprano a finales del siglo XIV. Si fuese una mujer la víctima, estaríamos ante un criminal porcino, aunque su delito podría ser de muy distinta índole

glesia de Falaise. Figura de la cerda criminal. Foto R.Puig

glesia de Falaise. Figura de la cerda criminal. Foto R.Puig

En todo caso, les traduzco y transcribo:

“En 1386, una cerda devoró al hijo de un bracero de la ciudad, de nombre Janet. El accidente llegó a conocimiento del juez, quien condenó al animal a ser castigado en público según la ley del talión. Al niño le había destrozado el rostro y un brazo y la marrana fue mutilada del mismo modo, y a continuación fue ahorcada a manos del verdugo. La ejecución se llevó a cabo en plaza pública, en presencia de toda la población; el vizconde-magistrado la presidió a caballo, una pluma en su sombrero y el puño en el costado. Para colmo del horror, al padre de la víctima se le obligó a asistir a la ejecución; según quien escribió la historia de los hechos, se le quiso castigar por no haber vigilado a su hijo. Cuando se llevó al animal al lugar del suplicio, vestía ropa de hombre, una chaqueta, calzas largas y guantes. Se le había colocado sobre la cabeza una careta que representaba un rostro humano”

Galeron añade que este suceso pareció tan notable en aquel tiempo que se conservaba su recuerdo mediante un fresco que aún se podía contemplar en 1820 en la iglesia de la Santa Trinidad de Falaise.

El abate Langevin, que también había visto esta curiosa pintura, la describe así en sus “Investigaciones históricas sobre Falaise” (Suplemento, 1826, p.12):

Este episodio singular está pintado al fresco sobre el muro occidental del ala del crucero meridional de la iglesia de la Santa Trinidad de Falaise. El niño en cuestión y su hermano están representados sobre el muro, cerca de la escalera del campanario, acostados juntos en una cuna. A continuación, hacia la mitad del muro, están pintados el cadalso, la cerda vestida en forma humana, a la que el verdugo cuelga de la horca en presencia del vizconde a caballo, una pluma en el sombrero y el puño en el costado, observando la ejecución

Después de 1820, la iglesia de la Santa Trinidad ha sido restaurada varias veces y está pintura actualmente ha desaparecido, como lo hemos constatado recientemente en visita a este interesante edificio, clasificado entre los monumentos históricos de Calvados.

Léon Braquehais añade que hasta tres autores se hacen eco de esta historia en el siglo XVIII, pero la sitúan erróneamente en 1396. Lo prueba el recibo del verdugo encontrado por un anticuario de Normandia, al que cita, quien transcribe así este documento:

“El día IXº de enero del año mil CCCIIIIXX y seis… se presentó maestro Nicole Morier verdugo de Falaise que reconoció y confesó haber recibido del hombre sabio y provisor Regnault Rigaut vizconde de Falaise por mano de Colin Gillain su lugarteniente general la suma de diez cuartos y diez denarios tourneses en concepto de pan y salario por haber llevado y después ahorcado ante la justicia falesina una cerda de más o menos tres años de edad propiedad de un tal Souvet el Albañil de la parroquia de Laferté Macy que había comido el rostro del niño de dicho Albañil (que estaba en la cuna y tenía como tres meses de edad) de modo que el dicho niño murió a causa de ello, son diez cuartos tourneses más diez denarios por unos guantes nuevos con los que realizó la ejecución, por la cual suma de diez cuartos y diez denarios tourneses el verdugo precitado se considera bien pagado

Firmado: Girot de M.”

Concluye diciendo que varios casos de esta práctica judicial están bien documentados en la Normandía medieval.

Los grabados que reproduzco a continuación son de un libro que, gracias a la bibliografía sobre el tema que me ha completado mi hija María, ustedes podrán leer directamente en su versión completa dentro del proyecto Gutenberg:

E.P.Evans. The criminal prosecution and capital punishment of animals. London, William Heinemann 1906

El primer grabado está claramente inspirado en el caso de Falaise. Aparece el vizconde-magistrado a caballo con su sombrero de plumas y el puño apoyado en la cadera

Execution of a sow. Evans

Execution of a sow. Evans 1906

El otro amplía el abanico de los homicidios a manos (o diríamos mejor a patas) de animales asesinos, pues no sólo hay un cerdo devorando un niño, sino también una vaca corneando a un hombre y unos perros ensañándose con las ovejas.

Animales asesinos. Evans

Animales asesinos. Evans, 1906

Si la práctica medieval de enjuiciar a los animales se hubiese mantenido, en España los juzgados no habrían dado abasto este verano para juzgar a los que mataron e hirieron a no pocos temerarios en los encierros pueblerinos de la Comunidad Valenciana. Si bien, los toros homicidas podrían haber sido absueltos con el eximente de la defensa propia.

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Más

El libro de Evans es muy interesante, pues no se restringe a analizar los casos que anuncia su título, sino que los sitúa en una tradición penal, abundante, variopinta y cruel, no sólo para con los animales, sino sobre todo en el contexto de la persecución y condena de los que, en diversos momentos de la historia de la justicia, se han considerado crímenes o males nefandos, y castigado con la la ley del talión, con penas ejemplarizantes o con la ejecución de los perpetradores.

Tan es así, que algunos de los casos citados en el libro afectan a la imagen de santidad bondadosa de quienes como, en el caso de San Carlos Borromeo, se complacían en la tortura y muerte de quienes caían bajo su poder inquisitorial:

Thus Cardinal Carlo Borromeo, who was pre-eminent among his contemporaries for the purity of his life and the benevolence of his character, did not hesitate to condemn Fra Tommaso di Mileto, a Franciscan monk, to be walled up alive, because he entertained heretical notions concerning the sinfulness of eating meat on Friday, and expressed doubts touching the worship of images, indulgences, the supreme and infallible authority of the pope, and the real presence in the eucharist. This cruel sentence, a striking illustration of the words of Lucretius,

“Tantum religio potuit suadere malorum,”

was pronounced December 16, 1564, as follows: “I condemn you to be walled up in a place enclosed by four walls, where, with anguish of heart and abundance of tears, you shall bewail your sins and grievous offences committed against the majesty of God, and the holy mother Church and the religion of St. Francis, the founder of your order”.

A bishop, who should impose such a punishment now-a-days, would be very properly declared insane and divested of his office.

Traduzco:

Por ejemplo, el Cardenal Carlos Borromeo, que destacó entre sus contemporáneos por la puridad de su vida y la benevolencia de su carácter, no dudó en condenar a Fray Tommaso di Mileto, un fraile franciscano, a ser emparedado vivo, porque había mantenido nociones heréticas relativas a lo pecaminoso de comer carne los viernes y expresado dudas sobre el culto a las imágenes, las indulgencias, la suprema e infalible autoridad del papa y la presencia real en la Eucaristía. La cruel sentencia, una patente ilustración de las palabras de Lucrecio,

“¡A cuánta maldad pudo inducir la religión!”,

Fue pronunciada el 16 de diciembre de 1564, del modo siguiente. “Yo te condeno a ser emparedado en sitio cerrado por cuatro muros, donde, con angustia de tu corazón y abundancia de lágrimas, lamentes tus pecados y graves ofensas cometidos contra la majestad de Dios, su santa madre la Iglesia y la religión de San Francisco, el fundador de tu orden”.

Un obispo que en nuestros días impusiese tal castigo, sería con mucha razón declarado loco y privado de su cargo

(Evans, op.cit. pp.208-209 y cita de De rerum natura, 1, 101).

San Carlos Borromeo. Santuario de los Milagros. Orense

San Carlos Borromeo. Fuente: Santuario de Nuestra Señora de los Milagros. Orense

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El libro trae otros ejemplos de códigos y prácticas crueles y despóticas, como las que imponía “el código radical de Pachacutec, el Justiniano de los peruanos antiguos, que castigaba el adulterio con la mujer del Inca con la muerte no sólo de ambos adúlteros, sino también de sus hijos, parientes y esclavos, a más de los habitantes de la ciudad en la que se hubiera cometido, que además debía ser arrasada y cubierta de piedras”.

El Inca Pachacutec. Fuente Monografías.com

Recreación del el Inca Pachacutec según Monografías.com

Supuesto lo cual, Evans no refiere ningún caso de adulterio con la mujer del Inca. Pudo ser porque el código de Pachacutec disuadiera eficazmente a los súbditos del Imperio o porque ningún implicado sobreviviese para contarlo.

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Consejo final

Para quienes aspiren a un sobresaliente o quieran empezar una tesis doctoral al respecto, alguna otra referencia de las que mi hija a bote pronto me ha enviado:

Erica Fudge. Perceiving Animals.Humans and Beasts in Early Modern English Culture, University of Illinois, 2002.

Reseña crítica del libro de Fudge por Barry Reay, professor of history at the University of Auckland and author of Popular Cultures in England, 1550-1750.

Así como un estudio cuya aparición inminente se anuncia sobre The Criminal Trial of Animals: A Case Study in Shame and Necessity

Y desde luego, si tienen ocasión, no dejen de darse una vuelta por Calvados y en particular por la ciudad de Falaise. Pero si viajan con bebés no permitan que algún ejemplar de raza porcina se acerque a la cuna. En Normandía pueden ocurrir historias truculentas.

Iglesia de Falaise. Nave lateral. Foto R.Puig

Iglesia de Falaise. Nave lateral. Foto R.Puig


Breverías erasmianas (XXIII): “Homo homini deus” (El hombre es dios para el hombre ) / ”Homo homini lupus” (El hombre es lobo para el hombre)

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Otoño en Vasaparken. Foto R.Puig

Otoño en Vasaparken. Foto R.Puig 

Mi intención era hablar hoy del otoño en Gotemburgo, de estas semanas de sol benigno que han dominado el mes de octubre. Incluso de tentar algunos versos surgidos de paseos apacibles.

Pero, puede que haya sido porque ayer se cumplieron 70 años de la ratificación de la Carta de las Naciones Unidas, naciendo así la ONU, el caso es que el teclado me tentó con dos adagios de Erasmo, que quizás pueden decirnos algo en estos días en que un enorme drama humanitario se desarrolla cerca de nosotros.

Son dos proverbios que recuerdan que los seres humanos podemos presentar dos caras a quienes solicitan asilo: o como dioses menores providentes acogemos a los que buscan auxilio, o mostramos los dientes como lobos a quienes piden refugio ahuyentándolos de nuestro territorio.

Hojas caidas. Foto R.Puig

Hojas caidas. Foto R.Puig

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“Homo homini deus”

El hombre es dios para el hombre

Adagio I, i, 69

 

En tiempos de los antiguos griegos y, más tarde, en obras teatrales del Renacimiento, cuando una situación se había complicado en exceso y no se encontraba un desenlace plausible, el autor recurría al ”Deus ex machina”, es decir a un personaje divino que mediante algún artilugio descendía al escenario y resolvía el enredo o el drama de la forma en que sólo un dios era capaz de hacerlo. En el teatro clásico francés se recurrirá más tarde a la aparición del Rey, el depositario del poder otorgado por Dios y de la justicia suprema.

Que un hombre es dios para el hombre, se suele decir cuando alguien de repente nos trae la salvación de forma inesperada, o de quien de algún modo nos hace un gran favor.

Para los antiguos sólo era dios quien fuese útil a los mortales. De forma que en la Antigüedad se tuvo por dioses a los creadores del cultivo del grano, del vino, de las leyes, y a quienquiera que hubieses contribuido a mejorar la vida

Antiquitas, enim nihil aliud existimabat esse deum quam prodesse mortalibus. Unde frugum, vini, legum auctores, et quicunque  ad  vitae commoditatem aliquid attulisset, eos pro diis habebat antiquitas.

Erasmo, cristiano y conocedor de Cicerón, explica que a partir de ese a quien se consideraba afín a la moral cristiana, el bien de los mortales se atribuía en última instancia a Dios, “cuya especial cualidad es preservar y hacer el bien”. En consecuencia, quienes salvan a otros de un peligro están hacienda “el trabajo de Dios”. De modo y manera que el adagio se interpreta en el sentido de que quien ayuda a otros lo hace en representación de Dios.

quoniam  dei  quasi  vice  fungitur

Para confirmarlo cita a Juvenal y a Virgilio, pero cuando llega a Plinio (Historia Natural, 1,8), como ese autor no reconoce que haya una divinidad suprema que vela por los mortales, Erasmo le reprocha esa inmanencia de atribuirlo todo al mundo y a una cierta Naturaleza, de modo que es dios cualquier mortal que ayude a otro mortal.

Deus   est,   inquit,   mortali   juvare   mortalem

De la misma manera, excluyendo una Providencia superior, Ovidio, declama en sus Pónticas (2.9.39-40) que

El placer propio del hombre es salvar al hombre

Y no hay mejor manera de obtener favor

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Conveniens  homini  est  hominem  servare  voluptas

Et  melius  nulla  quaeritur  arte  favor

Erasmo continúa con San Pablo (I Corintios 13), para quien la caridad es la virtud suprema y consiste en hacer el mayor bien al mayor número.

Más adelante, aunque siga sosteniendo que es una adulación de mal gusto y moralmente inaceptable dar el nombre de Dios a un ser humano, indica que, a pesar de todo, este adagio podría usarse tal cual, lo que explica poniendo el siguiente ejemplo, en el que una persona da las gracias del siguiente modo

En una época en que padecía unas desgracias tan grandes que no había hombre mortal que ni quisiera ni pudiera ayudarme, fuiste el único que acudió en mi auxilio –que era más de lo que yo podía esperar- y no sólo me salvaste con tu bondad (pues de otro modo habría perecido), sino que me me hiciste más apto para la vida de lo que era antes. De modo que (que quede entre nosotros), si alguna vez hay que pueda usarse el viejo proverbio griego, es ahora: ‘el hombre es dios para el hombre’

Erasmo sigue con otros ejemplos, con lo que al final parece haber olvidado sus reparos teológicos y no tiene inconveniente en usar el proverbio para designar a quienes se vuelcan en ayudar a otros. De hecho, como diremos más adelante, explica su pensamiento al respecto en su comentario al Dulce bellum inexpertis:

Dios ha puesto al hombre en este mundo como réplica de sí mismo, para que a la manera de una divinidad terrestre vele por la salvación de todos.

Otra interpretación del adagio que a Erasmo pienso le habría parecido inoportuna (aunque en su época tampoco faltasen los que se tomaban por el brazo de Dios y ejercían de inquisidores y verdugos) es la que hoy podríamos imaginar ante quienes matan, destruyen y empujan al exilio a millones de seres humanos invocando la voluntad de Dios. Es una forma trágica de ejercer de dioses que los griegos al origen de este adagio no pudieron imaginar y que a Erasmo no se le pasó por la cabeza. Su formulación más adecuada sería:  “El hombre es dios contra el hombre”, lo que en cierto modo nos llevaría al adagio que luego comentaremos.

Pero antes volvamos al sentido original con algo que está ocurriendo.

En estos días, en Suecia se estima que al concluir el año habrán llegado 190.000 solicitantes de asilo y, situación inédita hasta hoy, ante la llegada del invierno, el gobierno está montando campamentos de tiendas especiales (con calefacción), pues los alojamientos normales no van a alcanzar a cubrir las necesidades, tanto sea para ofrecer un cobijo inmediato y ganar tiempo para adaptar o fabricar viviendas, de las que, una vez concedida la residencia, los asilados puedan dirigirse a destinos estables. Ello sin hablar de los 30.000 menores no acompañados que han llegado y a los que, sí o sí, hay que darles residencia con asistencia especial. El presupuesto de la Oficina de Migraciones va a superar pronto el de la Defensa.

El ministro sueco del interior en una de las tiendas. Fuente Göteborgs Posten

El ministro sueco del interior en una de las tiendas. Fuente Göteborgs Posten

Y el viernes por la tarde, seis partidos del Parlamento Sueco, con la excepción de la extrema izquierda y la extrema derecha, han llegado a un consenso sobre los principales aspectos de la gestión de la llegada e integración de los refugiados en los distintos niveles del Estado, incluidas las partidas presupuestarias de urgencia.

Este blog no tiene vocación de análisis político, pero pienso que no me salgo de su perfil propio, diciendo que en las actuales circunstancias, aunque sea sólo un comienzo, esta unión de partidos que en otros temas están a la greña, es un ejemplo que, en estos momentos complicados, debería ser imitado entre los Estados europeos.

Consenso de seis partidos suecos para la gestion del asilo. Foto Vilhelm Stokstad. Svenska Dagbladet

Anuncio del consenso de seis partidos suecos para la gestion de la crisis de los refugiados. Foto Vilhelm Stokstad. Svenska Dagbladet

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“Homo homini lupus”

El hombre es lobo para el hombre

Adagio I, i, 70

Este proverbio, abundantemente citado en la literatura universal, sigue a continuación, compensando el optimismo del anterior. La glosa de Erasmo es estrictamente filológica:

Casi contrario al anterior, como si fuese una variante suya, es esta frase de Plauto en su Asinaria: el hombre es lobo para el hombre. Con ella se nos advierte de que que no demos nuestra confianza a una persona desconocida, sino que nos protejamos de ella como de un lobo:

Lobo es (dice) el hombre para el hombre, que no hombre, para quien no conozca su forma de ser

Lupus est (inquit) homo homini, non  homo, qui  qualis sit non novit.

(Plauto, Asinaria 495)

De todo lo que los seres humanos pueden concebir para hacer el mal a otros seres humanos Erasmo ha tratado en múltiples ocasiones, en especial durante todos aquellos años, entre 1506 y 1526, en los que fue editando y ampliando sus Adagios. Los conflictos armados del primer tercio del siglo XVI y sus efectos devastadores sobre la población civil superaron con creces a las guerras medievales y su glosa al adagio Dulce bellum inexpertis (“La guerra atrae a quienes no la han vivido”) se va ampliando hasta convertirse en la más extensa de la obra.

Sí, el hombre puede comportarse como una bestia para otros hombres…

¿Quie­res saber cuán feroz es la guerra, cuán horrible, cuán in­digna es del hombre? ¿No has visto nunca a un león peleando con un oso? ¡Qué fauces, qué rugidos, qué ja­deos, qué ferocidad, qué carnicería! Al espectador, aun­ que esté a salvo, se le ponen los pelos de punta. Pero mu­cho más horrible, mucho más feroz es la visión de un hombre cargado de armas y venablos atacando a otro hombre. ¿Quién creería, dime, que se trata de seres hu­manos si la costumbre del mal no nos hubiera privado de la capacidad de asombro? Ojos que arden, palidez en los rostros, furor en la marcha, la voz es como un chirri­do, el estruendo demencial, el hombre es todo hierro, las armas rechinan, las bombardas disparan sus rayos. Si los hombres se devorasen y bebiesen la sangre para alimen­tarse la cosa sería más amable: pero a lo que algunos han llegado es a realizar por odio lo que la costumbre o la ne­cesidad harían más excusable. Más aún, todo esto se está volviendo más cruel gracias a las flechas envenenadas y a las infernales máquinas de hoy en día. Ya no encontra­mos por ninguna parte rastro de humanidad.

La visión de Erasmo sobre las causas y las consecuencias de las guerras, cuyas víctimas son las gentes del pueblo, siguen siendo de triste actualidad:

qué plaga, qué capricho, qué Furia introdujo por primera vez en la mente humana algo cuyo efecto embrutecedor ha impulsado a este plácido animal, que la naturaleza engendró para la paz y la benevolencia y es el único que ha predestinado a la salvación, a precipitarse con tan salvaje frenesí y con enloquecida confusión hacia la destrucción mutua

Y ello a pesar de que

la naturale­za reservó al hombre el uso de la palabra y de la razón, atributos que contribuyen sobre todo al establecimiento y al fomento de la benevolencia, de modo que nada entre los hombres se resuelva por la fuerza

y de que

la naturaleza ha repartido entre los mortales una admirable variedad de cualidades, tanto espirituales como corporales, para que el individuo encuentre en otros individuos algo que amar y reconocer por su excelencia o que desear y abrazar por su utilidad y atractivo. Por último, depositó en su interior una chispa de espíritu divino para que, aunque no se ofrezca recompensa, a todos agrade hacer el bien por el bien mismo. Porque atender a las necesidades de todos es precisamente lo propio y característico de Dios. Pues si no, ¿qué otra cosa es ese extraordinario placer espiritual que sentimos al saber que alguien se ha salvado por causa nuestra?

Por eso, cuando una de las consecuencias de la guerra es el éxodo de millones de personas huyendo de la muerte y la destrucción, espanta ver que en la que quiere ser la patria de los derechos humanos, en Europa, a uno fundamental, el de asilo, se opone aún el racismo y la insolidaridad de quienes asocian subrepticiamente a las multitudes que huyen de las matanzas con viejas invasiones armadas de siglos pasados:

¿Acaso es esto lo que queréis para Polonia? ¿Queréis perder la propiedad de vuestro propio país? ¡No! ¡no es eso lo que quiere el pueblo polaco!

Estamos viendo como surgen peligrosas enfermedades no vistas desde hace tiempo en Europa: el cólera en Grecia, la disentería en Viena, diversos tipos de parásitos protozoarios que no son peligrosos en el organismo de esas gentes pero podrían serlo aquí.

Son palabras de Jaroslaw Kaczynski el 12 de octubre en plena campaña electoral del PiS, siglas del partido Derecho y Justicia, para las elecciones de hoy 25 de octubre en Polonia, en reacción a la aceptación del gobierno polaco de la propuesta de la Comisión Europea de recibir a 10.000 solicitantes de asilo (citadas por la corresponsal de Le Monde en Varsovia)

Y las palabras de Viktor Orban, el constructor de un nuevo muro en la frontera de Europa (ahora no con el Este sino con el Sur), aplaudidas hace unos días en Madrid, cuando, el mismo que en mayo rechazó acoger a unos cientos de refugiados que le proponía la Comisión Europea,  dice:

Lo que estamos afrontando no es una crisis de los refugiados. Esto es un movimiento migratorio compuesto de migrantes económicos, refugiados y también combatientes extranjeros. Es un proceso descontrolado y no regulado

Viktor Orban en la Hungarian national gallery. Fuente: The Guardian

Viktor Orban inaugura una exposición de pintura de artistas húngaros de la Galería Naciona. The Guardian

Por desgracia, como comenta la escritora Monika Zgustova, estos dos caballeros que citamos no son un caso aislado, sino que marcan una tendencia que cosecha votos.

Además, hay partidarios de esas ideas que no se limitan a poner zancadillas a los que corren para atravesar una frontera con una criatura en brazos, sino que pasan a la acción criminal, oculta, como son los incendios de alojamientos de inmigrantes en Alemania o en las últimas semanas en Suecia

Arde local escolar de de acogida. Foto Biörn Larsson Rosvall en Göteborg Posten

Arde local escolar de acogida. Foto Björn Larsson Rosvall en el Göteborg Posten

o como la de un chico normal, graduado de un bachillerato técnico, a quien, según lo que ha trascendido, le gustaba el grupo musical belga “Suicide Commando”, algunas de cuyas letras “alimentan mi odio interior” y le sumen en la tristeza, “pues no conseguiré matar a todas esas razas malditas”. El mismo que, poco antes de atacar con una espada a quienes tenían la piel oscura, había mirado un film de propaganda neonazi en Internet que se titula algo así como “Cuando los enfurecidos hablan”. Una carta que ha dejado este asesino, movido por el odio racista, concluye (según manifestaciones de la policía) con la idea de que, por culpa de los inmigrantes, Suecia ya no será la misma.

El asesino de la espada. Foto ampliamente difundida por los medios de todo el mundo

El asesino de la espada. Imagen ampliamente difundida por los medios de todo el mundo

Por desgracia ese leitmotiv no sólo agitaba la mente de este nuevo Breivik, pues lo he podido encontrar recientemente en una tribuna de la jefa de opinión del Göteborgs-Posten subtitulada “Nuestra disposición a recibir cientos de miles de solicitantes de asilo en los próximos años es todo menos buena”, que además de ilustrarse (glosando la imagen con un pié negativo) con la foto del ministro del Interior en una de las tiendas de campaña de urgencia que se han habilitado, concluye con esta frase: Sverige kommer inte att bli sig likt igen, es decir Suecia no será más ella misma.

No puedo juzgar el conjunto de los artículos de quien eso escribe, pero de esta tribuna en la página principal del periódico son preocupantes no sólo algunos contenidos y el citado subtítulo, sino, sobre todo, el que concluya con uno de los pretextos más socorridos de quienes creen en supuestas e inmutables esencias patrias, que los inmigrantes vendrían a pervertir.

Sí, como dicen los viejos adagios, es cierto que el hombre puede ser lobo para el hombre y, también, que habrán de ser los ciudadanos y sus votos los que mantengan unos espacios de democracia en los que se demuestre lo contrario: que los seres humanos son los únicos dioses que les quedan a los seres humanos.

Vänern. Suecia. Foto R.Puig

Luz de otoño sobre el horizonte del lago Vänern. Karlstad. Suecia. Foto R.Puig

NOTA:

Texto latino de “Les Adages d’Érasme” présentés par les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), Lyon, 2010, pp.141-144. La traducción es mía. Los textos en castellano del Dulce bellum inexpertis también son traducción mía en Adagios del poder y de la guerra y Teoría del Adagio (Madrid, Alianza Editorial, 2008)


En estos días de otoño

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Jonas pensando en sus patatas. Foto R.Puig

Jonas pensando en sus patatas. Foto R.Puig

Esta entrada es la número 300 de este blog y la dedico en especial a todos los que lo animáis con vuestras contribuciones, comentarios y valoraciones

¡Gracias!

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Estas semanas del otoño de Gotemburgo han sido inesperada y largamente soleadas, invitando al paseo y a detenerse en detalles nimios.

Todo lo contrario de Jonas Alströmer (1685-1761), un industrial que allá por 1725 popularizó el cultivo de las patatas a Suecia y sigue de pié, en permanente actitud reconcentrada, en la Lilla Torget de Gotemburgo. Nadie le da las gracias cuando pasamos junto a él, a pesar de que ningún sueco aceptaría que le sirvan su socorrido filete de salmón sin ellas. Cuando se le ocurrió comenzar a cultivar el tubérculo las patatas sólo se podían ver en el jardín botánico de Uppsala.

Aunque parezca estar enfrascado en una reverie filosófica, no nos engañemos, lo que le preocupan son las heladas y las plagas.

Otro que se concentra es este fotógrafo -quién sabe si bloguero como yo-  a quien su señora ha mandado a sacar los perritos a paseo

Fotografo otoñal. Foto R.Puig

Fotógrafo otoñal. Foto R.Puig

Al calor inhabitual de estas semanas han germinado los crocus de color malva que suelen florecer en primavera

Crocus fuera de temporada. Foto R.Puig

Crocus fuera de temporada. Foto R.Puig

El parque se tapiza poco a poco de hojas muertas y de alguna todavía moribunda

Hojas del arbol caidas.... Foto R.Puig

Hojas del árbol caidas…. Foto R.Puig

Quizas la estación nos recuerde unos versos que emocionaban a nuestros bisabuelos y que a nosotros nos hacían memorizar en el colegio para que entendíesemos lo que era una metáfora…

Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son:
¡Las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón!

Así remataba su poema elegíaco el apasionado Espronceda:

¡El corazón sin amor!
¡Triste páramo cubierto
con la lava del dolor,
oscuro inmenso desierto
donde no nace una flor!

Pero, para romántica, unos metros más allá, hay una joven que no abandona nunca el barrio, habituada a ver pasar las estaciones sin soltar nunca su flor, precisamente un crocus que tiene en la palma de su mano

La chica de la flor. Foto R.Puig

La chica de la flor. Foto R.Puig

Sigue ahí, guardiana de las flores, mientras los demás vamos y venimos

Días cálidos de otoño. Foto R.Puig

Días cálidos de otoño. Foto R.Puig

En el paseo. Foto R.Puig

En el paseo. Foto R.Puig

Vamos de paseo. Foto R.Puig

Vamos a dar una vuelta. Foto R.Puig

A este viejo árbol las fuerzas le han abandonado

Si pudiese pedía plaza en la residencia de ancianos.Foto R.Puig

Si pudiese me jubilaba.Foto R.Puig

Otros en cambio, en plena juventud, se codean con el cielo

Abedules. Foto R.Puig

Abedules. Foto R.Puig

Los hay que se despojan de sus hojas para mejor mostrar sus frutos como labios

Rojerío. Foto R.Puig

Rojerío. Foto R.Puig

Frutos que acabarán en el buche de los pájaros

El pájaro en su despensa. Foto R.Puig

El pájaro en su despensa. Foto R.Puig

No sé si a causa de esas aves tan diestras, o porque el otoño suscita pensamientos sobre el paso del tiempo, el caso es que me viene a la memoria otro poeta que, allá por el siglo I antes de Cristo, intuyó la evolución de las especies (si a un buen amigo en Cádiz, que sabe mucho más latín que yo, le parece que la traducción no es buena, la culpa es mía):

Hay linajes que crecen y otros que disminuyen,

las estirpes de los seres vivos en breve tiempo mudan

y a modo de relevos la antorcha de la vida se transmiten.

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Augescunt aliae gentes, aliae minuuntur,

inque brevi spatio mutantur saecla animantum

et quasi cursores vitai lampada tradunt.

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(Lucrecio, De rerum natura, II, 77-79)

Mutantur saecla animantum. Foto R.Puig

Mutantur saecla animantum. Foto R.Puig

Para no mutar demasiado rápido, después de vagar un buen rato, es hora de que me siente en un banco

En el banco. Foto R.Puig

En el banco. Foto R.Puig

No muy lejos, padre e hijo, en semana de vacaciones, echan carreras

Preparados, listos, ya. Foto R.Puig

Preparados, listos, ya. Foto R.Puig

Junto a estos terrenos deportivos de Heden los mástiles sueñan con las banderas del verano

Esperando las banderas. Foto R.Puig

Esperando las banderas. Foto R.Puig

y sobre mí hay líneas en el cielo que no se sabe si se encuentran o se separan

Divergencia o unión. Foto R.Puig

Divergencia o unión. Foto R.Puig

Otros trazos se confederan, como si fueran el estandarte de alguna brigada de jinetes del cielo

Banderín efímero. Foto R.Puig

Banderín efímero. Foto R.Puig

Aunque, para soldados, los que guardan la ría, encaramados y orgullosos de su pasado portuario.

Los veo tras el cristal de barco, sus brazos en reposo para siempre, monumentos de una historia de astilleros y navíos, rojizos como el otoño

Guerreros. Foto R.Puig

Guerreros. Foto R.Puig

Frente a tantas aristas, asientos adelante hay un ondular dorado

Trenzas. Foto R.Puig

Trenzas. Foto R.Puig

Finalmente, puesto que hablo de barcos, acabemos con agua. Esta es de lago, de cuando una semana antes anduve por la orilla del Vänern

Luz de lago. Karlstad. Foto R.Puig

Luz de lago. Karlstad. Foto R.Puig

 ¡Que este fin de semana les traiga un buen descanso!

Descanso. Foto R.Puig

Descanso. Foto R.Puig


Convergencias de Arte y Literatura (II): el museo imaginario de Benito Pérez Galdós

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Las novelas de Torquemada. Foto R.Puig

Las novelas de Torquemada. Foto R.Puig

Para el profesor Joaquim Parrellada

Estuve leyendo las Novelas de Torquemada de Galdós hace algunos meses, en un volumen muy usado que perteneció a mi padre. De vez en cuando vuelvo a encontrarme con autores salidos de los anaqueles de la casa familiar y abrirlos es una forma de revivir lo que hace años leían mis padres. Las páginas no sólo hablan de los escritores y sus ficciones. Llevan algo añadido que no sé explicar.

Pero, a lo que íbamos…

Pienso que entre los efectos de la reducción de la enseñanza de las Humanidades en nuestro sistema educativo (por no hablar de daños colaterales) está el de que muchos bachilleres ya no entienden los significados de gran parte de las obras de la escultura y pintura clásicas, y de no pocas del arte moderno. Podría ser que a alguno que pase como turista por las salas de un museo, le pique la curiosidad y se le antoje googlear en la pantalla de su androide. Pero sospecho que las historias, mitos, personajes y símbolos que los lienzos o las esculturas presentan les habrán de parecer cosas de marcianos.

Quizás por eso, el redactor jefe que protagoniza la última novela de Umberto Eco (Numero Zero, Milano, Bompiani, 2015, pp. 18 y 19) se hace la siguiente reflexión:

…me he dado cuenta de que para describir a alguien o algo me refería a situaciones literarias: no era capaz de decir que un tal paseaba en una tarde tersa y clara, sino que decía que andaba ‘bajo un cielo de Canaletto’. Después he entendido que también lo hacía D’Annunzio: para decir que una tal Constanza Landbrook tenía determinadas cualidades, escribía que parecía una criatura de Thomas Lawrence. De Elena Muti observaba que sus rasgos recordaban ciertos perfiles de los cuadros del Moreau joven, y que Andrea Spirelli recordaba el retrato del gentilhombre desconocido de la Galería Borghese. De modo que para leer una novela necesitaríamos hojear algunos fascículos de historia del arte de los que se venden en los quioscos.

Lo que el personaje de Umberto Eco reprocha a D’Annunzio es un uso simplista de un recurso retórico, la ekfrasis, que en sentido amplio consiste en tratar del contenido de un género expresivo en el interior de otro, con fines descriptivos. De forma restringida se entiende como la descripción de una obra de arte plástica (pintura, escultura, arquitectura, etc.) en el seno de un texto literario (como la del escudo de Aquiles por Homero).

Entre ambos extremos hay definiciones y estudios sesudos para todos los gustos sobre este término que en griego antiguo significaba descripción y que, a mi modo de ver, no tiene por qué considerarse solamente como un recurso literario, pues también puede, en sentido inverso, serlo pictórico o escultórico, cuando un texto inspira un lienzo o una escultura.

Curiosamente, el mismo protagonista de la novela de Eco que descalificaba a D’Annunzio, usa la misma figura retórica casi ciento noventa páginas más tarde (p.206):

Al crepúsculo, yo, ensombrecido, miraba al lago que se sumía en sombra. La isla de San Jorge, radiante bajo el sol, surgía de las aguas como la isla de los muertos de Böcklin

La isla de los muertos. Arnold Böcklin II (1880). Museo de Arte de Basilea

La isla de los muertos. Arnold Böcklin II (1880). Museo de Arte de Basilea

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De museos con Don Benito

Pero volvamos a Galdós, un maestro de la descripción, en cuya obra encontramos la ekfrasis en todos sus sentidos. En ocasiones alude a los rasgos del personaje de un lienzo o de una escultura para apoyar los de los protagonistas de sus novelas. En otras ocasiones sus referencias, sobre todo pictóricas, crean la atmósfera adecuada al episodio, describen el entorno de la historia y, de paso, ilustran sus amplios conocimientos en materia de pintura. No en vano tenía una cultura artística notable y mantenía amistad con varios pintores de su tiempo.

La cuestión es que no sólo es difícil para nuestros estudiantes entender los motivos de la pintura o la escultura clásicas, sino que no podrán entender muchas de las descripciones de Galdós cuando reenvían a una obra de arte para representar plásticamente al personaje o al entorno en que este se mueve.

Por mi parte me limito a ilustrar, con las obras de arte que el autor saca a colación, algunas ekfrasis extraídas de mis últimas lecturas galdosianas: Tormento y Las novelas de Torquemada. Un estudio exhaustivo de las ekfrasis en toda la obra de Galdós, que yo sepa, está por hacerse. El artículo de J.J. Alfieri sobre El arte pictórico en las novelas de Galdós (Anales galdosianos. Año III, 1968) es una panorámica de la conocida afición del escritor la pintura y a su amistad con pintores contemporáneos con escuetas referencias a sus obras.


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TORMENTO

(Edición de Teresa Barjau y Joaquim Parrellada, Barcelona, Crítica, 2007)

El primero extracto se refiere a rasgos corporales de la protagonista, no sin una suave ironía

Amparo

Pero lo más llamativo en esta joven era su seno harto abultado, sin guardar proporciones con su talle y estatura. La ligereza de su traje en aquella ocasión acusaba otras desproporciones de imponente interés para la escultura, semejantes a las que dieron nombre a la Venus Calipigia (p. 215)

Venus Calipigia. Museo de Capodimonte. Napoles. Foto Wikipedia

Venus Calipigia. Museo de Capodimonte. Napoles. Foto Wikipedia

Una analogía y una forma culta de referirse a unas nalgas, sin caer en piropos de andamio, que bien podría animar a los alumnos a visitar el Museo de Capodimonte en Nápoles, si en su viaje de fin de estudios les toca Italia.

El segundo describe a un viejo clérigo que dirige espiritualmente al joven sacerdote, amante de Amparo, Don Pedro, y a la hermana beatona de este.

El padre Nones y Doña Marcelina

El escueto y rechupado clérigo, la señora con cara de caoba y vestido negro, tomaron asiento en la sala. El primero parecía haber escapado de un cuadro del Greco. La segunda estaba emparentada con los Caprichos de Goya (p.376)

El Greco. Retrato de Juan Pimentel. Museo Bonnat. Bayona. Detalle

El Greco. Retrato de Juan Pimentel. Museo Bonnat. Bayona. Detalle

Lo del Greco puede que no emocione mucho al alumno, pero los Caprichos, podrían comentarse como predecesores del comic moderno y de la estética del Halloween. Que nuestro pintor universal me perdone, pues sólo trato de dar pistas pedagógicas a los desesperados profesores de literatura

Goya.Chiton. Detalle.Los Caprichos

Goya.Chitón. Detalle.Los Caprichos

LAS NOVELAS DE TORQUEMADA

(Alianza Editorial, 1967)

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D.José Bailón (amigo de D. Francisco Torquemada)

(Torquemada en la hoguera)

Eran D. José Bailón un animalote de gran alzada, atlético, de formas robustas y muy recalcado de facciones, verdadero y vivo estudio anatómico por su riqueza muscular. Últimamente había dado otra vez en afeitarse; pero no tenía cara de cura, ni de fraile, ni de torero. Era más bien un Dante echado a perder

Escuela italiana. Dante Alighieri. Wikimedia

Escuela italiana. Dante Alighieri. Wikimedia

Dice un amigo mío, que por sus pecados ha tenido que vérselas con Bailón, que éste es el vivo retrato de la sibila de Cumas, pintada por Miguel Ángel, con las demás señoras sibilas y los profetas, en el maravilloso techo de la Capilla Sixtina.

La sibila de Cumas. Detalle. Miguel Ángel. Sixtina

La sibila de Cumas. Detalle. Miguel Ángel. Sixtina

Parece, en efecto, una vieja de raza titánica que lleva en su ceño todas las iras celestiales. El perfil de Bailón y el brazo y pierna, como troncos añosos; el forzudo tórax y las posturas que sabía tomar, alzando una pataza y enarcando el brazo, le asemejaban a esos figurones que andan por los techos de las catedrales, despatarrados sobre una nube

Espatarrados sobre una nube. Iglesia del Gesù. Roma. Foyo R.Puig

Despatarrados sobre una nube. Iglesia del Gesù. Roma. Foto R.Puig

Lástima que no fuera moda que anduviéramos en cueros para que luciese en toda su gallardía académica este ángel de cornisa. En la época en que lo presento ahora pasaba de los cincuenta años (capítulo 3)

Despatarrado. Sixtina

Despatarrado. Sixtina

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Y algunos capítulos más tarde:

En aquel momento tenía el hombre actitud muy diferente de la de su similar en la Capilla Sixtina: sentado, las manos sobre el puño del bastón, éste entre las piernas dobladas con igualdad, el sombrero caído para atrás, el cuerpo atlético desfigurado dentro del gabán de solapas aceitosas, los hombros y cuello plagados de caspa. Y sin embargo de estas prosas, el muy arrastrado se parecía a Dante y ¡había sido sacerdote en Egipto! Cosas de la pícara Humanidad… (capítulo 6)

Rafael. Retrato de Dante.Vaticano

Rafael. Retrato de Dante.Vaticano

Aquí el profesor podría explicar a los alumnos que Miguel Ángel era un admirador de la obra de Dante y que los frescos de la Sixtina se inspiran en detalles su obra, por lo que no es extraño que el atuendo y el perfil de la Sibila de Cumas, pintada entre 1508 y 1510 se parezcan al autor de la Divina Comedia pintado por Rafael en 1511 en las estancias del Vaticano, según un patrón fisionómico que procede del Giotto.

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El mendigo que se parece a San Pedro

(Torquemada en la hoguera)

De vuelta a casa, ya anochecido, encontró, al doblar la esquina de la calle de Hita, un anciano mendigo y haraposo, con pantalones de soldado, la cabeza al aire, un andrajo de chaqueta por los hombros, y mostrando el pecho desnudo. Cara más venerable no se podía encontrar sino en las estampas del Año Cristiano. Tenía la barba erizada y la frente llena de arrugas, como San Pedro; el cráneo terso y dos rizados mechones blancos en las sienes. (capítulo 5)

San Pedro penitente. Luis Tristan. Patrimonio Nacional. Palacio Real

San Pedro penitente. Luis Tristan. Patrimonio Nacional. Palacio Real

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(Torquemada y San Pedro)

– Pues ya que habla de cuentos, voy a referirle uno muy viejo que puede interesarle. El por qué y el cómo y cuándo de esta costumbre que tengo de llamarle a usted San Pedro.

– Venga, venga.

– La primera coincidencia es que aquel hombre se me pareció a un San Pedro, imagen de mucha devoción, que podrá usted ver en San Cayetano, en la primera capilla de la derecha, conforme se entra. La misma calva, los mismísimos ojos, el cerquillo rizado, las facciones todas, en fin, San Pedro vivo y muy vivo. Y yo conocía y trataba a la imagen del apóstol como a mis mejores amigos, porque fui mayordomo de la cofradía de que él era patrono, y en mis verdes tiempos le tuve cierta devoción. San Pedro es patrono de los pescadores; pero como en Madrid no hay hombres de mar, nos congregábamos para darle culto los prestamistas que, en cierto modo, también somos gente de pesca… Adelante. Ello es que el pobre haraposo era igual, exactamente igual al santo de nuestra cofradía. (II, capítulo 5)

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Rafael

(Torquemada en la cruz)

Rafael no chistó. La cabeza inclinada sobre el pecho, el cabello en desorden, esparcido sobre la frente, parecía un Cristo que acaba de expirar, o más bien Eccehomo, por la postura de los brazos, a los que no faltaba más que la caña para que el cuadro resultase completo (II, capítulo 5)

Luis de Morales. Eccehomo. Colección Placido Arango. Foto Caylus

Luis de Morales. Eccehomo. Colección Placido Arango. Foto Caylus

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(Torquemada en el Purgatorio)

Dijo esto sonriendo, los brazos rodeando la cabeza, en actitud semejante a la dela maja yacente de Goya.

–  Me parece bien. Y ahora… a dormir.

– Sí señor; el sueño me rinde, un sueño reparador, que me parece no ha de ser corto. Crea usted, señor Marqués amigo, que mi cansancio pide un largo sueño.

–  Pues te dejo. Ea, buenas noches.

La maja desnuda.Detalle.Goya. Museo del Prado

La maja desnuda.Detalle.Goya. Museo del Prado

– Adiós -dijo el ciego con entonación tan extraña, que D. Francisco, ya junto a la puerta, hubo de detenerse y mirar hacia la cama, en la cual el descendiente de los Águilas era, salvo la ropa, una perfecta imagen de Cristo en el Sepulcro, como lo sacan en la procesión del Viernes Santo (III, capítulo 12)

Cristo muerto. Paso de Semana Santa. Valdepeñas

Cristo muerto. Paso de Semana Santa. Valdepeñas

Aquí va a ser difícil explicarle al alumno cómo puede ser que el ciego Rafael haya pasado en pocos instantes de una postura de maja de Goya a parecerse al Cristo muerto de los pasos de Viernes Santo.

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Fidela

(Torquemada y San Pedro)

Con tener dos años menos que su amiga, y poquísimas, casi invisibles canas que peinar, Fidela representaba más edad que ella. Desmejorada y enflaquecida, su opalina tez era más transparente, y el caballete de la nariz se le había afilado tanto, que seguramente con él podría cortarse algo no muy duro. En sus mejillas veíanse granulaciones rosadas, y sus labios finísimos e incoloros dejaban ver, al sonreírse, parte demasiado extensa de las rojas encías. Era, por aquellos días, un tipo de distinción que podríamos llamar austriaca, porque recordaba a las hermanas de Carlos V, y a otras princesas ilustres que viven en efigie por esos museos de Dios, aristocráticamente narigudas.

Maria de Austria. Hermana de Carlos V. Jan Cornelisz

Maria de Austria. Hermana de Carlos V. Jan Cornelisz

Resabio elegantísimo de la pintura gótica, tenía cierto parentesco de familia con los tipos de mujer de una de las mejores tablas de su soberbia colección, un Descendimiento de Quintín Massys (I, capítulo7)

Quentin Massys. Descendimiento 1511.Museo Bellas Artes Amberes

Quentin Massys. Descendimiento 1511.Museo Bellas Artes Amberes

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El padre Gamborena:

(Torquemada y San Pedro)

Hasta los andares del buen eclesiástico revelaban la grave noticia de que era mensajero, y antes de llegar, venía diciéndola con los pies, con el compás seguro y rítmico, con el ruidillo que hacían las suelas sobre el entarimado… Detuviéronse al fin los pasos en la puerta; abrióse esta con lentitud ceremoniosa, y en el rectángulo, como luminosa figura en marco negro, vio aparecer Torquemada la persona del misionero de Indias, su cara de talla antigua, de caliente y tostada pátina, la calva reluciente, el cuerpo todo negro, los ojos de angélica expresión.

San Francisco de Borja Martinez Montañés. Iglesia de la Anunciación. Sevilla

San Francisco de Borja Martinez Montañés. Iglesia de la Anunciación. Sevilla

D. Francisco clavó en él los suyos, diciéndole con la mirada: «Ya sé… ya». Y él, con voz patética, solemne, terrible, que sonó en los oídos del tacaño como el restallar de los orbes al desquiciarse, le dijo: «¡Señor, Dios lo ha querido!» (I, capítulo 15)

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Don Francisco Torquemada

(Torquemada en la cruz)

Sí, señorita… El hombre se va afinando. Ayer le vi y no le conocí, con su chisterómetro acabado de planchar, que parecía un sol, y levita inglesa… Vaya; a cualquiera se la da… ¡Quién le vio con la camisa sucia de tres semanas, los tacones torcidos, la cara de judío de los pasos de Semana Santa, cobrando los alquileres de la casa de corredor de frente al Depósito! (II, capítulo 7)

Estereotipo de-judio. Presentacion de la virgen. Maestro-de Calzada. Museo de Bellas Artes. Valencia. Foto R.Puig

Estereotipo de judío. Presentación de la Virgen. Maestro de Calzada. Museo de Bellas Artes. Valencia. Foto R.Puig

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Torquemada ante la inminente muerte de Fidela

(Torquemada y San Pedro)

Pero no: si le anunciaban la muerte, ¿cómo soportar la noticia? Además, los criados todos se le habían hecho tan antipáticos, que no quería nada con ellos, y si por acaso le contestaban algo desagradable, trabajillo le había de costar no emprenderla con ellos a puntapiés. Tanta llegó a ser al fin su ansiedad, que entreabrió la puerta. Frente a esta, extendíase una ancha galería bien iluminada. ¡En su dorada cavidad cuánta tristeza! Pasos se oían, sí; pero no muy lejanos, arriba, allá, donde estaba pasando… lo que pasaba. En el fondo de la galería vio una figura enorme, desnuda, con la cabeza próxima al techo, y las piernazas encima de una puerta. Era un lienzo de Rubens, que a D. Francisco le resultaba la cosa más cargante del mundo, un tío muy feo y muy bruto, amarrado a una peña. Decían que era Prometeo, un punto de la antigüedad mitológica: picardías muy malas debió de hacer el tal, porque un pajarraco le comía las asaduras, suplicio, que a juicio del Marqués de San Eloy, estaba muy bien empleado.

Prometeo. Rubens. Museo de Arte de Filadelfia

Prometeo. Rubens. Museo de Arte de Filadelfia

Más acá vio a una ninfa que también le cargaba, casi en cueros la muy sinvergüenza, con los pechos al aire, y tan tiesa como si se hubiera tragado el palo del molinillo. No se acordaba Torquemada de su nombre; pero ello era también cosa de tirios y troyanos… Ganas le dieron súbitamente de salir con una estaca y emprenderla a palos con la estatua (copia de la Dafne de Nápoles) que decoraba el fondo de la galería, y hacerla pedazos, para que aquella pindongona no le señalara más con su dedo provocativo, ni se le riera en sus barbas… Pero habría sido disparate romperla, valiendo lo que valía (I, capítulo 15)

Apolo y Dafne. Capodimonte

Apolo y Dafne. Museo de Capodimonte. Nápoles

No he podido localizar ninguna escultura de Dafne en el Museo de Capodimonte, aunque sí este luneto mural que la representa perseguida por Apolo, el mismo tema de la escultura famosa de Bernini en la Galería Borghese de Roma. El gesto de señalar con el dedo que irrita a Torquemada no aparece en ninguna de las dos obras. Galdós está probablemente recreando una versión imaginaria que sirve mejor a su intención literaria (aunque no se puede descartar que la idea venga de otra representación de la ninfa).

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Cruz

(Torquemada y San Pedro)

Bien quisiera ella mostrar su espíritu evangélico en las proporciones de sublime virtud que las vidas de santos nos ofrecen. Mas no era culpa suya que la regularidad de la existencia, en nuestro perfilado siglo, imposibilite ciertos extremos. Con fuerzas se sentía la noble dama para imitar a la santa Isabel de Murillo, lavando a los tiñosos, y tan cristiana y tan señora como ella se creía.

Murillo. Santa Isabel de Hungría curando tiñosos.

Murillo. Santa Isabel de Hungría curando tiñosos.

Pero tales ambiciones no era fácil que se viesen satisfechas; el mismo Gamborena no se lo habría permitido, por temor a que padeciera su salud. Ello es que su imaginación se exaltaba más de día en día, y que su voluntad potente, no teniendo ya otras cosas en qué emplearse, se manifestaba en aquella, para gloria suya y de la idea cristiana (II, capítulo 6)

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El Palacio de Torquemada

(Torquemada y San Pedro)

En la parroquia de San Marcos, y entre las calles de San Bernardo y San Bernardino, ocupa el palacio de Gravelinas, hoy de San Eloy, un área muy extensa. Alguien ha dicho que lo único malo de esta mansión de príncipes es la calle en que se eleva su severa fachada. Esta, por lo vulgar, viene a ser como un disimulo hipócrita de las extraordinarias bellezas y refinamientos del interior. Pásase, para llegar al ancho portalón, por feísimas prenderías, tabernas y bodegones indecentes, y por talleres de machacar hierro, vestigios de la antigua industria chispera. En las calles lateral y trasera, las dependencias de Gravelinas, abarcando una extensísima manzana, quitan a la vía pública toda variedad, y le dan carácter de triste población. Lo único que allí falta son jardines, y muy de menos echaban este esparcimiento sus actuales poseedoras, no D. Francisco, que detestaba con toda su alma todo lo perteneciente al reino vegetal, y en cualquier tiempo habría cambiado el mejor de los árboles por una cómoda o una mesa de noche.

La instalación de la galería de Cisneros en las salas del palacio, dio a este una importancia suntuaria y artística que antes no tenía, pues los Gravelinas sólo poseyeron retratos de época, ni muchos ni superiores, y en su tiempo el edificio sólo ostentaba algunos frescos de Bayeu, un buen techo, copia de Tiépolo, y varias pinturas decorativas de Maella.

La caida de los gigantes. Francico Bayeu. Museo del Prado

La caida de los gigantes. Francico Bayeu. Museo del Prado

Lo de Cisneros entró allí como en su casa propia. Pobláronse las anchurosas estancias de pinturas de primer orden, de tablas y lienzos de gran mérito, algunos célebres en el mundo del mercantilismo artístico. Había puesto Cruz en la colocación de tales joyas todo el cuidado posible, asesorándose de personas peritas, para dar a cada objeto la importancia debida y la luz conveniente, de lo que resultó un museo, que bien podría rivalizar con las afamadas galerías romanas Doria Pamphili, y Borghese. Por fin, después de ver todo aquello, y advirtiendo el jaleo de visitantes extranjeros y españoles que solicitaban permiso para admirar tantas maravillas, acabó el gran tacaño de Torquemada por celebrar el haberse quedado con el palacio, pues si como arquitectura su valor no era grande, como terreno valía un Potosí, y valdría más el día de mañana. En cuanto a las colecciones de Cisneros y a la armería, no tardó en consolarse de su adquisición, porque según el dictamen de los inteligentes, críticos o lo que fueran, todo aquel género, lencería pintada, tablazón con colores, era de un valor real y efectivo, y bien podría ser que en tiempo no lejano pudiera venderlo por el triple de su coste.

Tres o cuatro piezas había en la colección, ¡María Santísima!, ante las cuales se quedaban con la boca abierta los citados críticos; y aun vino de Londres un punto, comisionado por la National Gallery, para comprar una de ellas, ofreciendo la friolerita de quinientas libras. Esto parecía fábula. Tratábase del Masaccio, que en un tiempo se creyó dudoso, y al fin fue declarado auténtico por una junta de rabadanes, vulgo anticuarios, que vinieron de Francia e Italia. ¡El Massaccio! ¿Y qué era, ñales? Pues un cuadrito que a primera vista parecía representar el interior de una botella de tinta, todo negro, destacándose apenas sobre aquella obscuridad el torso de una figura y la pierna de otra. Era el Bautismo de nuestro Redentor: a este, según frase del entonces legítimo dueño de tal preciosidad, no le conocería ni la madre que le parió. Pero esto le importaba poco, y ya podían llover sobre su casa todos los Massaccios del mundo; que él los pondría sobre su cabeza, mirando el negocio, que no al arte. También se conceptuaban como de gran valor un París Bordone, un Sebastián del Piombo, un Memling, un beato Angélico y un Zurbarán, que con todo lo demás, y los vasos, estatuas, relicarios, armaduras y tapices, formaban para D. Francisco una especie de Américas de subido valor.

 Zurbaran. Museo del Prado

Zurbaran. Museo del Prado

Veía los cuadros como acciones u obligaciones de poderosas y bien administradas sociedades, de fácil y ventajosa cotización en todos los mercados del orbe. No se detuvo jamás a contemplar las obras de arte, ni a escudriñar su hermosura, reconociendo con campechana modestia que no entendía de monigotes; tan sólo se extasiaba, con detenimiento que parecía de artista, delante del inventario que un hábil restaurador, o rata de museos, para su gobierno le formaba, agregando a la descripción, y al examen crítico e histórico de cada lienzo o tabla, su valor probable, previa consulta de los catálogos de extranjeros marchantes, que por millones traficaban en monigotes antiguos y modernos.

¡Casa inmensa, interesantísima, noble, sagrada por el arte, venerable por su abolengo! El narrador no puede describirla, porque es el primero que se pierde en el laberinto de sus estancias y galerías, enriquecidas con cuantos primores inventaron antaño y ogaño el arte, el lujo y la vanidad. Las cuatro quintas partes de ella no tenían más habitantes que los del reino de la fantasía, vestidos unos con ropajes de variada forma y color, desnudos los otros, mostrando su hermosa fábrica muscular, por la cual parecían hombres y mujeres de una raza que no es la nuestra.

Apolo y Dafne. Bernini. Galeria Borghese

Apolo y Dafne. Bernini. Galeria Borghese Roma

Hoy no tenemos más que cara, gracias a las horrorosas vestiduras con que ocultamos nuestras desmedradas anatomías. Conservábase todo aquel mundo ideal de un modo perfecto, poniendo en ello sus cinco sentidos la primogénita del Águila, que dirigía personalmente los trabajos de limpieza, asistida de un ejército de servidores muy para el caso, como gente avezada a trajinar en pinacotecas, palacios y otras Américas europeas (I, capítulo 6)

El palacio de Gravelinas y la Colección Cisneros constituyen otra fantasía literaria de Galdós (como el dedo de Dafne que molesta a Torquemada). La creación de este lugar ficticio constituye una topotesia en la que reúne múltiples obras de arte existentes y, además, describe otras que ha modificado intencionalmente o que se han transformado en su memoria.

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Con ocasión del entierro de Fidela

(Torquemada y San Pedro)

La papeleta de invitación era tan sencilla como elegante; eligiose el coche estufa de mayor magnificencia que había en Madrid; encargáronse coronas de una riqueza fenomenal, y por fin, se preparó la capilla ardiente con toda la suntuosidad de que tan soberbia morada era susceptible. El gran salón se pavimentó de negro. En las paredes fueron colocados los seis colosales lienzos del Martirio de Santa Águeda, por Tristán

Santa Agueda. Luis Tristán. San Benito. Retablo de la vida de Jesús. Yepes. Toledo

Santa Agueda. Luis Tristán. San Benito. Retablo de la vida de Jesús. Yepes. Toledo

y otros asuntos religiosos y místicos de gran apariencia; en el fondo un altar riquísimo, con el tríptico de Van Eyck,

Jan van Eyck. Triptico de María y el niño con San Miguel y Santa Catalina

Jan van Eyck. Triptico de María y el niño con San Miguel y Santa Catalina. Dresde

y debajo un Eccehomo del divino Morales. Murillos y Zurbaranes formaban la Corte a un lado y otro.

Agnus Dei. Zurbaran. Museo del Prado

Agnus Dei. Zurbaran. Museo del Prado

La parte inferior de los cuatro testeros fue tapizada de negro con galón fino de oro, y se colocaron otros dos altares con imágenes de superior talla: Cristo en la columna, de Juan de Juni, la Dolorosa de Gregorio Hernández.

Dolorosa. Gregorio Hernandez. Valladolid

Dolorosa. Gregorio Hernández. Valladolid

Los bancos que alrededor de la estancia se pusieron, de nogal claveteado, eran también obra maestra de la carpintería antigua, y procedían de las colecciones de Cisneros. En los tres altares, lucían relicarios de fabulosa valía, relieves de marfil, y bronces estupendos. Donoso, otros dos amigos de la casa, artistas o amateurs de refinado gusto, dirigían la faena, ayudados de un sin fin de criados, costureras, carpinteros, etc… Cruz y Augusta iban a ver, y a dar una opinión, pero no podían estar constantemente allí. Toda la fuerza de voluntad de la primera no bastaba a distraerla de su inmenso dolor. Ordenaba que no se omitiese gasto, ni detalle alguno que aumentar pudiera el esplendor de aquel homenaje, bien corto para lo que la pobrecita muerta merecía (II, capítulo 1)

De este modo, para describir la riqueza ostentosa de Don Francisco Torquemada, convertido en parlamentario y en Marqués de San Eloy, procede Galdós a acumular en su galería ficticia del “Palacio de Gravelinas” las obras de una imaginaria colección Cisneros, a base de obras que conoce y otras que recrea, que le sirven para crear el ambiente que el usurero no aprecia más que por su valor pecuniario, pero que ha aceptado adquirir a regañadientes, azuzado por su aristocrática cuñada Cruz, quien, tras años de penurias, se toma la revancha a costa del capital del marido de su hermana.

La mayoría de las obras que Galdós menciona se localizan actualmente en museos y colecciones de España y de Europa, aunque en alguna identificación de autor o tema le haya podido traicionar la memoria. Ese “cuadrito” del “Bautismo de nuestro Redentor” de Masaccio todo oscuridad del que habla, como decíamos antes, parece fruto de su elaboración literaria. De hecho el joven artista (murio antes de cumplir 29 años) dejó un fresco del Bautismo de los neófitos en la Capilla Brancacci de Florencia, que el paso del tiempo ha desdibujado. También pudiera ser que, en este como en otros casos, se trate de obras que desde entonces han desaparecido. De hecho, de la ubicación de ocho de las diecinueve tablas del políptico de Pisa de Masaccio nunca más se supo. Sería curioso que Galdós estuviese especulando con esa historia. Claro que tampoco faltan falsificaciones y pastiches que se han colado en los mejores museos y colecciones.

De un modo u otro, en un barrio real de su Madrid, por la bajada de la calle de San Bernardo, se dio el escritor el capricho de crear una galería de fábula, enriqueciendo así lo que en su extensa obra literaria puede llamarse con propiedad “el museo imaginario de Benito Pérez Galdós”.

Galdós por Sorolla. Casa Museo Perez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria

Galdós por Sorolla. Casa Museo Perez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria

Conclusión

Galdós entreteje una ficciones en las que las costumbres, vidas y rasgos de sus personajes, ilustrados mediante varias formas de la ekfrasis, dan como resultado unos textos polisémicos. En torno a ellos podrían reunirse los estudiantes y los profesores de historia del arte y de literatura en una clase interdisciplinar, que pudiera ayudar a los alumnos a introducirse no sólo en el arte de la descripción y en el aprecio de uno de nuestros mejores escritores de novela realista, sino también a mejorar su conocimiento de los motivos de historia del arte, que cada día más siendo más extraños a su mundo y a sus preocupaciones, y a ponerlos en el contexto de la historia de España y de las condiciones de vida en los entornos urbanos de hace más de un siglo.

Enlaces a los textos de Galdós que hemos citado (Biblioteca Virtual Cervantes):

Tormento

Torquemada en la Hoguera

Torquemada en la cruz

Torquemada en el purgatorio

Torquemada y San Pedro


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